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Una brigada de limpieza retira fangos y algas en Los Urrutias, la semana pasada.
Una brigada de limpieza retira fangos y algas en Los Urrutias, la semana pasada. Antonio GIl / AGM

De la sopa verde a las algas podridas

Que la recuperación del Mar Menor sería lenta y costosa era evidente, pero nadie estaba preparado para que su estado fuese peor cuatro años después de que explotase el proceso de eutrofización

Domingo, 7 de junio 2020, 01:21

La historia reciente del Mar Menor comienza con sus aguas convertidas en una espesa sopa verde y termina con cientos de toneladas de fangos y algas putrefactas en sus orillas. Entre medias han transcurrido cuatro años pero, a la vista del estado actual de la laguna salada más grande de Europa, cualquiera diría que solo han pasado unos días entre una y otra escena de esta película de terror ecológico. Daba miedo el 27 de mayo de 2016, cuando WWF y la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) viralizaron un vídeo que colocó al humedal murciano en el podio de los desastres ambientales en España, y sigue causando canguelo en junio de 2020. Pero sobre todo indignación, tristeza, preocupación, sorpresa...

Al Mar Menor le ha servido de poco protagonizar el debate social y político durante el tiempo que se corresponde con toda una legislatura. En los últimos cuatro años, la recuperación de la joya de la corona de los espacios naturales de la Región ha sido noticia cada día: se han sucedido debates parlamentarios, normativas legales, comisiones de expertos, denuncias en las instituciones europeas, estudios técnicos y análisis científicos... pero el balance, si uno se acerca a la orilla en La Ribera, Los Nietos o Los Urrutias y mira delante de sus pies, no puede ser más decepcionante.

Porque a la vista está que el gran esfuerzo científico y el empuje social –la manifestación del 30 de octubre de 2019 en las calles de Cartagena, con 55.000 participantes, fue un hito histórico– no han servido para salvar a la laguna de la amenaza de muerte que la ronda desde que el proceso de eutrofización alterara gravemente su equilibrio ecológico.

Instituto Español de Oceanografía

«La recuperación será difícil»

Este nuevo aspecto del Mar Menor, con buena parte de sus playas convertidas en ciénagas, obliga a plantear cuestiones básicas: ¿está ahora mejor o peor que en 2016?, ¿es posible su recuperación? Para el Instituto Español de Oceanografía (IEO), la albufera es ahora un ecosistema diferente del que, hace pocos años, cobijaba a millones de hipocampos en sus aguas transparentes: «Cambió a una fase diferente en 2016, más alterado y con menos capacidad de resistir a los cambios, como olas de calor o DANAS. Lo que vemos ahora son fluctuaciones muy extremas, pero difícilmente veremos una recuperación al estado anterior a 2016. Es decir, ahora no está ni mejor ni peor que hace cuatro años; es más de lo mismo y se llama eutrofización, causada por los nutrientes que entran en la laguna. Es muy absurdo hacer cábalas continuamente con la clorofila y la transparencia si no se enfoca el problema en su origen», advierte el biólogo Juan Manuel Ruiz, científico del Centro Oceanográfico de Murcia, con sede en San Pedro del Pinatar.

La situación que describe este investigador especializado en vegetación acuática y praderas marinas no se produjo en un día ni en dos, sino a lo largo de casi cuarenta años de agresiones: residuos mineros, construcción incontrolada, vertidos urbanos, dragado de canales, las mal llamadas regeneraciones de playas con arenas de rambla... y fundamentalmente la inyección de nitratos agrícolas a la masa de agua, tanto en superficie –sobre todo por las ramblas del Albujón y Miranda– como a través del acuífero Cuaternario, que acumula unas 300.000 toneladas de restos de abonos químicos.

«Esta evolución se ha observado en otras lagunas eutrofizadas de Europa y, como en muchos de estos casos, la recuperación del ecosistema no se espera hasta dentro de mucho tiempo, años e incluso décadas. Lo que ha ocurrido en el Mar Menor es lo que los ecólogos llamamos un cambio de estado o fase», ilustra Juan Manuel Ruiz. «Una vez que el ecosistema cambia, los procesos y mecanismos de control que lo gobiernan también cambian y la reversión se hace muy complicada. Este cambio afecta a todo el ecosistema, su composición y cadenas tróficas», señala.

