INMA RUIZ
Lunes, 22 de agosto 2016, 11:59
¿Qué comían los dioses en el Olimpo? Si usted está puesto en mitología, quizá le suene la ambrosía, un néctar divino de componentes indeterminados que confería la inmortalidad. Aunque, ahora, ese néctar bien podría llamarse paparajote y los jardines del Olimpo ser un restaurante brasileño frecuentado por atletas españoles. Esa ambrosía del siglo XXI se sirve en el restaurante Entretapas, en Río de Janeiro, propiedad del empresario lorquino Antonio Alcaraz, que el Comité Olímpico Español (COE) ha designado como Casa de España durante los Juegos.
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«Siempre seguí los Juegos Olímpicos, para mí son mucho más que una competición. Representan la superación, la unión y el espíritu de equipo, incluso para quienes los seguimos como espectadores», explica. Ahora, por su moderno restaurante en la ciudad carioca, desfilan la nadadora Mireia Belmonte, el tenista Rafa Nadal y la piragüista Maialen Chourraut, haciendo resonar sus medallas y festejando su éxito deportivo entre pinchos de arroz con pavo, zarangollo y ensalada murciana.
Curtido en el mundo empresarial (trabajó en una multinacional hasta el año 2000 y le propusieron ser director general en Argentina), Alcaraz ha sido un emprendedor nato, y recorrió mucho mundo antes de recalar en Brasil «con una mochila cargada de afectos y provisiones de cariño». No tardó en convertir ese país en su casa. Descubrió que tiene capacidad para adaptarse a costumbres y sabores diferentes: «Abrí mi mente para encontrar oportunidades de crecer», dice, y aprendió a valorar las cosas que tiene a su lado cada día. Se siente satisfecho de haber cumplido su sueño de cuando era pequeño de viajar y conocer otras culturas. A todos les dice que es español, murciano y lorquino, pero se define como «brasileño por elección» porque le gusta sentirse del lugar, no está dispuesto a vivir las cosas a medias ni echar en falta nada. «Lo que más quiero, mi familia y amigos, viaja dentro de mí».
Boda en la Alhambra
Junto a su marido Jan -con el que se casó en la Alhambra de Granada hace una década-, ha sorteado muchos obstáculos hasta que en 2010 abrieron el restaurante que acaba de consagrar el COE como lugar de referencia de la familia olímpica española en Río de Janeiro. «Es un trabajo duro, ya que tú trabajas para que otros disfruten, pero eso te permite conocer a mucha gente interesante. Y a mí me gusta la gente», asegura este lorquino de la cosecha del 69, diplomado en Empresariales por la Universidad de Murcia.
Pimentón, azafrán y jamón serrano viajan en su maleta tras cada visita a la Región, y contribuyen a engrosar un menú premiado en el país carioca con varios reconocimientos, como el galardón especial por haber construido el primer restaurante sostenible en el país y haber obtenido, por dos años consecutivos, la clasificación especial 'Bib Gourmand' en la Guía Michelin por ofrecer «excelente gastronomía a buen precio». Y esto pese a que nunca había pensado dedicarse a la hostelería. Cuando abrió el restaurante, solo se iba a quedar tres meses ayudando a Jan con la gestión, «pero la vida es caprichosa, te lleva a veces a lugares que no imaginabas.». Cree que su éxito radica en mimar al cliente en un lugar bonito y lo más agradable posible y ofrecerle excelentes platos de la gastronomía española con guiños a su tierra, que siempre tiene presente.
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La vuelta a su tierra
En la cocina de Entretapas no solo se guisan excelentes platos murcianos pasados por el tamiz brasileño, sino también proyectos solidarios como 'Gastromotiva', una iniciativa de la que se siente particularmente orgulloso. Junto a su marido y otra chef amiga, trabajan para llevar hasta Río a jóvenes de familias sin recursos y capacitarlos para transformarlos en auténticos profesionales de los fogones. Ya han formado a cientos de chavales y muchos de ellos acaban abriendo sus propios negocios. «Es bonito ver cómo las personas descubren su talento y consiguen cambiar sus vidas». Antes de dedicarse a esto ya colaboraba con una casa de acogida de niños.
Al otro lado del charco, rememora el bar El colorín, que su familia regentaba en el barrio de Cristo Rey antes de ser La Viña, un lugar al que no descarta volver. Se ve envejeciendo en Lorca, junto a su marido, «porque todo viaje de ida tiene viaje de vuelta» y porque la 'saudade', su palabra favorita en portugués (la ausencia ) hace que, «cuando uno está lejos de su país, acabe echando de menos hasta lo que antes echaba de más».
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