Pedro Antonio Ruiz cuida de sus colmenas instaladas en la finca de su familia en Pliego. :: martínez bueso

El campo, ese valor seguro

Centenares de jóvenes, muchos de ellos con titulación, han buscado en los últimos años en la agricultura y la ganadería una salida laboral firme con la que escapar de las altas tasas de desempleo. Las asociaciones agrarias alertan de que este sector también tiene grandes riesgos y que es necesaria una formación adecuada. Exigen a la administración una tramitación más ágil de las ayudas y «garantías legislativas» para su labor

Lola Guardiola

Lunes, 2 de marzo 2015, 14:27

Sonsóles Rodríguez ha encontrado en una pequeña extensión de tierra entre Águilas y Lorca el horizonte de futuro que lleva años persiguiendo. Esta toledana de 38 años, afincada en la Región, ha apostado por la agricultura ecológica como una salida laboral firme con la que poder asegurar el bienestar de sus dos hijos pequeños. «Actualmente mi marido y yo estamos sin trabajo», explica. «Ahora hay mucha gente que demanda agricultura ecológica y creemos que es una salida». Aunque estudió arquitectura de interiores en Madrid y actualmente se afana en sacarse el grado en la materia, Sonsóles tiene claro que el campo es su presente y su futuro. «Tenía que elegir entre irme a la ciudad a trabajar de lo mío por un sueldo mísero o seguir con mi vida aquí, tan feliz», remarca alegre. El campo, en su caso, es una esperanza a la que aferrarse.

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  • jóvenes recibieron ayudas entre 2009 y 2014 para abrirse paso en la agricultura o la ganadería.

  • de estas ayudas se concedieron a vecinos del Noroeste, mientras que

  • el Altiplano y el Guadalentín se hicieron con otro 18%.

Como Sonsóles centenares de jóvenes han optado en los últimos años por tratar de ganarse la vida en sectores como la agricultura, la ganadería, la apicultura... Las altas tasas de desempleo juvenil -de alrededor del 50%-, las escasas expectativas de inserción en otros sectores y la rentabilidad que ofrecen algunas de éstas áreas han llevado cada año a cerca de 800 jóvenes murcianos -pueden llegar al millar- a buscar una salida laboral en el campo, según las cifras que maneja la Coordinadora de Organizaciones Agrarias y Ganaderas (Coag) de la Región. En ocasiones se trata de jóvenes formados en otras materias, incluso titulados universitarios, que deciden dar un giro de 180 grados a su vida en busca de una independencia económica que en lo suyo se perfila complicada. Alfonso Gálvez, secretario general de la asociación agraria de jóvenes agricultores (Asaja) en la Región, confirma esta tendencia. «En los últimos años hemos observado una mayor demanda de formación e información», explica. «Algunos jóvenes han visto en este sector una opción de autoempleo». El secretario regional de Coag, Miguel Padilla, también sostiene que actualmente hay «expectativas muy importantes» depositadas en este sector. Santiago Martínez, presidente de la Federación de Cooperativas Agrarias de Murcia (Fecoam), explica que este fenómeno se está dejando notar en todo el país y recalca que «son muy pocas las parcelas que están sin cultivar».

Un refugio de empleo

«El campo ha sostenido la economía regional estos años»

Jesús Maeso, responsable del área de Economía de la confederación regional de organizaciones empresariales de la Región (Croem), explica que en el último lustro la agricultura ha sido uno de los poquitos sectores que ha subido en términos de Producto Interior Bruto (PIB) y empleo. «Ha sostenido la economía regional en estos años de crisis», remarca. Además, ha ejercido un 'efecto arrastre' sobre otros sectores, como la industria agroalimentaria o el transporte, con los que mantiene una estrecha relación.

Algunos de los jóvenes que se han interesado en los últimos años por la agricultura y la ganadería provenían de la construcción, un sector dinamitado tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Es el caso de Pedro Antonio Ruiz. Este vecino de Pliego, de 37 años, se ganó la vida durante un tiempo como pintor, pero la crisis económica lo golpeó con dureza y le obligó a barajar nuevas posibilidades. La afición de su suegro, un agricultor de la zona, por la apicultura lo puso sobre la pista. «Mi suegro tiene albaricoqueros y necesitan polinización», explica. Actualmente tiene unas cuarenta colmenas, pero, como otros tantos interesados, aguarda la concesión de unas ayudas para poder ampliar el negocio. «Quiero hacerme con unas 500 para poder vivir de esto», recalca. A día de hoy, su mujer, explica, no trabaja y ambos planean que la apicultura les dé un día para sacar adelante su hogar e, incluso, para «poder dar algún jornal». Aunque Pedro ha trabajado en numerosos sectores, reconoce que se interesó por este ámbito de la ganadería en su intento de «buscar algo más seguro».