Gobierno regional y Ministerio

Desencuentro político

Quizá el único consenso durante todo este tiempo es que la recuperación del Mar Menor sería lenta y costosa, pero los continuos desencuentros entre las dos principales administraciones responsables de frenar su deterioro, Comunidad Autónoma y Gobierno central, han demorado soluciones urgentes y cuestionado los grandes planes que se presentaron como remedio definitivo, como el de 'vertido cero', que el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico pretende modificar sobre la marcha: de una reparación basada en la ingeniería –batería de pozos públicos para extraer agua contaminada del acuífero y devolverla en condiciones para regar a los agricultores– a otra inspirada en la naturaleza –restauración de humedales, filtros verdes, reforestación...–.

El potente sector agroalimentario, reforzado con la crisis de la pandemia, es el motivo principal del tira y afloja entre Gobierno regional, Ministerio y Confederación Hidrográfica del Segura. Después de décadas de mirar hacia otro lado, ha llegado el momento de levantar los cultivos ilegales –casi 10.000 hectáreas identificadas hasta el momento–, lo que se traduce en un inevitable desgarro social y económico que los políticos siempre miden en votos.

A la pregunta de si el Mar Menor está ahora en peores condiciones que hace cuatro años, el diagnóstico del catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia Ángel Pérez Ruzafa es tajante: «Mucho peor. El Mar Menor está en su peor momento desde que empezó su crisis de eutrofización en los años noventa del siglo pasado. La situación actual es la peor de su historia. Desde principios de 2019 se denunció que los vertidos estaban volviendo, ahora más dispersos. En lugar de canalizarse por la rambla del Albujón, ahora aparecían por multitud de cursos de agua más o menos permanentes y por afloramientos subsuperficiales en las zonas de costa», relata el portavoz del Comité de Asesoramiento Científico.

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«Actualmente, la entrada de agua en cantidades masivas tiene lugar no solo por la rambla del Albujón, sino también por las inmediaciones de la de Miranda, en la Marina del Carmolí. Las aguas subsuperficiales ya no llevan solo nitratos sino también fosfatos urbanos. El freático tan alto inunda sótanos y los bombeos van al alcantarillado. La salinidad de esas aguas hace que las depuradoras no puedan procesarlas y las aguas urbanas se mezclan ahora con las del acuífero y agrícolas, con el aporte tanto de fosfatos como de nitratos. Además, como consecuencia de la entrada continua de agua dulce, la salinidad es tan baja que los riesgos de sufrir crisis distróficas y eventos de anoxia son muy altos en condiciones de altas temperaturas», explica el profesor de la UMU.

Comité de Asesoramiento Científico

«La agricultura es compatible»

¿En qué se ha perdido tanto tiempo desde 2016, entonces? «Se han hecho muchas cosas mal. La primera, hacer de un problema ecológico y de armonización de usos un arma política de lucha de partidos y de ideologías y de enfrentamientos y revanchas sociales. Esto ha desenfocado los diagnósticos y las soluciones, bloqueando completamente la toma de medidas. En este contexto se ignoró y negó una recuperación evidente [en 2018] que era la prueba de que los tratamientos, si hubieran sido estructurales y permanentes, funcionaban».

El portavoz del órgano consultivo del Gobierno regional para la recuperación del Mar Menor se lamenta de que «se sigan negando actuaciones necesarias, como la de rebajar el nivel freático, o se bloqueen ensayos o medidas funcionales o estructurales en base a tramitaciones burocráticas o informes sin datos, sin que haya un análisis serio de las razones por las que no se implementan las medidas o se pueden realizar las pruebas para valorar su utilidad».

Ángel Pérez Ruzafa defiende la compatibilidad de la actividad agrícola con la salvación del humedal: «En lugar de trabajar en las soluciones que hagan compatible una actividad primaria como la agricultura, que constituye una necesidad básica, económica y funcional, que independiza a la Región del exterior en la producción de un recurso básico como es la alimentación, se ha realizado una campaña en contra de la misma sin que se vea claro el modelo alternativo, económico y alimentario. Lo inteligente hubiera sido ver qué medidas (de uso y buenas prácticas) e infraestructuras (sistemas de extracción y control sobre el acuífero, desalación, transporte, almacenamiento, distribución, desnitrificación....) hay que implementar para que el desarrollo agrícola sea viable y compatible con la integridad ecológica del Mar Menor».

