La decana de la Facultad de Educación, Begoña Alfageme, en un aula en el campus de Espinardo. MARTÍNEZ BUESO

Begoña Alfageme: «Los alumnos están perdiendo el hábito de estudio con la semipresencialidad»

La decana de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia teme que la pandemia perjudique el rendimiento de los estudiantes debido a las restricciones

Domingo, 14 de marzo 2021

La doctora en Pedagogía Begoña Alfageme (Zamora, 1968) dirige desde hace unas semanas la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, que con más de 4.500 alumnos, es más grande que algunas universidades españolas. Doctora en Pedagogía, es profesora de Didáctica y ... Organización Escolar y ha dedicado buena parte de su carrera académica a investigar sobre la equidad e inclusión educativa. Volcada en la gestión de la pandemia en su facultad, a Alfageme le preocupa que las restricciones por la crisis sanitaria repercutan en el hábito de estudio de los estudiantes y en su rendimiento académico.

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Es la nueva decana de la facultad con más alumnos de la Universidad de Murcia. Es casi tan grande como muchas universidades españolas...

–Sí, tenemos alrededor de 4.500 alumnos. Si le sumamos el personal de administración y al profesorado, estamos hablando de casi 5.000 personas. Hay muchas universidades en España más pequeñas. Supone mucho trabajo, mucha gestión y mucha atención al personal y los alumnos.

VETO PARENTAL: «Nosotros somos los profesionales de la educación; se trata del respeto y la confianza que merece todo profesional»

–Se ha hecho cargo de ese 'toro' en plena pandemia, con las dificultades que implica la enseñanza semipresencial y en medio de las polémicas por los exámenes presenciales...

–Todo es más complicado. Ya formaba parte del equipo decanal anterior, como vicedecana de Calidad, y sabía lo que había. Con los exámenes hemos tenido pocos problemas. La UMU ha hecho un informe que indica que no ha habido excesivos casos en la Universidad. Estamos trabajando con semipresencialidad desde principio de curso y no está habiendo ningún problema, casos muy puntuales para un colectivo tan grande. Todos los alumnos tienen atención presencial al menos una vez a la semana y dos días por videoconferencia, excepto los másteres, que tienen todo presencial porque son grupos más pequeños. En los grados tuvimos que repartirlos porque el número de estudiantes es muy elevado; en las clases presenciales están divididos en dos.

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FORMACIÓN: «A lo mejor lo que habría que revisar son las oposiciones, no cómo salen los alumnos del grado»

–¿Percibe algún efecto en el rendimiento de los alumnos a causa de esta situación?

–Los alumnos se han tenido que adaptar igual que nosotros. Yo creo que están perdiendo hábito de estudio. La universidad también tiene eso, la creación de esos hábitos de venir a clase, estudiar, relacionarte con tus compañeros... y eso se pierde con la semipresencialidad.

–Es especialmente difícil para los de primero, que no han conocido otro escenario en la Universidad...

–Los de primero, y los de segundo, que ya vivieron el confinamiento el año pasado. Creo que a esos dos cursos les va a costar bastante trabajo seguir a partir de tercero. En cuanto tengan que recuperar la presencialidad pueden tener problemas; el alumnado español está muy acostumbrado a ir a clase, no como en otros países. La presencialidad es básica para la socialización del alumno en la facultad, para el conocimiento de nuevas relaciones posteriores...

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Ser universitario es algo más que estudiar un grado.

–Obviamente. Siempre he pensado que estar en la Universidad es algo más que venir a dar clase y ya está. Es tener relaciones, acudir a actividades culturales, descubrir... y todo eso no se está pudiendo hacer en muchos casos.

–¿Ve a los alumnos más tristes, afectados?

–Es complicado. La virtualidad es difícil porque no tienes el 'feed back' de una clase, no conoces a los alumnos igual, no sabes cómo están recibiendo las cosas... La pantalla es muy fría, aunque les obligues a tener las pantallas encendidas para verles las caras, es muy difícil interpretarlas. Los gestos, las formas, son importantes.

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PROFESIÓN: «El profesorado necesita respaldo social, y que no le quiten la poca autonomía que tiene»

–En esta facultad más que en otras saben de la importancia de esa relación maestro-profesor.

–La comunicación no verbal se pierde. Toda la virtualidad hace que se pierda, por eso apostamos por la semipresencialidad.

–Uno de los objetivos que se ha marcado es adecuar los títulos a las necesidades de la sociedad...

–Estamos en ese camino, con dobles títulos, como el que acabamos de aprobar con Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y Primaria, el doble grado de Infantil y Primaria, convenios internacionales...