Este mismo objetivo persigue, a sus 28 años, Dionisio Jiménez Guardiola. Este jumillano estudio un grado medio de Soldadura y Calderería, pero la falta de empleo le llevó hasta la agricultura. Ha decidido recuperar el trabajo de sus antepasados y poner en marcha las tierras, propiedad de su madre y su tía, ubicadas en el paraje del Estrecho Marín, que en la actualidad están en desuso. Jiménez, amante de la naturaleza, aún está realizando cursos de formación para aprender el que, espera, sea su oficio. «Vivo todavía con mis padres y no tengo recursos económicos, por ello quiero pedir ayudas para poder dedicarme al campo», remarca. «Quiero tenerlo como modo de vida, una opción más que no se debe olvidar en tiempos de crisis».

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Se amplía el perfil

Una 'cantera' muy diversa y no siempre con tradición

Como Dionisio son muchos los jóvenes que han llegado al sector siguiendo una tradición, un camino ya andado. «Hay muchos casos de gente que ya pertenece a una generación familiar de agricultores», recalca Alfonso Gálvez, el secretario general de Asaja. Padilla, de Coag, también sostiene que una parte importante de esta 'cantera' son «jóvenes que sus padres tienen una explotación familiar y la van a seguir».

José Antonio Díaz Navarro, de 37 años, lleva toda su vida ligado al campo. Hace 15 años, sin embargo, que desarrolla la agricultura de forma profesional. En el año 2000 decidió comprar a sus padres una parcela para plantar una viña. Se compró un tractor y construyó un pequeño embalse para que no le faltase el agua para el riego. Acababa de terminar los estudios de Formación Profesional (FP) de auxiliar de explotaciones agropecuarias y aprovechó el plan de ayudas a la incorporación de jóvenes al campo, para iniciarse como autónomo. Casado y con dos hijos, diariamente se dedica a cuidar de sus propios viñedos y de la siembra de cereales de trigo, avena y centeno. También se encarga de varias fincas arrendadas próximas a las suyas a cambio de un «diezmo». José Antonio también ha sido de tradición ganadera y siendo un chiquillo se encargaba de apacentar al ganado y de ordeñar las cabras. Sus padres tienen una explotación ganadera de unas 350 cabras de la raza murciana y también aporta su trabajo.

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Marcos Alarcón, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de la Región, explica que, sin embargo, en los últimos años se ha «ampliado el perfil» de jóvenes que deciden buscar en el campo o la ganadería una forma de ganarse el pan. El porcentaje de interesados que provenían de familias ya ligadas al sector era antes muy alto. En los últimos años, sin embargo, han comenzado a asomar la cabeza otros jóvenes, muchos de ellos con titulación universitaria, que buscan en este ámbito una seguridad económica. «Estos jóvenes encuentran en la agricultura una vocación tardía y a la vez una salida profesional», remarca Alarcón.

Sonsóles, por ejemplo, reconoce esa vocación tardía por el campo. «Desde que fui madre me intereso mucho por lo natural, por el tema ecológico...», explica. En una pequeña parcela en la comarca del Guadalentín, planea cultivar con mimo verduras y hortalizas libres de productos químicos y venderlas directamente en los mercados semanales de la zona.

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Desde las asociaciones agrarias insisten, no obstante, en que, pese a actuar como un nicho de empleo, el campo es un sector que necesita de formación y que implica un gran esfuerzo. «La agricultura puede parecer a veces un refugio, pero no es así», recalca Padilla. «Es un negocio con un riesgo importante y no puede funcionar si no se tiene vocación y un cierto espíritu de sacrificio». Alfonso Gálvez, de Asaja, recalca que «es fundamental que la gente se incorpore con un nivel de formación adecuado».

Santiago Martínez, presidente de Fecoam, lamenta la entrada en el sector de muchos jóvenes «sin ningún tipo de formación, que están creando empresas». Martínez asegura que éste es un sector con muchos riesgos y explica que hay que estar bien formado para evitarlos. «Hay muchos casos de gente que no está asesorada, que plantan variedades que ya no están en el mercado».