El catedrático murciano, experto en ecosistemas acuáticos, critica también la «descoordinación total y falta de un plan de uso de las infraestructuras existentes, como pozos de extracción y desalobradoras», y que «se haya desmantelado las que había, como el salmueroducto, en lugar de regular y mejorar su uso».

En paralelo a cada sobresalto en el Mar Menor, donde cada día sorprende un nuevo achaque, avanza la investigación del juzgado número 2 de Murcia sobre la degradación del humedal, por iniciativa de la Fiscalía del TSJ. Una causa en la que están imputados antiguos responsables políticos y altos cargos de la Administración –como el exconsejero de Agricultura y Medio Ambiente Antonio Cerdá y los expresidentes de la CHS José Salvador Fuentes Zorita y Rosario Quesada–, junto con más de cien empresarios agrícolas. Los primeros, por no vigilar o consentir las malas prácticas agrarias y de transformación de la cuenca en el Campo de Cartagena; y los segundos, por extraer caudales del subsuelo sin permiso, desalobrarlos y contaminar las aguas subterráneas y el Mar Menor con las salmueras de rechazo y los nitratos. La Justicia dirá.

Pacto por el Mar Menor

«No se actúa en el origen»

«Desde hace cuarenta años se sabe que el origen de este tremendo desastre medioambiental está en los nutrientes que llegan al Mar Menor procedentes de la agricultura intensiva y del urbanismo salvaje de su entorno, con su repercusión en las aguas residuales del alcantarillado», afirma Isabel Rubio, una de las portavoces de Pacto por el Mar Menor. «Sin embargo, en estos cuatro años, desde que la plataforma ciudadana se puso en marcha, y a pesar de las continuas denuncias que hemos puesto en Europa y en la Región, hemos visto cómo las diferentes administraciones han invertido y siguen invirtiendo fondos públicos sin fin ni control en paliar la eutrofización recogiendo algas o reponiendo arena sin actuar en el origen del problema y sin tener en cuenta al resto de los sectores económicos afectados por la destrucción del ecosistema más preciado del Mediterráneo», sentencia.

La búsqueda de culpables y el enredo de los parámetros físico-químicos del agua suelen dejar en un segundo plano a los habitantes de un espacio protegido con diferentes figuras legales –regionales, nacionales e internacionales—: la flora y fauna. Si las praderas marinas se perdieron en un 85% con la sopa verde, después solo se ha recuperado la mitad de la extensión de plantas acuáticas desaparecidas: la que ocupaba la 'Caulerpa prolifera'. La 'Cymodocea nodosa' sigue casi ausente, lo que reduce a la mitad la capacidad del Mar Menor de «responder y resistir a la entrada continua y masiva de nutrientes, haciéndolo significativamente más vulnerable a los vertidos y todo tipo de perturbaciones, tanto naturales como de la actividad humana», insiste Juan Manuel Ruiz.

La repercusión en la fauna es más difícil de cuantificar, aunque hay varios datos muy significativos: del más de un millón de nacras que poblaban los fondos en 2016, ahora solo sobreviven unos pocos centenares, y quizá solo un 1% de la población original de caballitos, se lamenta el científico del IEO Miguel Vivas. Las voluminosas capturas de doradas de las últimas semanas no indican ni mucho menos una buena salud del humedal, avisa: un Mar Menor saludable tendría una fauna variada en lugar de macropoblaciones de determinadas especies que proliferan en momentos puntuales debido a la gran cantidad de nutrientes en suspensión.

Pese a su «estado crítico», el Mar Menor es «recuperable» porque «sigue mostrando una gran capacidad de resistirse a las presiones», augura Ángel Pérez Ruzafa, quien deja una puerta abierta pero con condiciones: «Sin una infraestructura que permita la gestión del agua, rebajar el acuífero y eliminar o reducir drásticamente las descargas, será imposible que vuelva a ser el que era».

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