El relevo generacional es uno de los retos más acuciantes a los que se enfrenta la sociedad actual, con el envejecimiento de la población como una realidad cada vez más preocupante. Una tendencia global que marca un futuro cada vez más incierto y que se ... refleja tanto en el desplome de la natalidad como en las adopciones de menores, que también han caído en picado en los últimos diez años. Según datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística, en 2023 vinieron al mundo 322.075 pequeños. Un dato que confirma la tendencia descendente de la última década (24,1%) en cuanto a alumbramientos y que tiene un claro reflejo en el número de familias que consiguieron amparar legalmente a un hijo no biológico.
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En la Región de Murcia, el año pasado se registraron 14 adopciones nacionales, frente a las 56 materializadas en 2013, según las cifras que maneja la Consejería de Política Social, Familias e Igualdad, lo que supone un desplome del 75%. Respecto a las adopciones internacionales, el batacazo asciende al 95%, ya que en los últimos dos lustros pasaron de 61 a 3. «La caída de las adopciones va en paralelo a la de la natalidad. Socialmente, tener hijos ha dejado de percibirse como una obligación y ese imperativo de ser padre se ha transformado en algo mucho más voluntario», según destaca Marcos Bote, profesor de Sociología de la Universidad de Murcia.
En este sentido, el especialista apunta a la reproducción asistida como un factor determinante que explica el descenso de la presencia de hijos no biológicos en las familias, sobre todo en los casos protagonizados por mujeres que deciden quedarse embarazadas a edades más avanzadas, cuando las posibilidades de concebir se reducen. «La adopción ha sido en parte reemplazada por los tratamientos de fertilidad». A lo que el sociólogo añade que «hoy en día, más del 10% de los niños que nacen en España lo hacen con la ayuda de alguna técnica de reproducción asistida».
Poniendo el foco en los amparamientos internacionales, Bote se refiere a China y al reciente anuncio del gigante asiático de cerrar la puerta a que menores sin familia abandonen el país, dando un giro de 180 grados a su política de adopción transfronteriza, que ha facilitado la llegada a España de miles de menores desde principios de los 90. «El incremento de la protección a la infancia es otro factor que hay que tener en cuenta porque percibimos que los países que facilitan las adopciones internacionales o que tienen un 'stock' elevado de niños huérfanos, no dan buena imagen». En esta línea, el experto en Sociología también apunta el endurecimiento de las condiciones de los países de origen a la hora de adoptar, en sintonía con el reto demográfico al que se enfrenta el planeta. «El envejecimiento de la población es un problema global. Si no hay mecanismos para solucionar la caída de la natalidad, hay que replantearse totalmente la sociedad en la que vivimos, que está pensada en base a un crecimiento que no se sostiene sin el incremento de efectivos poblacionales», alerta Bote.
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'Ranking' de adopciones internacionales
1 Vietnam
2 India
3 Hungría
4 República Dominicana
5 Madagascar
6 Colombia
7 Bulgaria
8 Haití
9 Filipinas
10 Bolivia
En cuanto al origen de los menores adoptados, Asia es el continente más demandado, a gran distancia de América, que ocupa el segundo lugar. Tras la negativa de China a seguir ofreciendo adopciones internacionales, Vietnam es actualmente el país asiático que lidera el 'ranking', según datos publicados por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 correspondientes a 2022. Le siguen en el 'top ten' India, Hungría, República Dominicana, Madagascar, Colombia, Bulgaria, Haití, Filipinas y Bolivia. En el caso de la Región de Murcia, los tres menores que fueron adoptados el año pasado por familias murcianas proceden de Costa de Marfil, Vietnam y Colombia.
