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Lo cuenta con una sonrisa: «LA VERDAD ha sido nuestro periódico. Tras leerlo Salvador, mi marido, pasaba a otras manos». La que habla es Dionisia García (Fuente Álamo, 1929), afincada en Murcia desde hace décadas, y cuya excelencia poética, mantenida más allá de los 90 años, y una labor incansable como generosa maestra de escritores, la ha hecho merecedora de ser reconocida con uno de los premios de Los Mejores de LA VERDAD este 2023. Qué emoción se expande por la estancia cuando recita estos versos de su poema 'Sin testigos'. Una historia sobre la fragilidad de la vida, los caprichos del destino, la belleza desperdiciada. Estos son algunos momentos del poema: «Sus ojos eran claros, con luces de la dicha. / El resto de su rostro se ocultaba / tras un ramo de lirios que entregaría pronto / en el número seis de una calle desierta. / Ese era su quehacer, mensajero de flores. / Un trabajo sencillo y perfumado / para manos dispuestas, pies ligeros... / Un viento desalmado maltrataba los lirios, / que el muchacho protege y amortigua. / Inesperadamente, irrumpe un automóvil. / Palpita y se alborota un corazón pequeño. / De bruces en la acera, lágrimas y alegría. / Los lirios esparcidos engrandecen la calle». Silencio.
Cuando Dionisia García, de la que Renacimiento editó en 2017 el conjunto de su obra en verso, 'Atardece despacio. Poesía completa. 1976-2017', da vida con su propia voz a lo que previamente escribe sin prisa alguna, con exquisito mimo y procurando el sosiego interior, huyendo de los ruidos infernales y de las garras de la crispación, es difícil no emocionarte.
Tomar café con ella es un placer, entre sus libros y los recuerdos de su vida y junto a su mesa de trabajo, todo envuelto en un aire limpísimo de hospitalidad que se mueve entre un remanso de una paz que parece estar muy cómoda allí, junto a ella. Qué privilegio si te recita 'Desde el ahora', uno de esos poemas suyos que quedarán para siempre, que son capaces de vencer cualquier destrucción o barbarie inesperada. Así dice: «No sé si, al otro lado, podré ver vuestros rostros, / tan hermosos y tibios cuando entráis en la casa. / Los unos con los otros avenidos. / Algo hemos hecho bien para que ocurra. / Lamento, a estas alturas, que ya no pueda un día / compartir con vosotros el té con yerbabuena de los jueves, / mientras con las palabras nos vamos entendiendo. / Inquieta, sin embargo, ese incierto después, / por lo desconocido, tras el aliento último. / Si la Luz nos ampara, seremos por su gracia. / Buscadme donde esté para que os vea».
La autora, que concibe la poesía «como disfrute y como sacrificio, como goce y como entrega», está convencida de que «el don de vivir es un préstamo hermoso que no dura, una ilusión marchita y esperada. Nadie podrá escapar a tal destino. No lo desperdiciemos».
-¿Y qué hacer?
-Está en nuestras manos poder penetrar el alma de las cosas, mientras permanecemos abrazados a un mundo bello y frágil.
Dionisia García está segura de algunas cosas: «Lo estoy de que son reales los trigos del verano y los pájaros que pican el fruto de la higuera. También de que lo es la mirada precisa del amor».
En 'Ante lo transitorio', escribe: «Detente instante / en este vaso ancho / que alberga las anémonas, / en los pétalos rojos / que recogen y atraen. / Préndete en la mañana / del domingo que fluye, / donde se muestra el mundo. / Que mi pasar no quede, / pero sí la belleza de las cosas».
Sin aspaviento alguno, esta mujer admirada como poeta y querida en lo profundo por gentes de todas las edades, explica que, de algún modo misterioso, la poesía nos salva: «Vemos que el arte, a través de la historia, no nos ha salvado de casi nada. En Auschwitz se oía música de Bach, de Beethoven, de Mozart, mientras se estaba incinerando a las personas en los hornos crematorios. Sin embargo, yo sí pienso que el arte y la poesía nos salvan de muchas cosas. Para mí, escribir un poema es un momento de luz, no sé si útil, pero valiosísimo».
Este año que camina hacia su fin le ha dado algunas alegrías, entre ellas haber ganado el Premio Nacional de la Crítica en Poesía por su obra 'Clamor en la memoria' (Renacimiento), demostrando a los 94 años que los versos sobresalientes no tienen edad. Un día, al despertar, esto le contó al papel: «He soñado contigo. Era un lugar hermoso / al aire libre, venías desde lejos; / como esperan las novias, esperaba. / Con tu chaqueta a cuadros / y una corbata verde ibas vestido. / Iniciada la ruta no pudiste / avanzar, como si lo impidiese / una fuerza invisible. Tu mirada / me llega como hilo de luz en lejanía,/ y ya no supe más de la presencia. / Un despertar inquieto / me llevó a darme cuenta: la habitación / oscura, y yo ya estaba sola». Puede leerse esta historia en el poemario justamente premiado, dedicado al gran amor de su vida, Salvador Montesinos Busutil, su marido y padre de sus cuatro hijos -Salvador, Concha, Luisa y Pablo-.
