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Fotografía aérea de la Isla del Fraile desde el Embarcadero del Hornillo.

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Fotografía aérea de la Isla del Fraile desde el Embarcadero del Hornillo. Jaime Insa / AGM

Dos milenios de historia del Mediterráneo, a refugio en la Isla del Fraile

Una investigación arqueológica impulsada por el Ayuntamiento de Águilas, la UMU y la Complutense alumbra el desarrollo de las redes comerciales y la evolución de la Península del siglo II a.C. al XX

Lunes, 11 de marzo 2024, 11:59

La Bahía del Hornillo y la Isla del Fraile, emblema para la localidad de Águilas y los aguileños, se han revelado un refugio único de la historia del Mare Nostrum que acaba de recoger la revista científica de arqueología 'Antiquity'. A resguardo de los temporales que traen vientos de lebeche, estas joyas del patrimonio natural, arqueológico, etnográfico, histórico, técnico e industrial albergan en su interior, bajo tierra y bajo el mar, los más diversos objetos que están permitiendo descubrir la evolución del Mediterráneo desde el siglo II a.C. hasta la actualidad.

Zona protegida a nivel medioambiental por sus ricos valores naturales (aves y praderas de posidonia, entre otros), también lo está a nivel arqueológico, ya que cuenta con los BIC de la Isla del Fraile (el único de la Región que, desde 2013, protege la zona terrestre y una franja marina circundante de 100 m de anchura), Punta del Cigarro (con una cantera romana de arenisca) y Embarcadero del Hornillo (joya de la arquitectura industrial de finales del XIX y principios del XX sin paralelo en la Península). La presencia de embarcaderos de la Antigüedad, necrópolis, cocedores de esparto y numerosos pecios van desvelando, según avanza el Proyecto de Investigación de la Isla del Fraile, la historia del Mediterráneo a través de la bahía, centro neurálgico del comercio para todo el Mare Nostrum.

A falta de fuentes escritas que diesen pistas sobre la ocupación de la Isla del Fraile, hasta el informe de Juan de Escofet en 1773, el Ayuntamiento de Águilas, la Universidad de Murcia (UMU), y ahora también la Complutense (Madrid), impulsaron en 2020 el proyecto que promovieron y dirigen el arqueólogo municipal y director del Museo Arqueológico de Águilas, Juan de Dios Hernández, y el profesor de Arqueología de la Universidad Complutense e investigador del CSIC, Alejandro Quevedo. «El proyecto estaba durmiendo el sueño de los justos en un cajón del Ayuntamiento y pedía a gritos que se pusiera en marcha», recuerda la concejala de Turismo, Patrimonio y Cultura, Maido Simó, orgullosa de que 'Antiquity' haya recogido los resultados de la Isla del Fraile.

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La Bahía del Hornillo y la Isla del Fraile, emblema de Águilas, son un refugio único. A resguardo de los temporales de lebeche, esta joya del patrimonio natural, arqueológico, etnográfico, histórico, técnico e industrial alberga en sus fondos los más diversos objetos que cuentan la historia del Mediterráneo desde hace más de dos milenios. Protegida a nivel medioambiental, también lo está a nivel arqueológico: cuenta con los BIC de la Isla del Fraile, Punta del Cigarro (con una cantera romana de arenisca) y Embarcadero del Hornillo (arquitectura industrial de finales del XIX sin paralelo en la Península). La presencia de embarcaderos de la Antigüedad, cocedores de esparto y numerosos pecios van desvelando la vida de la bahía como un centro neurálgico del comercio en todo el Mare Nostrum.

La Isla del Fraile es el primer yacimiento en la Región (BIC desde 2013) que está protegido a nivel terrestre (6,2 hectáreas de superficie) y submarino (los 100 m de aguas y fondos circundantes). Tras el levantamiento topográfico (en 2019), la prospección en superficie (en 2020) aportó en un solo día más de 200 fragmentos de cerámica fechables, muestra de su riqueza arqueológica y de que ha estado habitada desde, al menos, el siglo II a.C. hasta mediados del XX con cuatro fases de ocupación bien documentadas: época republicana (s. II-I a.C.), Antigüedad tardía (s. IV-V), época islámica (s. XII-XIII) y época contemporánea (s. XIX-XX).

