Antonio Martínez, fundador de Pastelería Gimar, observa uno de los robots instalados en la empresa. GUILLERMO CARRIÓN / AGM

Los robots entran en las empresas de la Región

Doscientas ochenta compañías multiplican su producción y su facturación gracias a las máquinas, que lejos de alimentar el paro han hecho aumentar el número de trabajadores, además de su cualificación y su bienestar: «Dígaselo a mis riñones»

Martes, 16 de abril 2019, 13:06

El pasado y el futuro de las empresas de la Región de Murcia se conecta en una sola calle del polígono industrial La Polvorista, en Molina de Segura, como si fuera un agujero de gusano. A un lado de la vía, los muros semiderruidos de ... una fábrica sacada del siglo XIX. El carcomido esqueleto de la instalación de lo que antaño fue una firma hortícola, según reza un cartel en una de las esquinas del complejo, aparece invadido por pintadas y escombros y engullido por el paso del tiempo. Al otro lado de la calle se erigen las paredes de hormigón y revestimientos metálicos de una nave industrial que, por fuera, no difiere mucho del resto de empresas que mantienen vivo el polígono.

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Al atravesar la primera puerta de Pastelería Gimar uno tampoco tiene la sensación de estar llegando al futuro, ni mucho menos. Sobre todo por ese inconfundible olor a magdalenas caseras recién horneadas y cocinadas con aceite de girasol, leche entera y huevos frescos. Las mismas que el fundador de la empresa, Antonio Martínez, hoy jubilado, comenzó a elaborar hace más de 30 años en un pequeño garaje de la pedanía murciana de Zarandona 'tirando' de la receta de la abuela. La sensación de revolución, de un futuro que está muy presente, llega después, en la estancia en la que esta empresa familiar mantiene encerrados a dos robots que manejan bandejas de magdalenas con una precisión y una velocidad endiabladas. Llenan un carrito con cientos de moldes cada ocho minutos. Echando cuentas, cada uno de los robots coloca 19.800 magdalenas por hora, que después pasan al horno y a las máquinas de empaquetado. En una jornada de 'curro', que para ellos tiene 16 horas ininterrumpidas, sin descansos para ir al baño o tomar un café, cada robot es capaz de procesar un total de 316.800 pastelillos. Entre los dos brazos, más de 633.000 magdalenas cada día. Y todo ello, sin renunciar un ápice al concepto de «pastelería artesana» con el que nació la empresa, recuerda Antonio Martínez, hijo del fundador y consejero delegado de la firma.

Un 30% más rápido

Cuando le hablaron de robots, hace casi un lustro, Antonio Martínez (padre) «no lo veía claro». Ahora solo tiene que echar un vistazo a los libros de contabilidad y comprobar lo que aportan estos nuevos 'trabajadores' a la empresa para verlo «más claro que nunca», sonríe. El primero llegó en 2016, sin currículum ni proceso de selección de por medio. Eso sí, el aparato tuvo que 'presentar' un «carné de manipulador de alimentos» para entrar en la empresa. Es decir, adaptar ciertas piezas de su brazo para esta cadena de producción alimentaria en concreto.

Las cifras que maneja Gimar, una de las 280 firmas murcianas que ya han abrazado la robótica, son abrumadoras a la hora de justificar la millonaria inversión, en parte sufragada por el Instituto de Fomento (Info) dentro de la Estrategia Murcia Industria 4.0. «Los robots van, de media, un 30% más rápido que un trabajador», cifra el consejero delegado de la pastelera. Al menos, en una tarea tan mecánica y con tan poca gracia como pasar bandejas de magdalenas de un sitio a otro. El aumento de la producción ha supuesto que la empresa haya doblado su facturación en solo tres años, incrementando también el número de trabajadores y de clientes en España y en el extranjero, donde tampoco han parado de crecer las ventas de «las magdalenas de la Región», subraya Antonio Martínez.

