
ÉRIKA MONTAÑÉS
Jueves, 27 de septiembre 2007, 03:44
Setecientos kilómetros de Camino dan para mucho. En lo personal, se comparten experiencias únicas con semejantes a los que quizás nunca se vuelva a ver. Desde el punto de vista físico, se combate el cansancio insondable con un sol justiciero o se afronta como se puede el frío y la lluvia insoportables. Más adentro, en lo tocante al alma, muchos se quedan embriagados por el halo místico y espiritual que envuelve el peregrinaje. Factores todos ellos que, en conjunción con antecedentes familiares de problemas psiquiátricos o de personalidad, provocan que el peregrino sea propenso a padecer el síndrome del Camino de Santiago.
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Tan longeva como la senda jacobea es la tradición sanadora que la jalona. Sólo en Burgos, justo en el tramo medio del Camino francés que se inicia en Roncesvalles, en el siglo XVI existían 35 hospitales para paliar los múltiples trastornos físicos y psíquicos que aquejaban a los peregrinos. Cuatro siglos después, son los doctores del Servicio de Psiquiatría y de Atención al Paciente de un centro burgalés, el Complejo Asistencial, Maite Álvarez y Jesús de la Gándara, los que acuñan la nueva enfermedad mental a raíz de un estudio desarrollado durante siete años sobre algunos de los 100.000 peregrinos que pasan anualmente por esta escala de la ruta.
De la Gándara explicó ayer, en el marco del XI Congreso Nacional de Psiquiatría que se celebra esta semana en la capital gallega, cómo de los cientos de peregrinos que deben ser atendidos en el centro, agruparon a aquellos que desarrollaban un comportamiento «anómalo, peculiar, muy extraño». La muestra resultante fue de 38 personas, todos con brotes psicóticos comunes: sufrían alucinaciones, delirios, paranoias... El perfil que se extrajo de los estudiados es un hombre, de mediana edad (unos 40 años); el 40% de los cuales presentaba transformación aguda de su personalidad y el resto tenía antecedentes psicóticos, bipolares o depresivos, por lo que el doctor De la Gándara habla de que son proclives a padecer el síndrome presentado ayer.
Otro dato curioso que aporta el análisis corrobora que ninguno de los pacientes con este cuadro clínico necesitó un ingreso prolongado -la estancia media fue de diez días- y, a excepción de cuatro, todos declinaron seguir hasta el final del Camino. Regresaron a sus casas, la mayoría en España, pues sólo uno de cada diez era extranjero.
Desencadenantes
Hay tres detonantes para que el caminante comience a experimentar una metamorfosis mental y espiritual a cada zancada: «Misticismo, fatiga y antecedentes». Las razones que aducen los propios peregrinos para su misteriosa transformación van desde las llagas de los pies, el insomnio, el tempo pausado del caminar, hasta el encuentro con la belleza de los lugares o el arte que salpica el periplo. Los psiquiatras convienen con esa idea y añaden que todo ello, junto con el abandono de los tratamientos, problemas importantes de estrés y adaptación, el desorden de vida, e incluso la convivencia estrecha con personas desconocidas, actúan como desencadenantes de esos episodios emocionales e hipersensitivos extremos. El resultado puede ser una crisis de ansiedad o la alucinación sorpresiva. A modo de ejemplo, el psiquiatra relató uno de los casos que integraron este primer estudio: una doctora que, acompañada de sus colegas, empezó a desvariar y sus compañeros la ingresaron en Burgos justificando que «no era ella». Ya recuperada, esta médico indicó que «pese a ser atea, había descubierto el Camino».
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