La excavación de lo que fue un almacén, apoyado en el muro perimetral que documentó en 1773 Juan de Escofet, demostró un nivel de destrucción generalizado en la isla en el siglo V y reveló, en su última fase de uso, numerosa información mediante la toma de muestras y el análisis multidisciplinar de las ánforas halladas, algunas intactas y con su contenido aún. Estudios de arqueometría (Universidad de Génova), geoarqueología (Universidad de Jaén), arqueología de la arquitectura (Universidad Complutense de Madrid), análisis químicos, arqueozoología y arqueobotánica (CSIC), ictiología (Universidad de Marsella)…, han permitido reconstruir la biografía de esa habitación y obtener una secuencia probablemente extrapolable al resto del yacimiento.

El hallazgo de piezas como lucernas intactas, vajillas finas de procedencia africana, junto a anzuelos de bronce y pesas de redes revela a los investigadores que la Isla del Fraile fue algo más que una factoría de salazones y un centro de producción, también fue un núcleo habitado profusamente y en toda su extensión, pese a la orografía irregular del terreno. En el análisis pormenorizado de recipientes (ánforas muchos de ellos) y sus contenidos, descubren que el 70% de las cerámicas halladas son de procedencia africana (Túnez, Libia, Palestina y Siria, entre otras), pero también hay de producción local, lo que apunta a que fue un centro neurálgico de comercio y distribución de mercancías.

Dos campañas subacuáticas con el Ibeam y la Universidad de Almería, además de prospecciones de los fondos con las últimas tecnologías (fotogrametría, sonar de barrido lateral,...), han permitido detectar restos arqueológicos y pecios de todas las épocas. Por su singularidad, destacan el asa de una jarra de bronce del siglo II a.C. (oinochoe) utilizada por las élites sociales, un spatheion (ánfora del siglo VI-VII) que podría indicar una ocupación en época bizantina, una botija sevillana del s XVI (envase usado en la navegación transcoceánica) y hasta botellas de cerámica de güisqui y ginebra de los barcos de vapor del XIX-XX. Bajo las aguas de la bahía también duerme a la espera de ser despertada la historia de toda la Península.

La aparición de fragmentos de cristal de piezas de la Antigüedad tardía, coticolas (tablillas para preparar cremas, ungüentos o cosméticos), lapis specularis (cristales para las ventanas de los romanos) y un mosaico de pasta vítrea azul (utilizado para decorar paredes y bóvedas de edificios importantes paleocristianos) contribuyen a ampliar los estudios sobre la cultura material doméstica de las élites del mundo romano.

Bajo restos de cerámica romana (desprendidos de las partes más elevadas de la isla y precipitados sobre las inferiores) y sobre una pileta para la fabricación de salsamentas y garum, apareció una maqbara, cementerio islámico de los s. XII-XIII que, junto a cuatro fragmentos de cerámica de la época documentan la existencia de un poblamiento medieval, también presente en los fondos de la bahía, donde apareció un candil junto al embarcadero del Hornillo. El estudio de los restos humanos mediante análisis de isótopos está permitiendo comprender el tipo de dieta, las patologías y las relaciones de parentesco entre los habitantes de la Isla del Fraile, entre otros muchos datos.

La última ocupación permanente de la isla es de inicios del XX. De 1912 a 1920, estuvo habitada por el pintoresco personaje 'Don Hugo', Hugh Pakenham Borthwick. Un aristócrata británico que ejerció de espía durante la I Guerra Mundial para controlar el embarcadero del Hornillo, desde donde salía el mineral que Gran Bretaña usaba para la fabricación de armamento, y la presencia de submarinos alemanes. Las edificaciones en las que habitó Don Hugo y la familia que le servía aprovechan parte de las infraestructuras romanas, como uno de los aljibes. La concesión para la explotación de una cantera de láguena fue el último uso que se dio a la isla, que hoy es propiedad del Estado y zona de especial protección de las aves (Zepa).

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200 piezas fechables en un día

Tras el levantamiento topográfico (2019), el proyecto echó a andar en 2020, en plena pandemia y con un presupuesto de 6.000 euros, con una prospección en superficie. «Solo en un día encontramos más de 200 fragmentos de cerámica fechables», destaca Quevedo, lo que revela la riqueza arqueológica de la isla, con, al menos, cuatro fases de ocupación bien documentadas: época republicana (s. II-I a.C.); Antigüedad tardía (s. IV-V), la más intensa; época islámica (s. XII-XIII); y época contemporánea (s. XIX-XX). Y apunta Simó que la proyección que la investigación sobre la isla tenía, el rigor y la profesionalidad de los responsables del proyecto, a los que suma al auxiliar de arqueología del Ayuntamiento, Ricardo Muñoz Yesares, y su pasión por la arqueología dieron el espaldarazo definitivo a la iniciativa, que ya recibe 10.000 euros anuales del Ayuntamiento.