Varios robots trabajando en cadena en la fábrica de Auxiliar Conservera. Javier Carrión / AGM

La supresión de puestos de trabajo sin valor añadido, donde los empleados realizan funciones repetitivas en plan autómata, son los que se están quedando precisamente estos autómatas... de cables y metal. O inalámbricos. No de carne y hueso. Y sin despidos de por medio. Los 25 empleados que tenía Gimar en nómina hace solo tres años se han convertido en 35. «Los trabajadores que realizaban esas tareas al final acaban reciclándose y recolocándose en puestos en los que participan de forma más directa en la mejora de la calidad del producto», coincide Martínez con Gabriel Ballesteros, director general de Operaciones de Auxiliar Conservera (AC). De hecho, ambas empresas han organizado cursos de formación específicos para que los trabajadores puedan adaptarse a las nuevas metodologías laborales. Porque, como recuerda Ballesteros, «los trabajadores de hace diez años no tendrán futuro dentro de otros diez si no pasan por este proceso de reciclaje» que ha impuesto esta nueva revolución.

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¿Coexistencia problemática?

Un reciente informe elaborado por Adecco y el despacho de abogados Cuatrecasas refleja que la inmensa mayoría de las empresas creen que los efectos de la implantación de robots en las compañías son positivos porque dotan de mayor agilidad a los procesos, fomentan la innovación y el desarrollo de nuevos productos y servicios y ayudan a reducir el número de errores. Pese a todo, el 93% de los profesionales de Recursos Humanos consideran en ese mismo estudio que las plantillas no están preparadas para la integración de robots, o solamente lo están de manera parcial. Así, estos expertos creen que la coexistencia de ambos tipos de trabajadores será problemática, al menos a corto plazo.

No parece el caso de la Región de Murcia, donde la integración se está llevando de manera paulatina y sin traumas de por medio a pie de fábrica, según los responsables de las empresas y los trabajadores consultados por 'La Verdad'. «Antes se sudaba currando. Ahora se suda cuando el robot se para». Pedro Esparza, responsable de Producción de Pastelería Gimar, está encantado con la presencia de sus nuevos compañeros metálicos: «Dígaselo a mis riñones», resume. Esta tecnología, aún en pañales, no solo tiene como misión modernizar la empresa para aumentar la producción y la facturación. También busca «mejorar la calidad de vida del trabajador, además de la calidad del propio empleo. El robot nunca podrá valorar cómo mejorar el proceso y el producto, por ejemplo», subraya Gabriel Ballesteros, quien entró en la empresa con la implantación de los procesos de automatización, hace ahora diez años. Desde entonces, Auxiliar Conservera ha contratado a otros 200 trabajadores (ya cuenta con 900) y ha inaugurado tres plantas nuevas. Y sin dejar de «reciclar» a los empleados para ser recolocados en puestos de mayor cualificación. De mayor creatividad. «No tiene sentido que los seres humanos hagan trabajos que son casi inhumanos», sentenciaba el 'country manager' de Universal Robotics para España, Jordi Pelegrí, durante el primer Foro Robótika, organizado este mes por la Federación Regional de Empresarios del Metal (Fremm) y el Info. De hecho, Auxiliar Conservera se apoya en la propia Fremm para organizar esos cursos de formación con los que los asalariados exploran «todas las posibilidades de mejora» de su nuevo puesto de trabajo. Y lo hacen fuera de su horario laboral. «Saben que están invirtiendo en ellos mismos, en su futuro», argumenta Gabriel Ballesteros.

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Así, y a pesar de que todos los años se realizan «fuertes inversiones en automatización», la plantilla de AC no baja. Todo lo contrario. Lo que cambian son «los perfiles», reconoce Ballesteros. «Desaparece el antiguo operario, el trabajador que aporta poco valor por su poca cualificación. Y en su lugar aparecen técnicos que gestionan esos robots y programadores». Así ocurre en la zona de palés de esta empresa familiar, ubicada en Molina de Segura y dedicada a la fabricación de envases metálicos para la conserva desde el año 1961. En esta área no hay intervención humana gracias a un sistema robótico que gestiona la friolera de 22.000 palés de forma autonóma. El que antes trabajaba aquí como carretillero ahora es un «operador de almacén automático» que se hace responsable de la calidad del proceso. El resto de carretilleros fueron «reubicados» en otras secciones para «aumentar la competitividad» de la empresa, explica Ballesteros.

