ISABEL IBÁÑEZ
Lunes, 16 de junio 2008, 09:59
El ascensor se abre en el quinto piso de un inmueble del barrio de Salamanca, en Madrid. En el descansillo -sólo hay una mano-, reciben libros apilados, cajas, fotos... Una especialmente grande colgada en la pared: Ouka Leele con su hija, de niña. Perros pequeños empiezan a ladrar al otro lado de la puerta, que se abre para dejar ver a la fotógrafa artística española más famosa, nacida en la capital en 1957 en una familia de origen bilbaíno. Es decir, que tiene 50 años, medio siglo de vida asombrosamente aniñado por una voz azul y unos ojos de blues. «¿De verdad? No me veo tan joven, sobre todo en fotos actuales. Bueno, ¿sabes? En realidad me creo que tengo 18 años, sigo siendo como entonces». Dentro, el desorden bohemio que cabría esperar y una terraza con un limonero y un manzano. Con los tres canes, dos gatos. En la sala, el piano abierto con álbumes de aprendizaje y dos arpas, las de María, su hija-hada de 17 años. Ouka Leele se pone a hablar, suave, lento, pensándose las respuestas, algo no demasiado frecuente, y lo cierto es que transmite paz, también mientras come con cuchara un aguacate con soja y aceite.
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-La gente que acude a su exposición Inédita le deja mensajes en un cuadernito. ¿Qué escriben?
-Cosas como 'Muchas gracias, tienes un don para la belleza', 'Siento muchísima paz y calma', 'He entrado deprimida y me he curado', 'La vida me ha cambiado'...
Claro que no todo lo que la gente dice de ella le gusta tanto. En Internet ha descubierto últimamente muchas referencias a su parentesco con cierta política.
-¿Qué le molesta más, que le pregunten por la Movida, por el origen de su pseudónimo o por su prima Esperanza Aguirre?
-Perdón para ella, pero por mi prima. No me gusta porque me parece que siempre van con segundas. Me encuentro blogs donde dicen: '¿Sabes que es la prima de Espe? Menuda cara, qué se ha creído'. Es como si me odiaran. Esperanza es prima segunda mía y conmigo ha sido siempre encantadora. Podría rechazarme y decir 'ésta es sólo una de la Movida', pero me respeta mucho como artista y no puedo tener nada en su contra. Me molesta que la gente crea que por ser su prima tengo un cheque en blanco.
-Además, usted apareció en un acto de Zapatero el 8 de marzo de 2006, aunque en estas elecciones no se la haya visto apoyando al PSOE como tantos otros artistas.
-Me enteré tarde y pensé que debería haberlo hecho también, pero estaba con la exposición y estas cosas me dan vergüenza. Yo lo hubiera hecho para apoyar una forma de estar en España que me gusta porque es más libre y hay que defenderlo. La libertad es esencial.
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Ouka Leele expone estos días en Madrid y también en una galería de Bilbao, donde pueden verse hasta junio tirajes de copias de sus fotos coloreadas, que se vendieron enseguida. Sus precios oscilaban entre los 2.000 y los 2.500 euros, aunque había una de gran tamaño, la famosa imagen coloreada de la Cibeles (para tomarla tuvo que parar el tráfico en La Castellana) por la que se pagaron unos 18.000. Así que Ouka Leele sigue teniendo mucho tirón, más desde que en 2005 ganó el Premio Nacional de Fotografía por «cuestionar los límites del lenguaje» y por haber aportado un «testimonio decisivo de la sensibilidad y la vida artística española desde los 80 hasta hoy».
-¿Se siente reconocida en su país?
-Con el premio, un poco más. Ha tardado en llegar, pero podía haberse dejado pasar de largo, porque me estaba cambiando hacia la pintura y por ser mujer: ahora parezco Superwoman, estoy en veinte sitios a la vez, pero desde que nació mi hija hasta hace cinco años ha sido difícil, no te hacen tanto caso y tampoco puedes darlo todo, porque no soy una ejecutiva agresiva, no estoy de acuerdo en criar a un hijo abandonándolo. He ido a dar conferencias con mi hija en brazos, cada vez que tenía que hacer fotos me la llevaba y ella también les hacía las suyas... a Adolfo Suárez, Pilar Bardem... Ha sido muy bonito y creo que ha aprendido mucho.
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-Usted también tuvo suerte de nacer en un entorno propicio para el arte, una familia acomodada de Neguri.
-Mis padres son de Bilbao. Mi abuelo, al que no conocí, tenía una casa en Las Arenas, en el muelle, que ahora es un hotel. Allí estaba su estudio de pintura y me encantaba: los caballetes, las paletas, una gran pizarra donde pintábamos los seis hermanos... Me animaban a ello, aunque cuando fui en serio ya no les hizo tanta gracia.
