AL ENCUENTRO DEL MISTERIO. Autorretrato de Pedro Cano que el pintor blanqueño donará hoy a la prestigiosa Galería de los Uffizi de Florencia.
SOCIEDAD

Pedro Cano dona hoy un autorretrato a la Galería de los Uffizi de Florencia

El pintor de Blanca se suma al universo de rostros que se contemplan en la prestigiosa colección de retratos de artistas propiedad de este santuario del arte

ANTONIO ARCO

Jueves, 17 de julio 2008, 03:48

Hágase la luz. Imagínense: Estamos en una isla griega. Pedro Cano (Blanca, 1944) pinta a contraluz en una tarde irrepetible. Acaba de cesar de llover, «goteaba el cielo y daba la impresión de que la montaña se hundía en el mar. Parecía que se había terminado el mundo conocido y que asistía al nacimiento de un mundo nuevo», suele recordar el pintor, feliz por el privilegio de «haber podido estar allí, con mi cuaderno, para traerme conmigo toda aquella belleza». Hoy será también uno de esos días gloriosos que Pedro Cano no olvidará. Un día de emociones. A las once de la mañana, el pintor blanqueño protagonizará, en Florencia, el acto de donación de uno de sus autorretratos a la mundialmente conocida Galería de los Uffizi, de cuya colección de retratos de artistas -unos 1.600- formará parte.

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Tanto Giovanna Giusti, responsable del Departamento de Arte Contemporáneo de la prestigiosa pinacoteca, como el director de la Galería de los Uffizi, Antonio Natali, han celebrado la donación del artista murciano, mezcla de misterio y sugerencia. Natali quedó prendado de la exposición de Pedro Cano Las ciudades invisibles, un ambicioso proyecto inspirado en la obra homónima del escritor Italo Calvino.

Pedro Cano estará nervioso. Estará elegante, educado, con el corazón latiéndole en todas las direcciones que recorren el mundo. Cano vivió otro momento muy emocionante, del que también se acordará: cuando conversó con Juan Pablo II sobre el cuadro titulado Abrazo del Papa Juan Pablo II y el cardenal Wyszynski, un óleo sobre lienzo que formó parte de la serie Abrazos y que hoy puede contemplarse en el Museo Vaticano, en Roma.

Pedro Cano en Florencia, donde se siente como en su casa, como en Roma, como en Blanca, como cuando se pierde por los desiertos y oasis para pintar la luz.

Es pintor, pero es también un viajero. Viajes, viajes, viajes... «Viajando y pintado el mundo he aprendido que hay que robarle a la vida», dice. Reconoce que ha tenido mucha suerte «al poder viajar tanto, porque muy pronto tuve claro que la vida y el mundo no se acaban en las últimas casas del pueblo donde has nacido. Aprendes que es en las cosas sencillas donde hay más verdad, y también lo maravillosa que es la diversidad». Pero hoy sí se acordará de Blanca, su pueblo, y de su madre, que ya no está...

«Entre lo mucho que le he robado a la vida se encuentran muchas luces de lugares hermosísimos, luces que me ha traído conmigo. La herencia más grande que yo tengo para mí mismo es esa cantidad de hojas de papel que yo he estado pintando en tantos sitios», reconoce. Y cuando mira su autorretrato, tímidamente, sonríe.

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