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Francisco Toledo, en el hospital Virgen de La Arrixaca. :: vicente vicéns / agm

«La idea de que de una depresión se sale poniendo de tu parte es falsa»

«Me posiciono en la tolerancia cero al sufrimiento; el médico no tiene derecho a decirle al paciente que debe resignarse» Francisco Toledo Psiquiatra

J. P. PARRA

Lunes, 14 de julio 2014, 10:45

Francisco Toledo (Albox, 1960) lleva 24 años lidiando con las enfermedades mentales en La Arrixaca. Convencido de que es necesario que los profesionales y la población en general conozcan mejor estos trastornos para prevenirlos y para borrar estigmas, dirige desde hace cinco años un curso de 'Psiquiatría en la vida cotidiana' en la Universidad del Mar. Organizado por la UMU y la Fundación de Estudios Médicos (FEM), el lunes arranca una nueva edición en Molina de Segura.

- Psiquiatría en la vida cotidiana. Así se llama el curso que usted dirige, ¿por qué?

- Para empezar es un guiño a un libro que escribió Freud que se llamaba 'Psicopatologías de la vida cotidiana'. Pero, además, porque el trastorno psíquico está hoy por todos lados: crisis de angustia, obsesiones, manías, miedos -¿quién no los tiene?- crisis de ansiedad, depresión en todos sus aspectos. Yo voy a hablar (en el curso) de la DSM-5, la nueva clasificación americana de trastornos mentales que intenta converger con la de la Organización Mundial de la Salud. Se han eliminado diagnósticos y se han introducido otros nuevos. Como curiosidad, aparece un trastorno peculiar, depresivo, disruptivo emocional en la infancia, que es algo así como un niño de 10 años con un promedio de tres pataletas a la semana. Yo personalmente no estoy tan de acuerdo, porque si hay un trastorno se supone que se debe medicalizar, y quizá no sea lo correcto. También es verdad que este diagnóstico se hace para que esos niños no caigan en otros trastornos más graves, como el bipolar. Voy a hablar de cómo no dejarnos invadir para no 'psiquiatrizar' la vida, porque quizá lo que nos interesa es 'despsiquiatrizar'.

- ¿Hasta qué punto hay un exceso de patologización? Ante cualquier problema, los padres ya piensan que su hijo tiene un trastorno.

- Es una de las cosas que hay que resolver. Quizá la sociedad del bienestar, que ha sido castigada por la crisis en los últimos tiempos, nos ha llevado a tolerar mal la ansiedad, los problemas que nos depara la vida. Es muy fácil adaptarse a lo bueno, a lo mejor, a un sueldo más alto. Pero cuando la persona tiene un estatus económico, social o familiar, adaptarse a la pérdida es muy difícil. Ya sea una pérdida familiar por un accidente o una separación, o una pérdida económica por el paro. Hay que huir de 'psiquiatrizar'. Las pastillas son parte del remedio de la enfermedad, pero no se pueden tratar ciertas conductas emocionales que son absolutamente normales. Por ejemplo, la tristeza ante una situación de malestar. Hasta hace cuatro días, el duelo por la pérdida de un ser querido no era patología a tratar. Pero ahora lo hemos sacado como condicionante, de forma que el duelo puede ser una enfermedad. Una vez más estamos entrando en la 'psiquiatrización' excesiva. Bien es cierto que los tratamientos farmacológicos hoy en día son inocuos, comparados con los de antaño. Pero es el riesgo en el que estamos. Las pastillas hay que usarlas cuando hace falta, el tiempo que hace falta. Pero no hay que usarlas cuando no es necesario.

- Esa 'psiquiatrización' excesiva de la que habla, ¿parte precisamente de nuestra incapacidad por asumir que tenemos que afrontar el duelo, el dolor, el sufrimiento, como algo que forma parte de la vida?

- Fíjese, depende de como te posiciones. Porque muchos psiquiatras, y yo me encuentro en ese grupo, nos posicionamos en una tolerancia cero al sufrimiento. Si tú, como clínico, tienes a alguien que sufre, ¿le dices que tiene que aguantarse por creencias religiosas, porque el sufrimiento nos ennoblece, nos hace mejores? Pues no, no me voy a encontrar cómodo con esa idea de que hay que resignarse. El médico no tiene derecho a usar esa expresión de «hay que resignarse, no se puede hacer más». Ese derecho no nos pertenece. Eso nos llevará a ir siempre un poco más lejos. ¿Se podrá? Unas veces sí, otras no.

