Las diligencias judiciales por la muerte y el posterior intento de hacer desaparecer el cadáver de un vecino de Las Seiscientas de Cartagena, que han motivado el encarcelamiento de seis agentes, han desvelado además la existencia de irregularidades y excesos policiales que, sin llegar a la gravedad de los hechos que constituyen el fondo de la investigación, provocan preocupación y alarma.

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Los informes de los investigadores y las transcripciones de conversaciones retratan a algunos funcionarios que, alejados de su deber de servir al ciudadano y de garantizar la ley y el orden, se comportaban como matones o gorilas de discoteca. Estas actuaciones lamentables e indefendibles están causando un grave deterioro de la imagen del Cuerpo, que solo cabe calificar de injusto porque los hechos protagonizados por un grupo de agentes no deben empañar la labor de toda esa plantilla, que -entre otras cuestiones- desde hace meses ha encadenado un éxito tras otro en la lucha contra el crimen organizado.

La única ventaja que cabe inferir de todo ello es que este caso acabará sin duda teniendo un efecto catárquico y que los abusos, los excesos y el matonismo de unos pocos quedarán desterrados por muchos años.

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