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La salida natural de la mayoría de los alumnos son las oposiciones a profesor y maestro.

–Con los títulos dobles abres el campo, te puedes presentar a distintas especialidades, convocatorias diferentes, y no tienes que esperar dos años a que salga la convocatoria. En los grados de maestro la oposición es el camino natural, pero en Educación Social y Pedagogía se abre el campo.

–¿Cree que salen bien preparados de la facultad? En las oposiciones siempre hay polémica con las faltas de ortografía, el nivel...

–A lo mejor lo que habría que revisar son las oposiciones, no la salida de los alumnos. Llevan más tiempo sin actualizarse que la formación que reciben los alumnos. Los temarios de las oposiciones de Secundaria son muy antiguos.

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Aun así, se tiene la sensación de que el nivel de los estudiantes va bajando curso tras curso.

–Yo entiendo que hay otra forma de aprender y de enseñar. A lo mejor no necesitan tantos contenidos y precisan más otras herramientas y competencias para adaptarse por sí mismos a la sociedad.

CLASES 'ONLINE': «La virtualidad es difícil porque no tienes el 'feed back' de los alumnos; la pantalla es muy fría»

–El formato de oposición actual, ¿permite seleccionar a los mejores docentes?

–Una oposición-examen directamente es mala idea, porque no puede saberse si alguien es buen maestro sabiéndose solo el temario. Es una negociación que tiene que estar ahí. El consejo de decanos de las facultades de Educación está en ello, y negociándolo con los ministerios.

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–¿Qué le parece la idea de un MIR educativo, que tanta veces se ha planteado?

–No es una mala idea que los alumnos estén en formación durante un tiempo en los centros educativos, y que tengan un mentor en los colegios. Hay muchas opciones que serían mejores que un examen. Un docente tiene que saber gestionar el centro, hablar en público, cuando te hacen un examen no puedes demostrar esas competencias

–Se mira a otros países, como Finlandia, donde la sociedad valora la profesión de docente. ¿Falta respaldo?

–Se está pecando mucho de la falta de ese respaldo social. El profesorado necesita ese respaldo; y sobre todo, que no le quiten la poca autonomía que tiene, que cada vez se reduce más. Se está gestando la candidatura de los docentes al Premio de la Concordia Princesa de Asturias por las funciones que han ejercido en la pandemia.

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–¿Cree que se ha valorado la labor de los docentes durante la pandemia?

–Mucha gente no es consciente de lo que conlleva para un docente manejar clases de 25 alumnos a distancia sin haberse formado antes en docencia virtual. Tendrían que ponerse en el papel de los profesores y ver que en el confinamiento, de un día para otro, se adaptaron al cambio.

–Es complicado evitar que los alumnos copien en los exámenes virtuales.

–Es difícil. Yo creo que es ley de vida que se intente. Igual que los profesores están para vigilar que no copien, algunos alumnos tienen tendencia a intentarlo.

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–Proponen que se cree la figura del profesor tutor en los colegios donde hacen prácticas los alumnos, un modelo similar al que ya se aplica en Medicina...

–Las prácticas que hacen los alumnos en los centros educativos están tuteladas por profesores de la Facultad. Lo que proponemos es que se cree la figura de asociado docente, y que sean los propios maestros de los centros los que sean tutores de los estudiantes. Se ahorrarían mucho dinero y recursos, y además serían personal de la facultad, lo que reforzaría el vínculo con el aula.

A veces da sensación de que los alumnos aprenden en la facultad una educación del siglo XXI, con nuevas pedagogías y métodos de enseñanza alternativos, que no terminan de llegar a los colegios, muchos anclados en el siglo XX.

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–Hay buenos profesionales en todos los campos, pero depende mucho de los climas organizativos que encuentres en el centro. Hay centros educativos muy avanzados. Hay muchas nuevas formas de enseñar que van entrando poco a poco. Quizá se necesitan más espacios de contacto entre los niveles educativos.

–La enseñanza enfrenta la enésima reforma educativa. ¿Es digerible tanto cambio?

–En el fondo no cambia tanto, y quedan muchas regulaciones por desarrollar. Las reformas continuas dificultan mucho el trabajo de los docentes, tienen una situación incierta y aún se la complican más.

–Una de las quejas frecuentes de los docentes es precisamente la densidad de los currículos, que les cuesta abarcar.

–Es una de las cuestiones por desarrollar. Lo que no puede hacerse, y ocurre cada vez más, es pedir al docente que arregle todo. No han quitado nada del currículo, pero han metido un montón de competencias y valores que hay que dar a la vez, y que se tienen que trabajar.

