No busque «lobos solitarios»
Los terroristas yihadistas, integrados en células o actuando por su cuenta, se esfuerzan por no llamar la atención y mimetizarse con el entorno; la justicia deberá establecer si El Jaaouani es uno de ellos
Ricardo Fernández
Miércoles, 19 de noviembre 2014, 13:15
No trate de descubrir "lobos solitarios" por la calle o entre los miembros de su comunidad de vecinos. No los encontrará, errará el juicio a buen seguro y probablemente acabará desarrollando una paranoia. El musulmán con el que me cruzo casi a diario, acompañado de su hijo camino del colegio, bien podría ser considerado un clon de Osama Bin Laden por sus largas túnicas ("thawb"), su espigada figura y su indómita barba, pero ello no supone que nos encontremos ante un potencial terrorista. Más bien significa todo lo contrario.
Quizás de su apariencia podamos inferir que se trata de un hombre muy ligado a sus tradiciones y un riguroso seguidor y defensor de la "sharia" (ley islámica), e incluso -arriesgando todavía más- podamos intuir que no se cuenta entre los musulmanes más integrados en la sociedad española e identificados con nuestra forma de vida. Es probable que así sea. Pero lo que casi con toda seguridad podemos afirmar es que no forma parte de una célula terrorista ni se encuentra en avanzado proceso de convertirse en un "lobo solitario". Si lo fuera se cuidaría mucho de llamar de cualquier forma la atención e, incluso, haría lo posible por mimetizarse al máximo con el entorno: es muy probable que hubiera renunciado a sus vestimentas árabes y, como ha ocurrido ya en otras ocasiones, que hubiera mostrado cierta relajación en el seguimiento de sus preceptos religiosos, llegando incluso a consumir alcohol.
En estado "durmiente"
Lo cierto es que la dramática y ya nutrida experiencia de las sociedades occidentales en lo que se refiere a sufrir en su seno actos terroristas de corte islamista, más abundante todavía respecto a la planificación de atentados que las fuerzas de seguridad y los servicios de información lograron abortar antes de que fueran ejecutados, ha permitido esbozar los perfiles básicos que vendrían a caracterizar a los yihadistas que aspiran a sembrar el terror en nuestra sociedad.
Uno de esos perfiles definiría a quienes se integran en "células durmientes", que residen en países occidentales sin llamar la atención a la espera de que les llegue la orden de activarse.
Otro perfil de terrorista, bien diferente, es el que ha venido a denominarse "lobo solitario" y sobre el que centró la atención el propio ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, al calificar de esa manera al marroquí de 52 años detenido en Murcia en marzo de 2013, Hassan El Jaaouani, y al joven argelino arrestado en Zaragoza, Nouh Mediouni.
Aunque en apariencia ambos no se conocían entre sí y, según los datos existentes hasta el momento, tampoco formaban parte de una "celula" yihadista como las antes descritas, calificarlos como supuestos "lobos solitarios" no parece demasiado acertado.
Si atendemos a la definición que de esa figura han venido a establecer los principales analistas del terrorismo internacional, como Fernando Reinares, un "lobo solitario" sería alguien que, desenvolviéndose al margen de cualquier grupo u organización armada, es capaz de hallar los medios y de alcanzar la determinación necesaria para acabar cometiendo una acción terrorista.
Según los expertos, constituye una característica definitoria de los "lobos solitarios" la de haberse autoadoctrinado y autorradicalizado, en no pocas ocasiones gracias a foros y páginas de internet en las que encontraban el sustento ideológico salafista que requerían para completar ese proceso y entrar en la senda de la violencia.
Aunque la novelesca expresión "lobo solitario" parece remitir para los profanos a terroristas del estilo de Ilich Ramírez, conocido como "Carlos" o "El Chacal", en el que la persona acaba por confundirse con su leyenda de revolucionario tan culto y seductor como despiadado, la realidad resulta mucho más prosaica. Las más de las veces, estos extremistas no suelen ser otra cosa que inmigrantes africanos o asiáticos que, viendo en apariencia frustradas sus expectativas de progreso social, sumidos en un creciente desencanto y sintiéndose marginados y desplazados lejos de sus países de origen, desembocan en un proceso de radicalización violenta. Las doctrinas salafistas pueden constituir un perfecto sustrato para ayudar a ese rencor a germinar.
Una vez completada la metamorfosis solo queda por superar una última frontera: la que supone pasar a la acción. Por fortuna, hasta ahora son bastante excepcionales las ocasiones en que ello ha ocurrido. Pero cuando ha sido así, adquirir una pistola en el mercado negro u obtener en internet las claves para construir una bomba casera -son innumerables los manuales que circulan por la red para fabricar artefactos explosivos con materiales que están al alcance de cualquiera- han resultado elementos suficientes para sembrar el terror en la sociedad.
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