Este es el denominador común a la hora de apostar por la robótica en la industria, como hicieron también los Miñarro con su empresa de mármol y granito.El abuelo creó la firma hace ya medio siglo. El padre peleó hasta la extenuación durante décadas por la supervivencia de la empresa familiar. Y ha sido la tercera generación de esta familia lorquina la que ha dado el gran salto tecnológico de la firma, con permiso -y la bendición- del progenitor, presidente del Paso Azul. Abuelo, padre e hijo se llaman José María Miñarro. Como el nieto. Como la empresa. Pero aquí nada es lo que era cuando el primer Miñarro se puso a vender mármol de Macael pulido con cincel y martillo, entre una nube irrespirable de polvo blanco. Un factor en el que también han venido a dar facilidades los robots, que trabajan con una pulcritud matemática. «Sí, polvo hay, pero no verá usted una empresa de mármol tan limpia como esta. Se lo dije a mi padre. Yo no podía asumir el control de la empresa ganando un euro en cada peldaño de escalera con la cantidad de impagos y la crisis que atravesaba el sector», reconoce José María Miñarro (hijo). Así que, con sus estudios de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, un máster en Gestión Empresarial y 30 años recién cumplidos, decidió dar la vuelta por completo al tradicional modelo de negocio que había dado de comer a su familia hasta el momento. Un trabajo eminentemente mecánico que ahora asumen tres robots, que entraron en la empresa con un pan bajo el brazo (mecánico) de infinitas posibilidades que aplicar a la materia prima. «Algo que no ofrecía ni la maquinaria más avanzada del mercado».

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José María Miñarro, junto a Jefferson Calle, que ahora programa los robots de la firma lorquina. PACO ALONSO / AGM

Ahora, los tres nuevos compañeros incorporados a la cadena de producción de forma paulatina desde 2013 permiten aplicar «las formas y texturas que nosotros queramos», lo que les ha permitido superar el ámbito comarcal y firmar acuerdos con grandes multinacionales del sector. En esta empresa también se han tenido que poner pico y pala con los cursos de formación. Y los cambios son también evidentes en términos de producción -«hacemos diez lápidas en el tiempo que empleábamos para hacer una»- y de facturación. En este tiempo han contratado a tres personas más. Pero, como sucede en el resto de compañías, aquí esos trabajadores (de carne y hueso) pueden contarse con los dedos de una mano en las zonas de pico y pala propiamente dichas. Cosas del trabajo autómata. «Hemos aumentado la masa salarial de la empresa un 30% en estos últimos años... sin contar con el 'salario' de los robots, claro», diferencia con una sonrisa Antonio Martínez, de Gimar, que ya está pensando en adquirir el cuarto aparato a pesar del importante desembolso al que tendrá que hacer frente la firma. La inversión de José María Miñarro, por ejemplo, ascendió en su momento a 1,5 millones de euros.

A pesar de que el alto coste de la maquinaria «echa para atrás a muchos empresarios», según algunos de los entrevistados, las grandes firmas murcianas «siempre hemos tenido clara la apuesta por la automatización». Así lo reconoce Francisco Sánchez Cano, director de Relaciones Institucionales de Francisco Aragón, líder europeo en fabricación de ambientadores e insecticidas e interproveedor de Mercadona. La firma, ubicada también en ese polígono industrial de Molina de Segura donde se conectan el pasado y un futuro muy presente, instaló su primer robot hace ya once años. Abriendo camino. Desde entonces, la robotización ha 'invadido' diferentes secciones de la compañía. También le llegó el turno a las carretillas que transportan palés, que han prescindido incluso de los conductores gracias al sistema AGV (Automated Guided Vehicles). La conducción también es una tarea con poco valor añadido. Sánchez se suma a la convicción de que «la automatización nos ha hecho ser mucho más competitivos. Nos ha permitido mejorar nuestra cuota de mercado y atraer nuevos proyectos, lo que conlleva un incremento en la actividad de la empresa. Como consecuencia, crece el tamaño de la compañía y el número de puestos de trabajo». En concreto, la firma ha 'engordado' su plantilla con 135 nuevos empleados en los últimos diez años.