–La 'ley Celaá' relaja las condiciones para pasar de curso y promocionar. ¿Le parece positivo?

–Quizá se relaja un poco el asunto, pero en buena medida por la presión social y la necesidad de titular; cometemos un pequeño error, el título por el título no nos da nada si no sabemos hacer cuando terminamos.

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–La Región mantiene las tasas más altas de abandono y fracaso escolar. ¿Cómo lo explica?

–No lo sé, no tiene explicación, pero yo creo que el clima tiene un papel importante, y la idiosincracia de la sociedad y el contexto también.

–Hay más fracaso, pero también mayor inclusión y años de formación obligatoria.

–Se tiende a ampliar los años de estudio. La diversidad ha aportado mucho, es muy positiva, pero hay que atenderla con recursos. Esta facultad tienen un índice muy elevado de diversidad, y no supone ningún problema, cada vez titulan más alumnos que necesitan apoyos.

–El modelo de semipresencialidad aplicado en colegios e institutos de la Región es de los más restrictivos. ¿Cree que pasará factura a los alumnos?

–En los centros lo llevan bien, pero los alumnos perderán mucho hábito de estudio, será complicado recuperarles. Yo creo que va a aumentar el absentismo y el fracaso escolar.

–La semipresencialidad ha evidenciado la brecha educativa.

–Hay alumnos que no tienen espacio para estudiar, solo tienen un ordenador en casa... La UMU entregó muchos en la etapa de confinamiento.

–El confinamiento nos recordó el inmenso papel de la escuela...

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–Debería haberlo puesto en valor. Los docentes se han esforzado mucho. Dejar de ir a la escuela durante el confinamiento ha bajado mucho el nivel de los alumnos, y sobre todo, los hábitos diarios. La escuela crea unas rutinas, formas de trabajar, y cuando empiezas a relajarte vas dejándote ir. La fatiga pandémica nos afecta a todos.

–Se ha propuesto fortalecer las plantillas docentes de la facultad. ¿Tienen muchos asociados?

–Tenemos departamentos con más del 70% de asociados, es una situación de gestión muy complicada. No es que no sean buenos profesionales, que lo son, pero la gestión es muy complicada. La única solución es que nos permitan estabilizar a las plantillas.

–La OCDE ha recomendado a los países que potencien una educación más resiliente, que forme en el bienestar al profesorado y que aborde las necesidades educativas generadas por la crisis.

–Si todos fuéramos suficientemente resilientes para manejar las situaciones, sería ideal. Tenemos que formar a profesionales competentes para afrontar problemas, generar soluciones, pero eso está bien decirlo y es difícil hacerlo. Hace falta tiempo, apoyo, recursos, ratios más bajas. Los hechos son más complicados.

–También advierte del impacto educativo y económico que tendrá en las personas en los próximos años.

–El impacto económico es evidente, y el educativo también. Los alumnos están perdiendo mucho nivel, no solo de contenidos, sino de valores, relaciones, hábitos, empatía, respetos... todo lo que conlleva la socialización en la escuela.

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–¿Se le da suficiente peso a la educación emocional de los alumnos?

–La educación emocional debería estar inmersa en todas las asignaturas como algo transversal. La educación emocional hay que incluirla en todo, ahí es donde está la riqueza de que sean capaces en un futuro.

–El veto parental ha estado de nuevo sobre la mesa. ¿Cree que los padres deben autorizar las charlas que reciben sus hijos?

–El veto parental reduce nuestra autonomía profesional, que ya está restringida. Nosotros somos los profesionales de la educación, tendríamos que poder decir qué esta bien y qué está mal sin que otros tomen la decisión por nosotros. Se trata de la confianza y el respeto que se merece todo profesional que está ejerciendo su trabajo. Los profesionales toman las decisiones con argumentos.

–¿Están los alumnos sobreprotegidos?

–Depende mucho de la personalidad de los alumnos. Pero en algunos casos se nota la sobreprotección: vienen a matricularles, les acompañan a las oposiciones. El apoyo familiar es bueno, pero también hay que dejarles crecer.

–La introducción de nuevos contenidos, como la educación afectivo sexual, de género, medioambiental... ¿Despista de lo fundamental?

–Son modas, nuevas ideas, cuestiones que nos dicen que debemos solucionar en la escuela, pero es que cualquier problema que hay en la sociedad se nos dice que es falta de educación. Son temas que tienen que entrar de forma transversal. Se llega más a los alumnos si es el profesor quien hace de modelo que si les dice lo que tienen que hacer.

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