-¿Le avergonzó ser una niña bien?
-Creo que sí. Y eso me molesta porque las personas tienen derecho a nacer en cualquier familia y puede ser tu don o tu obstáculo. La vida me ha llevado a nacer en una familia entre comillas muy bien vista, pero me tuve que ir de casa porque mis ideas no eran aceptadas; me decían que no podría volver, que no me ayudarían en nada. Y yo me lo creía, aunque lo dijeran para que les hiciera caso. Pero yo pensé que no podía volver y no lo hice hasta que no estuve muy enferma. He tenido que pedir dinero por la calle y comer en sitios de beneficencia... Pues no me avergüenzo porque ambos mundos que me han hecho como soy. Y me siguen diciendo niña bien... ¿Con 50 años!
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-Con la enfermedad se refiere al cáncer. Sufrió un linfoma en 1981.
-No lo recuerdo como una enfermedad, sino como una intuición de estarlo, no quería reconocerlo. La etapa más dura es la curación, que ojalá cambie porque es tremendo pasar a ser un condenado de un campo de concentración, aunque el crecimiento espiritual es tan grande que lo malo no lo recuerdo.
-¿Cambió su forma de ver el arte?
-Sí, cuando era joven jugaba con la muerte, la agresividad, el suicidio... He vivido suicidios muy cerca de mí, porque quizás los olía y por eso los representaba. Pero a partir del cáncer tengo gran amor por la vida. Con 17 años escribí este poema: 'La muerte me ha llamado / me voy con ella / mañana mismo expiraré / a la hora en que más lo sienta / y podré así al fin / gozar la vida intensamente'. Cuando casi llegas a la muerte y vuelves a la vida no puedes no desearla.
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-¿Quién le ha hecho su mejor foto?
-Me acuerdo de una que me hizo Javier Vallhonrat cuando estaba sin pelo pero muy digna, me había afeitado la cabeza y me puso desnuda, de perfil, como una esfinge. García Alix me hizo otras cuando estaba con cuatro pelos, toda flaca, con ojeras y llevaba una camiseta de rayas que parecía que iba al matadero. Ésas no las puedo ni ver.
-¿A quién le gustaría fotografiar?
-Me gusta la gente porque sí. Si te veo en un café y me gustas, estaría aguantándome las ganas de decírtelo. No me interesan personajes con adornos o corazas, un papa o un ministro; me gusta la desnudez.
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-¿Se puede ganar en fotogenia?
-Cuando te aceptas eres más fotogénico. Hay gente que me cambia la cara cuando le pongo la cámara delante y trato de relajarla, pero es imposible por inseguridad o timidez. La fotogenia es confiar en el fotógrafo. Hay veces que cuando me hacen fotos pienso: ¿cómo pueden sacarme tan horrible? Todos tenemos caras horribles y caras bonitas, y si coges a alguien en un gesto raro, si lo haces aposta porque quieres expresar algo, pues bien, pero si disparan sin pensar me indigna, todo el mundo tiene un momento de belleza.
-¿Cuántas fotos tiene su archivo?
-Muchísimas y con distintas visiones. Esta exposición es muy pacífica, tranquila, curativa, pero podría hacer una espeluznante. Tengo fotos que me resultan desa- gradables, un hombre con un cuchillo en la mano y la boca vendada. Y mucha agresividad por el silencio impuesto. O sea, que también tengo un lado oscuro. Y lo podría haber tenido más tiempo, pero llegó mi enfermedad. He hecho un mural enorme lleno de flores en Ceutí (Murcia) y algunos no lo entienden, pero es que para mí, ahora, lo más vanguardista es lo mínimo, una sonrisa, el no va más.
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-¿Le gusta Joel Peter Witkin? Su intento por sacar belleza de la muerte, sus bodegones de cadáveres...
-Cuando empezó me quedé alucinada. Es un precursor y sincero: cuenta que de niño, cuando iba de la mano de su madre, hubo un accidente y le llegó rodando la cabeza de una persona hasta sus pies; le marcó y lo está vomitando. Pero hay artistas que llaman la atención con una chorrada siniestra. No me gusta y le meto a él en el mismo saco.
-¿Nunca le atrajo el fotoperiodismo?
-Mi vocación es el arte, no me imagino ir por ahí a hacer fotos. No soy fotógrafa, no tengo ese espíritu.
-Llegan al periódico imágenes terribles de gentes mutiladas, sufriendo... ¿Cree necesario darlas pese a su dureza o las ve morbosas?
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-Conozco a Gervasio Sánchez, le admiro y es muy comprometido. Te muestra toda una exposición y tú comprendes lo de las minas antipersona, niños que van a coger una flor y se quedan sin brazo...
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