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Además, en la misma línea que el resto de empresarios, Sánchez pone el foco en la importancia que supone la «especialización de la mano de obra. Por un lado, contratamos una mano de obra más cualificada. Por otro, formamos al personal que ya teníamos antes de la implantación de esta tecnología para alcanzar la cualificación necesaria en los trabajadores». Todo ello, señala, «para asegurar y mejorar de forma constante la calidad de nuestros productos».

Los 'creadores de vida'

Para Auxiliar Conservera, Francisco Aragón y otras muchas empresas trabaja Binarii, una firma ubicada en el Centro Europeo de Empresas e Innovación de Murcia (Ceeim) fundada hace solo tres años por Manuel Santillana y Juan Antonio García, y que ya cuenta con ocho empleados. Ninguno de ellos es un autómata. «Todavía», matizan. La empresa es joven, pero ellos ya son veteranos en el sector de la robótica, en el que se mueven como pez en el agua desde hace 15 años. Ingeniero técnico en Electrónica Industrial e ingeniero informático, Santillana y García son especialistas en programación e integración de robots en empresas, y realizan labores de puesta en marcha, diagnóstico remoto, mantenimiento y reparaciones. Es decir, son los responsables de dotar de «vida e inteligencia» a los robots que salen del embalaje, además de cuidar de su 'salud'. «Tenemos bastante trabajo, aunque podríamos tener mucho más».

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Manuel Santillana y Juan Antonio García, fundadores de Binarii. Guillermo Carrión / AGM

La llegada de la robotización, en su opinión, «solo tiene ventajas». Están convencidos de que contribuyen a mejorar la «calidad de vida de la gente». Por ejemplo, de aquella mujer a la que vieron en una cooperativa «colocando alcachofas en recipientes durante ocho horas. Eso es inhumano, y el trabajo debe ser más creativo». Ni con esas se libran estos dos emprendedores de miradas inquisitivas en empresas a las que acuden a instalar y programar un robot en una cadena de producción donde hay veinte personas deslomándose... «Es lógico que la gente tenga miedo a perder su trabajo. Lo que hace falta es aplicar las herramientas necesarias, por parte de las empresas y también de la administración, para que el proceso de reciclaje sea un éxito. Y que el progreso avance, no aplaste».

UGT anima a «reajustar las jornadas laborales»

«Las nuevas tecnologías suponen un reto inmediato para el futuro del trabajo. Y ahí somos optimistas porque tenemos nuevas oportunidades para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y la calidad de los productos, pero también para lograr el pleno empleo y un trabajo decente, acabar con la precarización». Es la opinión del secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) en la Región de Murcia, Antonio Jiménez, quien cree sin embargo que las administraciones deberían «corregir los déficit formativos y de cualificación» para afrontar la reconversión de los perfiles laborales que trae ya consigo la robotización de la industria. Sobre todo en la Región, donde predominan «desequilibrios del modelo económico y actividades de bajo valor añadido». En este sentido, Jiménez apuesta por «modernizar el mercado de trabajo, concediendo importancia a la negociación colectiva y al diálogo social».

El líder de UGT en la Comunidad Autónoma piensa que no es una fórmula que esté «en la estratosfera» que los robots coticen o 'paguen impuestos' para, entre otras cosas, sufragar esa reconversión de las plantillas a base de cursos de formación y «garantizar la sostenibilidad del sistema de bienestar».

«Lo más urgente», según Jiménez, «es abordar la precarización del empleo que puede conllevar el proceso de robotización en las empresas. Esto también puede paliarse, en palabras del líder sindical, «con un reajuste de las jornadas laborales. Se acaban de cumplir cien años del establecimiento de la jornada de ocho horas. Quizá los robots ayuden a mejorar este aspecto».

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