Salinas Orientales, en Marchamalo, cuya concesión adquirió ANSE en noviembre del año pasado. ANSE

Las Salinas de Marchamalo recuperarán la actividad con un centro de interpretación

ANSE producirá sal en La Manga y proyecta unas instalaciones para la divulgación ambiental presupuestadas en 1,5 millones de euros

Domingo, 4 de octubre 2020, 14:11

En la entrada de La Manga, a la izquierda de la Gran Vía y abierto al Mar Menor, languidece a la vista de todos un ecosistema excepcional: las Salinas de Marchamalo (Cartagena). Un refugio para aves acuáticas y peces, como el mújol y el casi ... extinto fartet, que necesita estar en funcionamiento y con un mantenimiento adecuado para ofrecer las condiciones que demanda la fauna rara y escasa asociada a estos ambientes extremos. Veinticinco años después de que se extrajera el último kilo de sal de las balsas ahora abandonadas, la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) ultima su proyecto para devolver la actividad a una industria tradicional tan compatible como necesaria para la conservación de la biodiversidad.

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Después de comprar ANSE–a través de su fundación– el año pasado a la empresa Invertrés Diversos una finca de 7.000 m2 y la concesión de uso de las Salinas Orientales o Viejas –una extensión de ocho hectáreas, solo una parte del conjunto de balsas– por 70.000 euros, los ecologistas ya tienen muy perfilado el proyecto con el que pretenden devolver la vida al complejo salinero. En una primera fase, el año que viene, comenzarán a restaurar las balsas salineras y las motas, infraestructuras básicas muy deterioradas, y al mismo tiempo trabajan en hacer viable el 'corazón' de su apuesta por Marchamalo: un centro de interpretación que pretenden construir aprovechando una vieja nave casi derruida y que funcionará como almacén y zona de transformación de la sal, y también como espacio para la divulgación de los valores naturales del Mar Menor y La Manga, con una zona expositiva donde se recibirá a visitantes y se realizarán actividades de educación ambiental. ANSE lo ha concebido también como «un centro de apoyo a la conservación de la naturaleza en el Mar Menor, no solo de las salinas», explica a LA VERDAD el director de la Asociación de Naturalistas del Sureste, Pedro García.

La rehabilitación de la nave ya cuenta con una licencia de obra otorgada por el Ayuntamiento de Cartagena sobre sus 2.000 metros, que tramitó en su día el anterior propietario, pero los ecologistas han reducido la superficie y han adaptado la estética a la tipología constructiva de la zona. La autora del proyecto es la arquitecta Paloma de Andrés Ródenas, que realizó su tesis doctoral en la Universidad Politécnica de Cartagena con un estudio para la recuperación ambiental y patrimonial de las Salinas de Marchamalo, cuya declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) acaba de iniciar la Comunidad Autónoma.

«El reto es enorme»

Levantar este edificio no será sencillo, ya que ANSE ha calculado un presupuesto aproximado de 1,5 millones de euros, independientemente del coste de restauración de las salinas, que esperan sufragar mediante «donaciones, aportaciones propias y la colaboración de empresas que quieran implicarse en el proyecto. Somos conscientes de que el reto es enorme, tanto que en los últimos 25 años nadie se ha atrevido», argumenta el director de ANSE.

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«Sabemos que nos podemos estrellar, pero más que se nos ayude, lo que necesitamos es que no nos pongan dificultades», pide García. Los ecologistas están tramitando en estos momentos los documentos técnicos requeridos por la Demarcación de Costas del Estado y la Comunidad Autónoma antes de iniciar cualquier actividad en las salinas, un espacio protegido al que quieren devolver su riqueza patrimonial y paisajística perdida.

Miguel Celdrán Iniesta, exdirector de Salinera Española en San Pedro del Pinatar, ha elaborado el proyecto industrial por encargo de los ecologistas

Para la recuperación de la actividad salinera, los ecologistas han confiado en un experto contrastado: Miguel Celdrán Iniesta, exdirector de Salinera Española en sus instalaciones de San Pedro del Pinatar, que ahora asesora sobre la puesta en marcha de pequeñas explotaciones al frente de una empresa propia.

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El objetivo industrial consiste en obtener «una cosecha pequeña, de unas mil toneladas al año, pero de gran calidad», según las previsiones de Pedro García, aunque el fin último es «recuperar la biodiversidad, las poblaciones de aves acuáticas, moluscos y crustáceos y peces como el mújol, que casi ha desaparecido allí». Una cosa llevará a la otra.

Plano de situación de las Salinas de Marchamalo y del centro de interpretación. LV

El proyecto de ANSE se ciñe a las Salinas Orientales, pero la idea de los ecologistas, a largo plazo, pasa por restaurar todo el conjunto salinero. Por este motivo, hace tiempo presentaron una solicitud para explotar parte de las Salinas Occidentales, las 16 hectáreas que forman parte del Dominio Público Marítimo Terrestre, petición que la Demarcación de Costas tiene pendiente de resolver y ante la cual Salinas de La Manga SL, anterior concesionaria, se inhibió por considerar inviable la producción de sal. Estas balsas están rodeadas por las charcas propiedad de Salinas de La Manga SL, empresa vinculada a Portmán Golf que se dedicó a la extracción de sal en sus 30 hectáreas hasta que dejó de considerarlo un negocio rentable.

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ANSE, recuerda Pedro García, «ha pedido reiteradamente a la Comunidad Autónoma que compre las salinas, incluso que las expropie, pero la Administración regional se ha limitado a mantener el aporte de agua». «Por eso decidimos intentarlo nosotros», añade, «aunque no sabemos si la actividad salinera, que desarrollarán profesionales, será suficiente para el mantenimiento de las instalaciones; por eso tendremos que explorar otras actividades ligadas a la conservación y la divulgación ambiental para hacer sostenible este proyecto».

Cinco figuras de protección ambiental y futuro Bien Cultural

Las Salinas de Marchamalo son un enclave de gran valor ambiental y cultural, como acreditan las numerosas figuras legales que lo protegen sobre el papel: Espacio Natural Protegido, Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Zona Especialmente Protegida de Interés para el Mediterráneo (ZEPIM) y Humedal de Importancia Internacional Ramsar. Su futura condición de Bien de Interés Cultural (BIC) enriquecerá aún más un espacio natural que lleva un cuarto de siglo abandonado.

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