Tiene que llover a cántaros
SÁNCHEZ DE LA ROSA
Miércoles, 6 de febrero 2008, 02:30
No llueve ni a tiros, sin que los hacedores de lluvia, que son los candidatos a las generales, sean capaces de provocar un simple aguacero, tan felices en su charco de ranas. Tras el cierre de las Cortes existe la posibilidad de que sus señorías, que consumen agua mineral por arrobas, alivien el manantial embotellado en que han convertido este país y caiga algo en los pantanos, de los que han huido de la quema las carpas. Podría pensarse que hay una España sedienta, pero si vas a Calatayud pregunta como siempre por la Dolores, amiga de hacer favores, al contrario que el Ebro y diga lo que diga la leyenda. La sed bíblica es sólo de unos pocos, de sus limoneros, de sus grifos, de sus regadíos y de sus pozos, donde lame las paredes una lámina freática de consuelo. En el campo dicen que tiene que llover, y que no hay que esperar a las aguas mil de abril, que casi siempre le niegan al refrán toda su certeza. «A cántaros», decía Pablo Guerrero que tenía que llover, la denuncia social del cantautor, «pero ¿ quién nos ata?, ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio, preparada tu marcha, hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros», un poema presentidor de cambios que iba de boca en boca en los años 60, cuando faltaba tanto tiempo para la aparición de la lluvia, en medio de la pertinaz sequía. El agua viva para las cosechas es un agua de debate, un asunto sobre la mesa mientras se cuartean los surcos y no cae ni una gota. Pasaron las sublimes coartadas de otro tiempo para justificar las carencias, y cuando ya se esfumó la sombra del régimen seco tenemos otro, como el de este febrerico que ha dejado de ser el corto siendo el año bisiesto, tenemos el régimen anticiclónico, con un cielo limpio en el que no hay ni un rastro de borrasca en la geografía meridional y donde el Mediterráneo se adelanta a la primavera, jugándose el pescuezo en una pirueta de arena y olas prematuras. O sea que esta tarde no vi llover, ni gente correr y allí estabas tú, a flor de piel, ensayando con el biquini de la última pasarela y una nueva cosmética para eso de ponerse morena y al sol que más calienta.
Los meteorólogos están muy atentos, con sus isobaras y su canesú -porque hay mujeres del tiempo- en busca de un indicio que permita el anuncio de una lluvia patriótica capaz de mojarle la espalda a cualquier autonomía. Sería un cántico general, optimista, para romper la idea desastrosa de acueductos obsoletos. Pero de momento no hay que esperar que se llene ni un azumbre, y si hablamos de despilfarro de este bien escaso hay que aceptar que beber agua con moderación no hace daño, como dicen los que prefieren ese cocktail sagrado que es un gin tonic.
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