- Antes hablaba de la crisis. ¿Ha influido en el aumento de la incidencia de trastornos mentales, como aseguran numerosos estudios?

- Ahora ya parece que no tanto porque nos hemos acostumbrado un poco, pero hubo un momento donde la crisis fue un factor de incidencia epidemiológica en algunos trastornos, como los cuadros depresivos y ansiosos. Eso es verdad. ¿Influye la crisis? Sí, pero dependiendo de cómo sea la estructura de la personalidad, dependiendo de la resiliencia, que es un término que está muy de moda y hace referencia a la capacidad que tenemos para encajar, aceptar los golpes que nos da la vida.

- Pero esa capacidad, ¿la hemos perdido?

- No, hay personas que la tienen y otras que la tienen menos. Hay quien puede afrontar una separación, un suspenso, la muerte de un ser querido o las secuelas de un accidente de tráfico, y hay quien lo vive de una manera absolutamente catastrófica. Hay gente que aguanta con más estoicismo el dolor. Se trata de una capacidad biológica, pero también es una capacidad adquirida.

- El consumo de antidepresivos se ha triplicado en una década. ¿Hay una medicalización excesiva?

- Se ha triplicado, primero, porque se diagnostica mejor y, segundo, porque los antidepresivos ahora mismo no son perjudiciales, como tampoco lo son los antihipertensivos. Todo el mundo entiende que los antihipertensivos son necesarios, y vamos detrás del abuelo si no se los toma. Pero el antidepresivo está como sancionado, como si uno tuviese la oportunidad de poner de su parte en una depresión, cuando eso no es real, no es cierto. La idea social de que de una depresión se puede salir con un poco de agarre, de narices y optimismo, le hace mucho daño al enfermo, porque no es verdad.

-¿Se sigue pensando, en el fondo, que el enfermo con depresión tiene cuento?

- Sí. Por ejemplo, cuando llegan a urgencias, siempre hay alguien con un poco de torpeza que dice: «¡Va!, si lo que tienes es una crisis de ansiedad», versus no es un infarto. El infarto tiene una importancia que todo el mundo conoce, pero es que una crisis de ansiedad mal tratada y abordada puede incapacitar al enfermo. Puede ser muy seria, provocar una agorafobia que haga que el paciente no salga de su casa. Nadie quiere tener una crisis de ansiedad. Eso de decir «relájate» no vale, ni «pon de tu parte». Otra cosa es que haya otro cierto tipo de patologías que induzcan a la simulación de síntomas. Claro que las hay.

-Raúl Gómez, psicólogo y director de Recursos de Atención Social de la Fundación Manantial, reivindicó hace días en una entrevista en este periódico el uso de las palabras loco y locura como una forma de desestigmatizar.

- Detesto la palabra loco y locura. Mi guerra no está en desestigmatizar dos palabras que están estigmatizadas. Son términos despectivos. Cuando llamas a alguien loco poco menos que lo estás tildando de indeseable, o diciendo que su razón está alterada hasta el punto de que no me interesa lo que diga. Me posiciono radicalmente en contra de utilizar la palabra loco o locura.

-La organización del servicio de Psiquiatría de La Arrixaca como una unidad abierta, ¿va en esa línea de tratar de desestigmatizar la enfermedad mental?

-Siempre. Debemos ser combativos con el estigma, y en ese sentido encerrar al enfermo, no considerarlo como cualquier otro paciente, es discriminatorio. Como lo es limitar las visitas de los familiares, no se entiende desde el punto de vista científico. En La Arrixaca no vas a encontrar un cartel que ponga Psiquiatría, y no es que se nos haya olvidado, es que no queremos que lo haya. Es una unidad que no tiene ningún cerrojo ni puerta con candado, y el familiar no tiene unas horas determinadas para visitar al enfermo, sino que puede quedarse 24 horas con él si así lo desea. Lo de separar al enfermo es algo propio ya no del siglo XX sino del XIX. Se sigue haciendo de forma incomprensible, desde mi criterio.

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