Ricardo Fernández
Miércoles, 27 de julio 2016, 03:24
El robo -si es que puede denominarse de esa forma- es tan extraño que bien podría servir de arranque a una novela negra. Unos desconocidos, al menos dos personas, asaltaron días atrás el domicilio del Fiscal Anticorrupción, Juan Pablo Lozano, y solo se apoderaron de su ordenador personal, en el que guardaba la documentación íntegra de todos los casos de corrupción que coordina y de los que se encuentran en un estado de investigación inicial, además de las claves (PIN y PUK) de su teléfono móvil. Los asaltantes despreciaron cuantos objetos de valor encontraron en la vivienda -cámaras de fotos y de vídeo, algún anillo de oro, relojes, televisores...-, lo que ha conducido a sus compañeros de la Fiscalía Superior al convencimiento de que se trata de «un asalto de corte mafioso», cuyo objetivo último no sería tanto obtener información reservada acerca de sus investigaciones como lanzarle un aviso.
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«Si lo que pretenden es intimidar a Juan Pablo, y es algo que me parece obvio, deben ser conscientes de que no es posible intimidar a una Fiscalía entera. Ni lo van a conseguir con Juan Pablo Lozano ni lo van a lograr con el resto», advirtió ayer el máximo responsable del Ministerio Público en la Región, Manuel López Bernal, en un mensaje tan diáfano como contundente.
Y es que las características del asalto parecen descartar que haya sido cometido por delincuentes comunes, y mucho menos que el objetivo fuera elegido por azar.
La familia estaba en la playa
Fuentes conocedoras del suceso explicaron que los hechos se desarrollaron el fin de semana del 16 y 17 de julio, entre la noche del viernes y la tarde del domingo, aunque la lógica apunta a que debió de producirse a lo largo de la madrugada del sábado o del domingo, por ser los periodos en los que existen menos posibilidades de verse sorprendidos. Los delincuentes actuaron además con total tranquilidad debido a que el fiscal y su familia se habían trasladado a la costa murciana para disfrutar de un fin de semana de playa, lo cual apunta incluso a que pudo existir un seguimiento previo.
El acceso al domicilio no fue directo. Los asaltantes, que parecían tener bien planificado el robo, entraron en un edificio colindante y accedieron a la azotea, desde la que pasaron al terrado del inmueble en el que Juan Pablo Lozano tiene su ático. Pero antes de alcanzar su objetivo tuvieron que atravesar la terraza de un vecino, cuya vivienda se salvó de ser violentada. De hecho, los delincuentes ni siquiera trataron de forzar el acceso a este inmueble y se encaminaron directamente hacia la propiedad del Fiscal Anticorrupción.
Una vez alcanzado su destino, todo apunta a que uno de los asaltantes mantuvo levantada a pulso la persiana de una de las ventanas, mientras su compañero utilizaba un destornillador o una herramienta similar para forzar el cierre. Algo que además realizaron con gran limpieza y sin apenas causar daños.
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El registro de la vivienda fue tan limpio como minucioso: fueron abriendo uno por uno todos los cajones y los armarios y hasta vaciándolos de ropa, que dejaron ordenadamente sobre las camas. Pero no causaron destrozo alguno.
A lo largo del rastreo localizaron una cámara de fotografía reflex y otra digital compacta, una moderna cámara de vídeo, relojes, joyas... Nada de ello despertó el más mínimo interés de los asaltantes, que incluso despreciaron el ordenador que los hijos del fiscal Lozano tienen en su dormitorio. Hasta se salvaron del saqueo los 200 euros en metálico que la familia tenía guardados en un bolso.
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La intrusión en el ámbito más privado del Fiscal Anticorrupción se saldo con un escaso botín, al menos si hay que atender al aspecto estrictamente económico: la desaparición de su viejo ordenador personal Acer, cuyo valor en el mercado negro es prácticamente nulo, pero en el que sin embargo almacenaba toda la documentación sobre los asuntos de corrupción que están en investigación. Y, lo que resulta especialmente significativo, la tarjeta plástica en la que estaban grabadas las claves PIN y PUK de su móvil, que guardaba en la misma caja con la que en su día adquirió el teléfono.
La Policía está investigando
Juan Pablo Lozano descubrió que habían accedido ilegalmente a su domicilio a primera hora de la noche del domingo, cuando regresó de la playa junto a su mujer y sus hijos. Su primera reacción fue pensar en un simple robo y así lo notificó a la Sala del 091, a la que telefoneó para informar del asalto. Pero cuando comenzó a revisar la vivienda y constató que todos los objetos de cierto valor habían sido despreciados por los intrusos, y que solo se habían llevado su ordenador, volvió a llamar a la Policía y se identificó como el Fiscal Anticorrupción. «Envíen a alguien para que investigue, porque esto no parece un robo normal y corriente», alertó.
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Los agentes de la Policía Científica que inspeccionaron la vivienda no hallaron, en principio, ninguna pista sólida que permita conducir a una rápida identificación y detención de los autores. De hecho, todo indica que no lograron sacar huellas dactilares de la persiana y de la ventana violentadas, como tampoco del mobiliario interior, ya que las pocas señales que dejaron los asaltantes indican que portaban guantes.
Lozano declinó ayer hacer declaraciones, aunque algunos de sus compañeros afirmaron que «su ánimo es bueno y está trabajando con normalidad». Todas las fuentes consultadas confirmaron que «la Fiscalía ha hecho piña con Juan Pablo; el apoyo es absoluto y unánime».
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