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José Carlos, junto a sus padres -José Ruiz y Francisca González-, el día del entierro de sus hermanos.
La vida renace en la escena del crimen

La vida renace en la escena del crimen

Quince años después del parricidio de Santomera, el hijo mayor de Paquita sale adelante con su esposa y sus dos niños en el mismo dúplex donde se produjo el doble infanticidio

Rebeca Martínez Herrera

Domingo, 15 de enero 2017, 00:59

Mientras la parricida de Santomera pasa sus días entre rejas en Campos del Río por haberle quitado la vida a sus dos hijos pequeños, sus nietos se crían felices en la misma casa donde ella sembró el horror. «Sabe que es abuela, pero no los conoce, ni los conocerá», aseguran fuentes cercanas a su familia.

Francisca González fue condenada a 40 años de prisión por estrangular con el cargador de un teléfono móvil a Francisco Miguel y Adrián Leroy -de 6 y 4 años-, dos de sus tres hijos. Están a punto de cumplirse tres lustros desde aquella fría madrugada del 19 de enero de 2002 en la que, además de dar muerte con sus propias manos y en su sano juicio a sus dos pequeños, abocó a su primogénito (y superviviente) a la dura sentencia emocional de vivir marcado por un suceso que pasará a la historia como uno de los capítulos más trágicos de la crónica negra de la Región y del resto de España.

José Carlos, el hijo mayor de Paquita -como se la conoce en Santomera-, es un claro ejemplo de superación. Su vida se puso del revés cuando solo era un adolescente de 14 años en pleno desarrollo, pero ha conseguido plantarle cara a la tragedia y salir adelante formando su propia familia. Se casó y es padre de dos niños que «son su pasión». Ajenos al pasado de su progenitor, las dos criaturas le han regalado la oportunidad de volver a mirar al futuro con esperanza e ilusión en la misma vivienda donde su mundo se desmoronó por completo. «Ahora trabaja como pintor y está muy bien, pero cuando llegan estas fechas lo pasa muy mal».

Y es que hay heridas tan profundas que no se curan ni con el paso del tiempo. Su dolor sigue latente, por eso prefiere guardar silencio y no conceder ninguna entrevista a los periodistas que estos días llaman insistentemente a su puerta.

Sí lo hizo en un programa de televisión, cuando se cumplió una década del estremecedor suceso. Con la voz entrecortada por la emoción que le producía rememorar los momentos más difíciles de su vida, José Carlos explicó cómo se enteró de que fue su madre quien había asesinado a sus dos hermanos, aunque en un primer momento Paquita simuló un robo. «Al principio no pensaba que había sido ella. ¿Cómo lo iba a pensar? Pero poco a poco me enteré, con lo que no quería ver en la televisión y lo que decía la gente». «Nunca hablo de este tema, lo tengo apartado para poder seguir viviendo», aseguró. Un silencio que algún día tendrá que romper para explicarle a sus dos hijos lo que les pasó a sus 'titos' en el dúplex donde juegan, ríen y sueñan. «Quizá ese sea el cara a cara más duro al que se tenga que enfrentar», el que ahora evita para no revivir los días más oscuros de su existencia, señala su entorno.

Nadie pujó por la vivienda

La Audiencia Provincial sacó a subasta la mitad de la 'vivienda maldita' en diciembre de 2009 para hacer frente a las indemnizaciones fijadas en la sentencia que condenó, en noviembre de 2003, a la parricida de Santomera: cuatro décadas de prisión por asesinar a sus dos pequeños en un ataque de locura desencadenado por «la cocaína, el güisqui, las pastillas y el miedo», según sus propias declaraciones. Pero nadie pujó por el inmueble y el proceso se declaró desierto. Finalmente, fueron José Carlos y su mujer quienes adquirieron la propiedad (pagando la mitad a su padre) y la convirtieron en un hogar. «Vivo en mi casa. ¿Por qué me voy a ir a otra si esa es la mía? Después de todo lo malo, es difícil que te hagan más daño. Prefiero estar en mi casa que dejarla abandonada», destacaba durante la citada entrevista en televisión.

Entre esas cuatro paredes, el hijo mayor de Paquita se ha armado de valor. Gracias al apoyo de su mujer y sus amigos, José Carlos ha ido encauzando su vida. No solo perdió de forma dramática a sus dos hermanos pequeños, también a la mujer que le trajo al mundo, a la que nunca ha visitado en prisión. «Jamás ha ido a ver a su madre y no tiene ninguna relación con ella. Paquita ni siquiera le ha enviado una carta desde la cárcel pidiéndole perdón por lo que pasó».

Desarraigo parental

Tampoco tiene prácticamente relación con su padre, José Ruiz, que se marchó a Ecuador para empezar de cero porque «se quedó muy solo y no aguantaba más». No le ve desde hace diez años, la última vez que vino de visita.

Pero ese desarraigo parental, lejos de hundirle, le ha hecho aún más fuerte. José Carlos ya no es el adolescente de hace 15 años, ahora es «un buen padre» que lucha por sacar a sus hijos adelante. «Todo el tiempo libre que tiene lo pasa jugando con ellos». Unos críos a quienes transmite todo el amor que sentía por sus hermanos. Esos dos niños «que siempre llevará en su corazón», cuyas fotos ocupan un lugar muy destacado en la casa donde la luz ha ganado la batalla a la oscuridad.

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