Un parásito arrasa las poblaciones de nacras
El Mediterráneo español pierde casi todos sus ejemplares de este molusco gigante; también la Región, que albergaba las mayores densidades
Miguel Ángel Ruiz
Miércoles, 31 de mayo 2017, 01:35
Los fondos marinos de Isla Grosa, frente a La Manga, son ahora mismo lo más parecido a un cementerio de nacras, el enorme molusco que en apenas un año ha desaparecido del Mediterráneo español. La causa de este veloz episodio de mortandad es un parásito de origen desconocido que en tiempo récord prácticamente ha extinguido las poblaciones de 'Pinna nobilis', un bivalvo no comestible asociado a las praderas submarinas de entre 15 y 35 centímetros -excepcionalmente alcanza más de un metro de longitud- y que, adherido al fondo, desempeña una impagable función de filtrador del agua. «Hay antecedentes de infecciones en bivalvos, ha sucedido antes con las ostras, pero esto no lo habíamos visto nunca», explica a 'La Verdad' Juan Manuel Ruiz, experto del Centro Oceanográfico de Murcia que participa en la investigación de este misterioso exterminio.
Un suceso que ha alarmado a la comunidad científica y que comenzó a documentarse en la costa de la Región hace unos meses. «En la primavera pasada no se había detectado aún; fue en otoño de 2016, cuando algunos colegas nos preguntaron si aquí también se estaban muriendo las nacras», relata Juan Manuel Ruiz, uno de los grandes especialistas españoles en vegetación sumergida. Fue entonces cuando comprobaron el desastre: «Alertados por la mortalidad que se estaba registrando en el resto del litoral, se repitió el recuento de nacra y el resultado fue devastador: casi el cien por cien de la población había muerto. Ya ni siquiera se encuentran las valvas de los individuos muertos, excepto en Isla Grosa, donde la densidad de individuos era excepcional», añade.
El centro murciano del Instituto Español de Oceanografía tenía perfectamente registrada la presencia de 'Pinna nobilis' en los fondos de la Región gracias a su programa de seguimiento de las praderas de posidonia. Un proyecto científico -financiado por la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca y fondos europeos (FEMP)- que evalúa año a año el estado de esta planta marina en veinte estaciones de control y que ha permitido también medir las poblaciones de este molusco. Y las de la Región eran las más abundantes de la costa mediterránea española, con densidades de entre 0,4 y 6,25 individuos por cada 100 metros cuadrados salvo en Isla Grosa, donde se registraron concentraciones de hasta 30.
Solo se salva Cataluña
«En el Mar Menor, donde la población de nacra es igualmente excepcional, también han muerto todos los individuos excepto en las zonas más someras, donde se observa cierta supervivencia; en el caso de la laguna se desconoce si han desaparecido por la misma causa que las del Mediterráneo, o esta mortandad está relacionada con la repentina desaparición de las praderas marinas», añade. La situación es igual de desoladora en Baleares, Andalucía y Comunidad Valenciana, aunque de momento Cataluña se salva del protozoo implacable que ha puesto al borde de la desaparición en España a esta especie de mejillón gigante que solo vive en el Mediterráneo.
Aunque los científicos aún no saben si este parásito que bloquea el aparato digestivo de las nacras aún no ha llegado a la costa catalana, o por el contrario las poblaciones arrasadas podrían recuperarse a partir de este pequeño reservorio que aún resiste. Análisis genéticos alertan de que se puede tratar de un haplosporidio, animales unicelulares parásitos de bivalvos.
«De momento no se puede hacer nada», se resigna Juan Manuel Ruiz, «porque episodios de muertes masivas han ocurrido en otras ocasiones. Pero en este caso no tenemos datos suficientes para saber si se ha producido de forma natural o inducido por la mano del hombre».
Las conchas de las nacras, una especie amenazada cuya situación legal ha pasado de 'vulnerable' a 'crítica' en pocos meses, se han capturado como trofeo y utilizado tradicionalmente como elemento decorativo. Las 'pinnas' han resistido tanto las agresiones de las anclas de los barcos como la recolección por parte de los submarinistas, hasta que las esporas de un parásito hasta ahora desconocido amenazan con borrarlas del fondo del mar.
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