Ahora, a menos de medio año de que se inicie la cuarta campaña -solo acumula 45 días de excavación-, este «proyecto arqueológico y social», como lo definen sus directores por el apoyo de la ciudadanía, los micromecenazgos de las empresas locales y el papel crucial de la docencia y la formación de los universitarios, no deja de sorprender por sus novedosos hallazgos con repercusión internacional. Un impacto que aumenta con la colaboración de especialistas en diversos campos de universidades e instituciones de todo el mundo.

Formación y docencia: Los alumnos becados trabajan en el estudio de los restos hallados en el almacén del s. IVV. Equipo de Investigación de la isla del fraile

De hecho, la isla y los fondos submarinos del entorno y de la bahía son «un laboratorio único para estudiar un fenómeno complejo: la ocupación de pequeños islotes. Nuestro proyecto está revelando una nueva perspectiva sobre cómo estos lugares parecen haber desempeñado un papel significativo en la configuración y evolución de las redes comerciales a lo largo del periodo romano», observa Quevedo sobre lo que se muestra como un centro comercial de redistribución de productos, un 80% procedentes de África, como apunta la presencia de envases, muchos de ellos ánforas, con origen en las actuales Túnez y Libia, pero también de la zona del Egeo, las actuales Palestina y Siria, indica Juan de Dios Hernández.

Con el objetivo de definir la naturaleza del asentamiento, comprender las fases de ocupación y su intensidad y contribuir a la formación de estudiantes, la dirección aborda las excavaciones con un equipo multidisciplinar de investigadores llegados desde todos los rincones y aplicando las técnicas más novedosas de análisis y estudio.

«La estratigrafía es nuestra guía, no tenemos otra», recalca Alejandro Quevedo, para aclarar que analizan todo lo que pueden. «Biomarcadores, composición química, restos de cal que impliquen la presencia de lluvia y, por tanto periodos de abandono, los ácaros (para ver si hubo zonas de estabulamiento),... para saber cómo se articuló el almacén de ánforas, que encontraron pegado al muro perimetral de la isla -de casi 3 m de ancho-, con alzados de hasta 3 m. El análisis de esta pieza demostró un nivel de destrucción generalizado en la isla en el siglo V y reveló, en su última fase de uso, numerosa información mediante la toma de muestras y el análisis multidisciplinar de las ánforas halladas, algunas intactas y con su contenido aún. Estudios de arqueometría (Universidad de Génova), geoarqueología (Universidad de Jaén), arqueología de la arquitectura (Universidad Complutense de Madrid), análisis químicos, arqueozoología y arqueobotánica (CSIC), ictiología (Universidad de Marsella)… Comprendiendo la biografía de esa habitación, podemos obtener una secuencia probablemente extrapolable al resto del yacimiento».

Una historia de espías británicos que ha traspasado fronteras

El último habitante de la isla, ya en época contemporánea, fue sir Hugh Pakenham Borthwick, conocido por los aguileños como 'Don Hugo'. Un británico de origen escocés que habitó la isla de 1912 a 1920 y que, según documentos de la I Guerra Mundial, era un agente de inteligencia británico encubierto de alto nivel que tenía como objetivo vigilar los movimientos de los submarinos alemanes e identificar depósitos de combustible secretos. Además, especula el codirector del yacimiento de la Isla del Fraile Juan de Dios Hernández, «seguramente vigilaba la salida del mineral por el embarcadero del Hornillo, un material que los británicos importaban para cubrir la alta demanda de hierro para fabricar armamento». De hecho, las personas que servían a Don Hugo, contaban que dormía con una pistola bajo la almohada, quemaba los documentos después de leerlos y, también, que le gustaban mucho los caracoles. Este peculiar habitante de la isla llamó la atención de los medios y su historia fue reflejada en diarios nacionales y extranjeros como 'The Times'.

Otro de los hallazgos inesperados fue una maqbara del s. XII-XIII (cementerio islámico) que, junto a cuatro fragmentos de cerámica de la misma época, permitió documentar la existencia de un poblamiento en época medieval, también presente en los fondos de la bahía, donde apareció un candil junto al embarcadero del Hornillo. El estudio de los restos humanos mediante análisis de isótopos también está permitiendo comprender el tipo de dieta, las patologías que padecían y las relaciones de parentesco entre los habitantes de la Isla del Fraile, entre otros muchos datos. «Curiosamente -apunta Hernández-, hemos constatado que la base de la alimentación era el cereal (aparecieron piedras de molino, una de ellas de casi 1 m. de diámetro) y que las proteínas eran mayoritariamente de origen terrestre (gallinas, ovicápridos, vacas y parece que también hay restos de foca)».