Antes de que China echara el tablacho lo hizo Etiopía, el país africano donde nació Jimena hace diez años. Ella fue de las últimas niñas etíopes acogidas por una familia de la Región. Llegó a tierras murcianas siendo una bebé de cinco meses que robó el corazón a sus padres, Manuel Ruiz y Elisabeth Sánchez, dos vecinos de Cehegín que encontraron en la adopción internacional la fórmula perfecta para crear la familia con la que siempre soñaron. «Cuando llegamos al orfanato y la vimos por primera vez, no pudimos contener la emoción; fue una vivencia inolvidable», destaca Manuel, a quien se le saltan las lágrimas al rememorar el ansiado momento en el que conocieron a la pequeña que se convirtió en la primogénita de la casa. «Una niña muy buena, alegre, trabajadora y responsable que tiene el nervio etíope y a la que se le da muy bien el atletismo», como la define su padre.
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Manuel cuenta que tanto él como su mujer siempre barajaron la opción de adoptar. «Ya lo hablábamos siendo novios y llevamos juntos 24 años», detalla. «En 2011 iniciamos el proceso, que puede alargarse hasta diez años, sobre todo en el caso de las adopciones nacionales», explica este educador social de 50 años que trabaja en un centro de menores de Murcia. «Hay parejas que se han separado esperando a que le asignaran un menor y otras que acaban renunciando porque los plazos se eternizan y la vida les cambia; no todo el mundo aguanta una espera tan larga». A lo que añade que no es un camino de rosas. En su caso, antes de conocer a Jimena hubo dos asignaciones de adopción frustradas. «Mi mujer y yo lo pasamos fatal; fueron dos golpes muy duros».
Sobre su experiencia adoptiva, Elisabeth detalla que sufrió varios abortos que precipitaron la decisión de tener hijos no biológicos, aunque los médicos nunca le dijeron que tuviesen problemas de fertilidad. «Simplemente dejamos de intentarlo y al mismo tiempo que iniciamos el trámite para adoptar a Jimena, pusimos en marcha el proceso para conseguir la custodia de Daniel, su hermano pequeño, que llegó a casa con 22 meses hace cuatro años, en plena pandemia». Del benjamín de los Ruiz Sánchez, que antes de afincarse en Cehegín pasó una temporada en el Hogar de la Infancia de Cartagena, su padre resalta que «era un bicho de pequeño; no paraba ni un momento, es un crío muy activo y cariñoso».
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A diferencia de Jimena, la adopción de Daniel fue nacional, lo que hizo que el proceso se alargase nueve años. «Es mucho más complicado que un embarazo, hay que armarse de paciencia y no obsesionarse», sostiene Elisabeth, quien anima a todas las familias que estén pensando en adoptar a que den el paso y que no se desesperen en el camino hacia los hijos no biológicos. «Yo lo volvería a hacer; los críos me dan más que yo a ellos. Creo que los genes están sobrevalorados; son tan míos que ni siquiera me planteo que no llevan mi sangre».
El amor que Manuel y Elisabeth sienten por Jimena y Daniel no entiende de ADN. Tampoco el que Carlos Campos y Luis Alzate profesan por Miguel Ángel, un niño que llegó como una auténtica revolución emocional al hogar de Torre Pacheco donde vive desde hace casi cuatro años. «Es el regalo más grande que nos ha podido hacer el universo», celebran sus padres sin quitar la mirada a un crío de cinco años lleno de energía al que le encanta montar en bicicleta, hacer manualidades con plastilina y jugar con coches y camiones. «Tiene mucha imaginación», confirma Carlos, un molinense de 43 años que trabaja en un centro educativo americano ubicado en El Palmar y que decidió emprender el camino hacia la adopción nacional en 2010, cuando aún no conocía a Luis. «Esto no es un cuento de hadas -remarca-, hay que estar preparado en todos los sentidos».
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Carlos y Luis recibieron el certificado de idoneidad para adoptar en 2015 y desde finales de 2020 comparten su vida con el pequeño, pero no formalizaron legalmente el trámite hasta el pasado mes de junio, cuando recibieron la sentencia firme que los declara padres de Miguel Ángel a todos los efectos. «Hicimos una fiesta con nuestros seres queridos para celebrarlo por todo lo alto». Un evento al que no faltó la familia que acogió de urgencia al menor para que no fuese a un centro siendo bebé, formada por Maite, Antonio y los cuatro hermanos canguro de la criatura. «No queremos perder el contacto con ellos, son parte de la historia de Miguel Ángel y hemos creado un vínculo muy fuerte, estamos muy agradecidos». Sobre el día en que se convirtieron en una familia de tres, ambos destacan que sintieron «ilusión a la par que miedo, como todas las familias del mundo que crían a sus hijos; transformó nuestras vidas para mejor».