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El pachequero Juan Antonio Inglés proviene de una familia ligada al campo, pero eso no fue óbice para que decidiera formarse para el oficio. Tras cursar dos años en el Centro Integrado de Formación y Experiencias Agrarias (Cifea) de Torre Pacheco, tomó las riendas de una finca con la que, actualmente, mantiene a su familia. Nada más terminar la ESO, Juan Antonio tuvo claro que se ganaría la vida entre lechugas y brócolis. Aunque tenía claro que «donde se aprende es el campo», decidió pasar por las aulas. «Creo que no he perdido esos años», sostiene. «Un título hoy en día no pesa».

Un sector con muchos riesgos

Alertan de la entrada de gente «sin formación»

La formación es uno de los requisitos que se exigen a los jóvenes que demandan un impulso para su primera instalación a través de las ayudas enmarcadas en el Plan de Desarrollo Rural (PDR). Según explica el director general de Industria Agroalimentaria y Capacitación Agraria, Ángel García Lidón, entre 2009 y 2014, más de 420 jóvenes murcianos -concretamente 428- recibieron estas ayudas para abrirse un hueco en la agricultura o la ganadería. Fueron 437 los jóvenes que solicitaron estas subvenciones, que podían alcanzar los 35.000 euros.

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Según explica García Lidón, en los últimos años se ha dejado notar un «reequilibrio» entre comarcas. El Noroeste, una de las zonas más deprimidas, acaparó un 20% de esas ayudas, mientras que el Altiplano y el Guadalentín se hicieron con otro 18%. El Campo de Cartagena y la Vega del Segura coparon un 14% de las ayudas y la zona del Río Mula, un 16%.

Actualmente se está perfilando el nuevo PDR que contempla un aumento de las ayudas, que pueden llegar hasta los 70.000 euros. Según reconoce García Lidón, aún no hay una fecha prevista para su aprobación. Desde la Consejería han previsto un «aluvión» de peticiones que, asegura, puede incluso duplicar las recibidas hasta la fecha. El secretario general de Coag asegura que ya hay más de 2.000 jóvenes que han mostrado su intención de incorporarse al sector a través de estas ayudas. «Éstas pueden aliviar el desembolso inicial que es importante», recalca. Padilla explica que, por ejemplo, en el sector caprino la inversión económica inicial es muy grande y, además, hay que esperar un tiempo para ver resultados. La apicultura, sostiene, es un área mucho más accesible, porque no hay que rascarse tanto el bolsillo para comenzar a rodar, aunque es necesario contar con un montante que sirva de impulso inicial.

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Pedro Antonio Ruiz es uno de los jóvenes que aguarda ansioso esa ayuda. Este apicultor tiene actualmente 40 colmenas, pero reconoce no estar en disposición de hacerse con más. «Están caras», subraya. «Rondan los 100 euros cada una». Para ganarse la vida con la apicultura, calcula que precisa hacerse con cerca de medio millar. Sonsóles Rodríguez también está pendiente de la concesión de estas subvenciones para dar el impulso definitivo a su negocio de agricultura ecológica. «Llevo casi un año esperando», recalca. Esta joven afincada en el Guadalentín calcula que necesita un desembolso inicial cercano a los 50.000 euros.

La sequía y el veto ruso

El sector perdió a 7.000 trabajadores el pasado año

El secretario general de UPA reivindica una tramitación más ágil de estas ayudas y exige una mayor coordinación entre administraciones. «Nos estamos enfrentando a calendarios que en muchos casos condicionan la decisión», recalca. «Hay que tener en cuenta que éste es un sector que tiene un componente de oportunidad. Si encuentras unas tierras o te ofrecen un ganado y te encuentras la ventanilla cerrada, es muy difícil que esos deseos se materialicen».

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Alarcón remarca que la aparición de estos jóvenes interesados en el campo puede mejorar uno de los grandes handicaps del sector: su envejecimiento. Desde UPA llaman la atención, en este sentido, sobre la importancia de poner en marcha garantías legislativas para el desarrollo de la actividad agraria. «Ahora mismo vivimos una presión muy fuerte por pare de la distribución y esa incertidumbre frena», recalca.

La agricultura, que ha resistido como un bastión durante estos años de crisis, no atraviesa actualmente su mejor momento. La sequía, las heladas y el veto ruso, entre otros muchos problemas, han debilitado el sector, que muchos jóvenes atisban como su oportunidad para encontrar un empleo estable. «El sector fue peor el pasado año», recalca Maeso, de Croem. «Curiosamente ha sido un refugio en los años de crisis y ahora, que parece que la economía regional mejora, va algo peor». Después de años aliviando las elevadas tasas de paro, en el último trimestre de 2014 el campo envió al paro a 7.000 trabajadores. Las reivindicaciones del sector son ahora más necesarias que nunca. Centenares de jóvenes han despositado en el campo su mayor esperanza.

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