Bajo esta necrópolis que, sorprendentemente, albergaba enterramientos cristianos e islámicos, se encontraba una de las piletas para elaboración de salsamentas y garum construidas con 'opus signinum'. Pero, advierten Hernández y Quevedo, la Isla del Fraile es mucho más que una factoría de salazones o un centro de producción artesanal. Una afirmación que les permite hacer el hecho de que hayan encontrado ánforas selladas y con garum procedentes del norte de África junto a otras de elaboración local y no descritas hasta la fecha (Fraile 1), -«que ahora nos falta que encuentren en otros yacimientos», desea Quevedo-, lo que refuerza la idea de que fue un centro de redistribución para el Mediterráneo.

Élites en el islote

Asimismo, el hallazgo de cerámicas de cocina y mesa de lujo, como 'terra sigillata' africanas, de elementos domésticos como cristal, coticolas para preparar ungüentos y cremas, 'lapis specularis' (utilizados como cristales en las ventanas romanas), un mosaico de pasta vítrea azul (usado para decorar paredes y bóvedas de edificios importantes paleocristianos) y el asa de un 'oinochoe' de bronce contribuyen a ampliar el conocimiento de la cultura material doméstica de las élites del mundo romano y a confirmar su presencia permanente en la Isla del Fraile.

Análisis microestratigráficos. Una de las estudiantes del proyecto prepara la recogida de muestras de los diferentes estratos en la excavación. Equipo de Investigación de la isla del fraile
  1. Apoyo de empresas locales y una veintena de estudiantes becados

«Socializar la arqueología, que la gente sea partícipe para que respeten el yacimiento y colaboren» es uno de los objetivos del equipo de investigación, que busca el disfrute social del yacimiento con visitas controladas y que ha logrado establecer una amplia red de vigilancia, que les avisa de movimientos extraños, y de participación, a través de micromecenazgos de empresas locales y de apoyo logístico, como Protección Civil y el Club Náutico de Águilas.

Además, convencidos de la importancia de contribuir a la formación de los futuros profesionales, cada año becan a «una veintena de estudiantes seleccionados por criterios de paridad, se da prioridad a la UMU, con variedad de experiencias (de doctorandos a primer curso) y, estudien donde estudien, que sean de la Región y alguno de Águilas», cuenta Juan de Dios Hernández.

Equipo de Investigación de la isla del fraile
  1. La próxima campaña profundizará en el ordenado y completo urbanismo insular

Como no fue fruto de la casualidad la puesta en marcha del Proyecto de Investigación Arqueológica de la Isla del Fraile, las campañas de excavación sistemáticas en el yacimiento han puesto de manifiesto que el urbanismo insular responde a un programa urbanístico completo y complejo. «Casi el 90% de la isla, pese a su orografía irregular, está ocupada», detalla Juan de Dios Hernández, codirector del yacimiento. Con la colaboración de la UPCT, aplicaron diversas técnicas de teledetección, «el georradar, que no dio resultados porque el suelo es muy salino, y una tomografía que permitió descubrir, como mínimo, tres terrazas, por lo que sabemos que el urbanismo se articula de forma muy ordenada en toda la isla», explica el codirector del yacimiento Alejandro Quevedo.

Una prueba visible de ello es el muro perimetral de la isla, junto al que edificaron, por lo que los arqueólogos descartan que fuera un muro defensivo, como confirmó 'a posteriori' la tomografía de la UPCT, que reveló al menos tres terrazas en la isla. Piletas, almacenes de salazón y aljibes con canalizaciones desde la parte más elevada hasta la inferior, molinos y hornos son algunas de las infraestructuras que revelan «un urbanismo muy complejo y concebido 'a priori', y que las habitaciones se adaptan al perímetro de la isla con patrones irregulares».

Ya en la zona residencial, más hacia el interior de la isla, esperan encontrar las calles de circulación y las infraestructuras habituales en las poblaciones romanas de la época.

Equipo de Investigación de la isla del fraile

¿Podrían aparecer más fases?

Además, la excavación y estudio de la zona más urbana, podría desvelar nuevas fases de ocupación, como la bizantina, con el hallazgo de recrecidos de muros posteriores al siglo V, como ya apuntan la presencia del mosaico de pasta vítrea azul, característico del siglo VI-VII, o un spatheion hallado en la bahía.

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