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Los siete parques naturales de la Región de Murcia cuentan con un octavo 'hermano', de momento oficioso: el espacio protegido de la Sierra de La Muela, Cabo Tiñoso y Roldán, en el Oeste del municipio de Cartagena –aunque con una mínima superficie en Fuente Álamo ... y Mazarrón–, que está llamado a integrar en el futuro la lista de los enclaves con la máxima protección ambiental. Pero su declaración definitiva no tiene fecha: el Plan de Ordenación de Recursos Naturales (PORN) está paralizado desde su aprobación inicial en 2006 y la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente quiere culminar antes la tramitación de la normativa de la Red Natura 2000.
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Sin embargo, y después de muchos años en los que la Administración parecía haberse olvidado de estas sierras litorales y núcleos rurales, algo empieza a cambiar: un incipiente movimiento vecinal en Galifa, La Torre de Nicolás Pérez, Perín, Tallante y El Portús se está interesando por las oportunidades económicas que podrían abrirse con la declaración del parque. Casas rurales y complejos de hostelería aguardan el maná del turismo de cercanía que se avecina en la época post-Covid.
También la vicealcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo (Partido Popular), se ha manifestado recientemente a favor de que este espacio protegido se consolide como parque regional.
La Comunidad Autónoma ya ha organizado encuentros en estas diputaciones cartageneras para informar sobre las limitaciones y ventajas que supone vivir en un parque regional, pero no ha avanzado en la tramitación del PORN. Este documento se aprobará en paralelo al Plan de Gestión Integral de la Sierra de Cartagena, puesto que las figuras de Lugar de Interés Comunitario (LIC) y Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA) se solapan con la de Espacio Natural Protegido, informan a LAVERDAD fuentes del Gobierno regional. De este modo, tanto la normativa europea como la autonómica se aprobarán al mismo tiempo y será entonces el momento de declarar por ley el parque, «una vez cuente con todas las garantías de ordenación correspondientes».
Este hito no tiene plazo de momento, aunque el Ejecutivo autónomo confía en tener desarrollados los planes de Red Natura 2000 en 2022. Pero a falta de un cronograma claro hasta su proclamación como parque regional, La Muela, Cabo Tiñoso y Roldán es un espacio protegido con todas las de la ley, «incluido en la planificación ambiental de la Comunidad» y donde, además, la Dirección General de Medio Natural ha intensificado en los últimos dos años actuaciones de conservación y divulgación, como la construcción de miradores y la instalación de cartelería y mobiliario público para facilitar el disfrute de los visitantes, cada vez más numerosos, con un gasto de 250.000 euros. La zonificación del área protegida establece un 33% de conservación prioritaria, un 37% de conservación compatible, un 28% de paisaje agrario, un 0,22% de uso público y un 0,23% de uso público vial.
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El que sería el tercer parque regional más extenso de la Comunidad con sus 11.361 hectáreas –solo por detrás de Sierra Espuña (17.804) y El Valle-Carrascoy (17.410)– cuenta con unos valores naturales excepcionales, además de un elevado interés paisajístico, cultural y etnográfico.
Su orografía está dominada por relieves abruptos que se desploman sobre el Mediterráneo en duros acantilados. Las cotas máximas son la espectacular muralla de Peñas Blancas (625 m.) y La Muela (546 m.). Entre las elevaciones se encajan llanuras sedimentarias, como el Campillo de Adentro, y ramblas como las del Cañar, Valdelentisco y Esparrillar. También destaca un Lugar de Interés Geológico: el volcán del Cabezo Negro de Tallante, con un afloramiento de rocas basálticas que data de hace un millón de años.
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La vegetación, con 488 especies —el 20% de la flora murciana–, está dominada por iberoafricanismos y taxones endémicos, como carrascales termófilos, cornical, azufaifo, palmitos, sabinares termomediterráneos, caralluma y sabina mora. La Administración ambiental vigila de cerca varias plantas en peligro de extinción, como la manzanilla de Escombreras y el garbancillo de Tallante.
El espacio atesora también doce árboles monumentales, entre ellos varios algarrobos, un ciprés, un cedro, un olmo, un lentisco, una encina y el enorme palmito de la Cueva de Neptuno, en Cala Aguilar.
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La nómina faunística es formidable: entre las rapaces, anidan águilas reales y perdiceras, halcones peregrinos y búhos reales, que conviven con la chova piquirroja, el camachuelo trompetero, el charrán patinegro, la pardela cenicienta, el paíño común y la gaviota de Audouin, entre un total de 128 especies.
Los veintidós mamíferos están representados principalmente por el gato montés, la gineta, la garduña, el tejón, el zorro y el jabalí, y entre los reptiles pueden encontrarse tortugas moras, lagartos ocelados y distintos tipos de lagartijas y culebras. También anfibios, como el sapo común, el sapo corredor y la rana común, que ocupan los escasos puntos de agua.
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El 'octavo' parque regional también es un enclave para disfrutar del patrimonio: el espacio protegido cuenta con cinco molinos de viento, torres defensivas en la costa –la de Santa Elena, en La Azohía– y el interior –del Moro y Rubia–, además de un soberbio conjunto de baterías militares –Castillitos, Atalayón, Jorel y Roldán– y el conjunto de arte rupestre de la Cueva de la Higuera.
La Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), que lleva casi cuarenta años defendiendo y conservando el área de La Muela, Cabo Tiñoso y el Roldán, ha recibido con cierta desconfianza el apoyo vecinal al futuro parque regional: «Ojalá sea cierto que la ciudadanía de la zona Oeste de Cartagena está cambiando, al igual que el Ayuntamiento, y están pensando realmente en la conservación y no en la consolidación de decenas de viviendas ilegales construidas a lo largo de los últimos 15 o 20 años, ni en la declaración de decenas de núcleos rurales dentro del parque en los que facilitar nuevos desarrollos urbanísticos», advierte el director de esta organización, Pedro García.
«Los habitantes y propietarios del parque tenemos el derecho de disfrutar y aprovechar sus recursos naturales, manteniendo y creando formas de economía compatibles con la conservación sostenible de su biodiversidad y paisajes», sostiene. «Es posible restaurar con sentido común, incluso incentivar y facilitar en ciertos casos, pero la normativa del parque no puede propiciar un crecimiento urbanístico ni de infraestructuras que termine dañando la naturaleza que supuestamente se protege», añade.
«Ya hemos tenido bastante con el excesivo y desordenado desarrollo urbanístico costero de Isla Plana y La Azohía, la circunvalación Oeste o la autopista Cartagena-Vera para cometer más errores. Y los procesos de información y participación son claves para avanzar en esa conservación real», argumenta el director de ANSE.
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