Fernando Perals
Lunes, 1 de junio 2015, 12:36
Asegura que tiene la fortuna de ser un privilegiado porque ha tenido la suerte de dedicarse siempre a lo que más le ha gustado: ayudar a los demás. Juan Antonio Balsalobre Guerrero, que nació hace 42 años en el murciano barrio de San Antolín, es una de las 19 caras que la Oficina de Información del Parlamento Europeo en España y la Representación de la Comisión Europea ha elegido para una campaña con el fin de dar visibilidad al Año Europeo del Desarrollo. Al coordinador de Cruz Roja en Murcia le entró el gusanillo en la Universidad. Un grupo de jóvenes estudiantes, organizados en Universitarios por el Sur, se sintió atraído por la solidaridad, la lucha contra la exclusión social y los derechos humanos. Con apenas 20 años y atraídos por la lucha del 0,7% en cooperación internacional, organizaban ciclos en el recinto docente para transmitir un mensaje de solidaridad global, «siempre con un sentido de traspasar fronteras con todas las inquietudes que teníamos». Recuerda a los catedráticos María Teresa Pérez Picazo y Alejandro García, docentes que formaron su carácter.
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El compromiso le llevó a conocer mundo. El sociólogo se fue primero a Venezuela, en 1999, días antes de la toma de posesión de Hugo Chávez como presidente de la república latinoamericana. Se unió a la ONG Centro al Servicio de la Acción Popular, fundada por curas españoles y belgas en Caracas. «Aquello fue un salto al terreno». Nicaragua, Albania, Bolivia -donde vivió tres años- Ecuador, Costa Rica y Cuba fueron países en los que su labor social le permitió conocer diferentes culturas.
De allí le viene su afición por la literatura iberoamericana. Empedernido lector de Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano, además del albanés Ismail Kadaré y el español Miguel Delibes. Indica que su carácter es balcánico y latino, porque su presencia en Kosovo le marcó su sensibilidad. «Todos tenemos necesidades similares, sufrimos y nos alegramos de la misma manera. Cuando eres cooperante siempre vas con el anhelo de luchar contra la pobreza y la desigualdad».
Mantiene amistad con los campesinos del altiplano boliviano. «Cultivan la coca como única manera de subsistencia». Se siente vinculado emocionalmente a Nicaragua y Albania, «un país muy mediterráneo y a la vez otomano, que había pasado una dictadura comunista y que tenía una cultura muy particular». Alaba su hospitalidad. «Te invitaban a comer el mismo asado de patatas y cordero que ellos tenían en su mesa y que sabía igual al que me hacía mi madre en el barrio de San Antolín». Se siente un murciano «renovado», porque el hecho de haber viajado tanto le ha dado la oportunidad de conocer distintas sociedades.
Los organizadores de la campaña europea consideraron que Juan Antonio da el perfil y que este murciano representa los valores, siempre vinculado a la cooperación para el desarrollo. Dice sentirse orgulloso «porque es un honor estar en este proyecto, ya que provoca un debate en la Unión Europea, porque es un reto y desafío mayúsculo el que nos espera y el compromiso con las generaciones futuras. Existe una gran desigualdad en el mundo, a pesar de los esfuerzos de los últimos años».
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«Cuando el intenso trabajo me da un respiro, paso el tiempo en familia, con mi pareja María Ángeles y mi pequeño Miguel, que va a cumplir cuatro años», afirma este luchador incansable, que no es muy aficionado al deporte, aunque quisiera retomar la actividad física con paseos en bicicleta por la huerta murciana. Gran aficionado a la fotografía, ha documentado todos sus viajes, y no disimula que cuando puede enseña las fotos a sus amigos y familiares.
Su perfil internacional no le aleja de su trabajo como coordinador local de Cruz Roja. Desde su puesto ayuda a los más desfavorecidos «y que tengan asegurados sus derechos como persona». Atiende a personas dependientes, mayores y discapacitados, menores tutelados por la Administración, inmigrantes en situación de vulnerabilidad, seropositivos, trabajadores del sexo, drogodependientes y niños y jóvenes en riesgo de exclusión social. «Un compromiso irrenunciable», dice con seguridad. No se olvida de las más de 5.000 personas que han perdido la vida tratando de llegar a Europa a través del Mediterráneo en los últimos meses. «Hemos podido ayudar a tantas personas gracias a la inestimable labor de los voluntarios, que están redoblando sus esfuerzos en estos momentos, y a la solidaridad de la sociedad».
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Sobre todo le gustaría que le recordaran como «una persona que ha disfrutado con lo que ha hecho y que ha intentado poner un granito de arena para que haya un mundo más igualitario».
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