Cuando Irene Fernández echa la vista atrás, también resalta los malabares que su marido, Sergio Gallego, y ella tuvieron que hacer para adaptar sus rutinas a la llegada de Elena, una niña de 11 años que vino desde Etiopía a Molina de Segura en 2015, cuando aún no había cumplido los dos años. «Habíamos intentado tener hijos biológicos, pero hubo complicaciones y decidimos optar por la adopción internacional, ya que los plazos de la nacional son mucho más largos».
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Tras un proceso que duró tres años y medio, viajaron a Etiopía para traerse a la menor, después de una estancia de casi un mes en el país africano. «Fue muy importante para conocernos y crear un vínculo de apego con ella; que al ser un bebé fue relativamente fácil», explica Irene. Casi una década después, rompe a llorar al preguntarle cómo es su pequeña, una niña «muy trabajadora» a la que le encanta practicar deportes como el baloncesto y el balonmano. A lo que su madre añade que siente pasión por los animales, especialmente por sus dos gatos, 'Bob' y 'Coco', a los que cuida «como si fueran sus dos bebés». «Ni en mis mejores sueños hubiera imaginado tener una hija así; los genes no marcan el amor», resalta orgullosa de su pequeña.
La Región cuenta desde noviembre del año pasado con una nueva asociación que está dando «pasos pequeños, pero muy sólidos». Se trata de En familia sí, que ha conseguido unir a unas 40 familias adoptivas murcianas en su corta andadura. Un proyecto para «compartir experiencias y hacer piña» que tiene su origen en la Escuela de Padres de Familias Adoptivas, según explica la secretaria de la asociación, Irene Fernández. «Nuestro principal objetivo es crear un espacio de asesoramiento y apoyo, tanto para familias adoptivas como acogedoras. Les acompañamos en el proceso burocrático para tender la mano a quienes están atravesando este camino, en el que a veces te puedes sentir un poco perdido».
«Empezamos organizando cafés-tertulia una vez al mes con una trabajadora social; después conocimos a la presidenta de la asociación nacional La Voz de los Adoptados, Flavia Guardiola, quien nos animó a constituirnos como asociación». Además de las charlas mensuales para los padres con psicólogos, en las que abordan todo tipo de temáticas relacionadas con la crianza, la asociación organiza convivencias en las que los menores adoptados son los grandes protagonistas. «Está siendo una experiencia genial, hay niños de todas las edades y han hecho piña; se sienten identificados, es muy importante para ellos», explica Irene sobre la unión de menores procedentes de distintos lugares del mundo, así como del territorio nacional. «Hay mucha diversidad, es un espacio libre de prejuicios. No hay familias modelos de familia; cada uno hace lo que puede con las herramientas que tiene a su alcance», subraya al referirse al carácter acogedor de esta asociación, que está abierta a que «todas las familias adoptivas y acogedoras que lo deseen se unan».
Hasta la fecha, han celebrado varios encuentros con los menores adoptados en los que han hecho el descenso del río Segura, han disfrutado de un día de playa en la Cala del Pino, han avistado aves en La Contraparada y han compartido una comida en plena naturaleza en El Valle Perdido de Murcia. «Hoy hemos quedado para ir a la Fundación Centauro Quirón y hacer actividades con los animales abandonados a los que acogen», detalla Irene sobre la cita de este domingo.
«Tenemos mucho trabajo por hacer, pero también mucha ilusión por seguir dando avanzando; hemos llegado para quedarnos», resalta sin olvidar a todas las personas que están haciendo más fácil este camino. «Estamos muy agradecidos con todos los que nos están echando una mano de forma totalmente altruista para ayudarnos a crecer; hemos creado una gran familia».
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