Sus logros
Lleva publicando poemarios con regularidad desde que en 1976 vio la luz 'El vaho en los espejos'. La crítica siempre ha destacado la valía de sus versos y su personal voz poética.
Tres antologías recogen, hasta la fecha, el conjunto de su producción poética. La última, 'Atardece despacio' (Renacimiento, 2017).
Ha cultivado también la narrativa el ensayo, los aforismos y la crítica literaria.
Entre sus galardones figuran el XXX Premio Internacional de Poesía Barcarola, por el poemario 'La apuesta' (Nausicaä), y el Premio Honorífico AdA de Aforismo (2019), concedido por Apeadero de aforistas'.
Por 'Clamor en la memoria' (Renacimiento) ha merecido este año el Premio Nacional de la Crítica en Poesía.
«Todo ha pasado fugaz y luminoso, / con recorridos que la memoria / olvida. Sólo tú en el recuerdo», escribe también en 'Clamor en la memoria', un gozo poético de estremecimientos y bellas imágenes. Como esta, en torno a un abrigo, un sencillo abrigo. Imagínensela: «Hubo otro tiempo en / el que los amantes subieron al / tranvía, de pie y con las manos / en la barra. Y sobre todo: el corazón / gozoso, y el mirar divertido / de Salvador que tanto le gustaba / admirar a ella».
«Las cosas del alma se malogran si te acercas a ellas con descuido», suele decir esta experta en todo lo contrario, a la que el poeta cartagenero José María Álvarez describe como «una mujer apacible, elegante, que gusta y sabe pasar discretamente por la vida».
Dionisia García -«yo valoro más a un lector que a un crítico»- escribe en 'Veranos': «No hay horas que perder entre lamentos; / otros vienen y están con sus dulzuras. / Son pródigos en besos inocentes / que alegran este mundo que nos toca / y animan nuestro tiempo, todavía posible».
Hay en la escritura de la autora sinceridad poética, huellas de lo leído y lo vivido, cantos necesarios al hecho de estar vivos, homenaje a los seres que se fueron, y también lamento por el dolor que recorre el mundo y casi siempre maltrata aún más a los ya heridos.
«También yo», reconoce, «me siento culpable de que no nos inmutemos ante el horror, de que no nos importemos unos a otros, de que no acabemos entre todos con la barbarie; no, no somos inocentes». Pero no se deja vencer por el desánimo, no se acomoda a las derrotas, ni en la vida ni en la poesía, y reconoce que «este mundo en el que estamos tan desencantados es también muy hermoso». Una hermosura que ha encontrado en las personas y en los lugares que le han hecho feliz, y en la poesía que, como enseña Machado -«vuelvo a él con mucha frecuencia», cuenta-, te acerca a través de su lenguaje a lo que no sabes.
Amiga de poetas y amiga que cuenta con muchísimos amigos, a los que cuida con paciencia monacal y mano firme y cálida, es una enamorada de la memoria y los recuerdos, si bien siempre procura no quedarse anclada en la nostalgia y más bien se adentra, curiosa, en el futuro. A los que sufren el mal terrible del olvido y a los desterrados del mundo de los afectos recíprocos, les dedica este deseo: «Confío en que tendrán algún momento de lucidez en el que puedan, incluso en la total oscuridad, apreciar una puesta de sol, un palabra amiga, un gesto de cariño...».
Dionisia García es una mujer de fe, en la que se apoya y a la que se debe. En 'La apuesta', por ejemplo, cuya edición estuvo al cuidado de Marga Flores Albacete, la autora propone como eje central del libro, según los responsables de esta publicación, «apostar por la trascendencia, presente ya en el pensamiento aristotélico. En torno a la idea central, encontramos en los versos la hermosura de lo natural, la capacidad de amar, el acercamiento al otro en toda su grandeza. La temporalidad tiene presencia para la autora, concebida como tiempo 'inmóvil'. Somos nosotros quienes pasamos por él, en nuestro ir y venir». Y, sin duda, sus páginas están rebosantes del deseo de Dios. Y también de sus largos silencios. «Asómate a las aves, / al mundo de los astros. / Nadie pudo abarcar tanto prodigio», escribe admirada y esperanzada.
Este año 2023, la Universidad de Murcia (UMU), que cuenta con un premio de poesía que lleva el nombre de la poeta, ha publicado las cartas, en una edición a cargo de Pedro Luis Ladrón de Guevara, que los poetas Jorge Guillén y la autora premiada se intercambiaron entre 1977 y 1983. El poeta y la poeta se admiraron, respetaron, apreciaron, se elogiaron; conocerse y tratarse fue una suerte para ambos. Y ahora, publicado por edit.um (Ediciones de la Universidad de Murcia), ya se puede viajar en el tiempo en 'Dionisia García y Jorge Guillén. Historia de una amistad (epistolario, 1977-1983)'.
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Pepa García y Marina Zamora
LA VERDAD y Admir Bahtagic
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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