Dorota Barys, directora del Instituto de Cultura de Polonia; María Comas, directora general de Bienes Culturales; Jorge Zieleniewski, cónsul honorario de Polonia y Antonio Prats, director de la Biblioteca.

Karski, el héroe a quien nadie escuchó

La Biblioteca Regional muestra la vida de un diplomático polaco que avisó sin éxito a los aliados del genocidio del pueblo judío durante la II Guerra Mundial

Fernando Perals

Viernes, 17 de octubre 2014, 01:22

«Había cuerpos desnudos en la calle. Le pregunté a mi guía '¿Por qué están aquí?', y él respondió: Bueno, tienen un problema. Si un judío muere y sus familiares quieren hacer un entierro, tienen que pagar impuestos. Entonces, solo los echan a la calle porque no pueden costearlo. Luego, dicen 'cada trapo cuenta', así que toman sus ropas». Es el espulaznante relato que Jan Karski, un diplomático polaco, contó en plena Guerra Mundial al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt para advertirle de los crímenes que estaban sufriendo los judíos. No consiguió conmoverlo, como tampoco al secretario de Asuntos Exteriores británico, Anthony Eden (que siempre lo recibía de espaldas).

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Los aliados no reconocieron hasta décadas después que la alerta del diplomático y militar polaco sobre el genocidio judío por parte de los nazis era una realidad. No tenían pruebas fehacientes de los campos de concentración ni modo de comprobarlo en el inicio del conflicto bélico.

La Biblioteca Regional abrió ayer una muestra que recoge en 22 paneles la vida del héroe nacional polaco. 'Una misión para la humanidad' estará abierta hasta el próximo 15 de noviembre. En julio de 1942, los nazis comenzaron las deportaciones en masa de judíos de la Varsovia ocupada al campo de exterminio de Treblinka. Jan Karski, un joven diplomático que trabajaba como mensajero de la Resistencia, asumió una misión de suma importancia: se ofreció como voluntario para informar como testigo presencial de la destrucción de los judíos de Polonia. Consiguió infiltrarse dos veces en el terrible gueto de Varsovia y en el campo de tránsito Lubelska, lugar donde judíos de toda Europa iban a parar antes de los campos de concentración, donde eran gaseados por las tropas de las SS.

Mientras Karski daba la voz de alarma al mundo occidental, la mayoría de la población judía ya había sido asesinada. El diplomático, que vivió hasta los 86 años, consideraba el olvido aliado como el «segundo pecado original». Su testimonio sigue siendo una de las declaraciones más elocuentes en contra de la guerra.

Fue tomado prisionero por las tropas rusas durante la ocupación de 1938; se hizo pasar por soldado raso y con la argucia de estar preocupado por su esposa embarazada, logró escapar de una masacre en su país de origen. Fue enviado a un campo de trabajo en Alemania. En el traslado se fugó, llegó a Varsovia y se convirtió en emisario del Estado clandestino. «Describa a los aliados lo que está viendo y dígales que comiencen a bombardear ciudades alemanas», le decían los dirigentes de los perseguidos, mientras le enseñaban imágenes de la matanza.

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La exposición ha recorrido Roma, Chicago, Nueva York y Madrid antes de llegar a Murcia.

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