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Pablo Sánchez / AGM
Asociación de Naturalistas del Sureste, cincuenta años defendiendo la naturaleza

Asociación de Naturalistas del Sureste, cincuenta años defendiendo la naturaleza

Viernes, 15 de diciembre 2023, 12:37

En 1973 casi nadie manejaba conceptos como 'medio ambiente' o 'biodiversidad' y la conservación de la naturaleza no estaba en la agenda política porque realmente no era una preocupación social acuciante. Pese a que, aunque entonces aún no éramos conscientes, la locomotora implacable del cambio climático ya se había puesto en marcha. Hace medio siglo, la gestión pública ambiental iba poco más allá de la protección de espacios naturales singulares, una red un tanto inconexa de parques nacionales y regionales, como museos verdes, que al menos garantizaba la preservación de la fauna y flora más valiosa. El convencimiento de que había que dar un paso más allá para garantizar el buen estado de los hábitats y la vida silvestre sólo circulaba entre científicos, investigadores, naturalistas y activistas de las incipientes organizaciones ecologistas.

Precisamente, dos estudiantes cartageneros de Biología en la Universidad de Murcia, Pedro Antonio Talavera y Juan Manuel Ibáñez, idearon una noche de hace cincuenta años, en su habitación compartida del colegio mayor, la creación de la Asociación de Naturalistas del Sureste, la popular y ya indispensable ANSE, que durante las últimas cinco décadas ha acumulado méritos más que suficientes para entrar en la lista de Los Mejores de LA VERDAD.

Acción de protesta de ANSE en el Roldán (Cartagena) en 2000 (dcha). Plantaciones en el entorno del Mar Menor (izd abajo) y arriba Pedro García en Lo Poyo, en 1996 (izd arriba). ANSE / J.M. Rodríguez

Durante esa noche en vela, los futuros biólogos -que ya rebasan los setenta años- improvisaron unos estatutos copiando de un póster el reglamento de Adena (hoy conocida como WWF) y Pedro Antonio dibujó el emblema de la asociación, el flamenco entre las siglas que, sometido a mínimos rediseños, aún identifica a ANSE. Al día siguiente suspendieron el examen de Geología, pero al menos habían puesto las bases de una asociación que se constituyó oficialmente el 19 de mayo de 1973 en el salón de actos de la antigua Caja de Ahorros del Sureste.

Otras circunstancias ya les habían animado a formalizar su compromiso personal con la protección del paisaje, los animales y las plantas. Por ejemplo, el hallazgo de un águila real tiroteada en la pedanía murciana de La Alberca; la falta de medios y de cobertura legal para atender a la rapaz herida empujó a estos jóvenes amantes de la naturaleza, que pertenecían entonces al Grupo Ornitológico del Sureste (GOSE), a fundar una organización de mayor envergadura que diera respuesta a los problemas ambientales que ya comenzaban a ser evidentes.

Otra revelación fue un viaje en Gordini a Doñana desde Cartagena. Tardaron dos días en llegar, pero la riqueza que se encontraron allí en forma de aves acuáticas y humedales en buen estado casi les obligó a firmar un contrato con su territorio. También en la Región de Murcia había avifauna y zonas húmedas, y ese patrimonio había que defenderlo.

Ese grupo primigenio de cuarenta estudiantes universitarios, profesores, ornitólogos y excursionistas se ha convertido con el paso del tiempo en la cuarta organización conservacionista más antigua de España y en un referente indiscutible en la gestión de proyectos de restauración ambiental y estudios de flora y fauna. Y aunque ha expandido su campo de acción fuera de la Región de Murcia, buena parte de su trabajo sigue centrado en la mejora del Mar Menor y su entorno: si la defensa del pinar de Coterillo, en San Pedro del Pinatar, fue uno de sus primeros empeños, la restauración en La Manga de las Salinas de Marchamalo y de la Caleta del Estacio, asociada esta última al desmantelamiento de Puerto Mayor, son los retos que más les ilusionan actualmente.

Sus logros

  • Protección de espacios naturales Como Calblanque y Salinas de San Pedro del Pinatar, y freno a proyectos de urbanización ilegales en otros, como Lo Poyo, La Zerrichera y Marina de Cope.

  • Red de reservas ecológicas de su propiedad en casi todas las comarcas de la Región (más una en Elche) que resumen buena parte de los ecosistemas y la biodiversidad del Sureste.

  • Restauración de enclaves singulares como las Salinas de Marchamalo, las dunas de La Manga y la Caleta del Estacio.

  • Aportación científica en el estudio de fauna, como los murciélagos y las aves, que anillan periódicamente en Isla Grosa.

  • Participación en proyectos nacionales y europeos (Life) de restauración ambiental y protección de fauna: Riverlink, Salinas, Fluviatilis, Cerceta...

Entre los numerosos reconocimientos recibidos a lo largo del último medio siglo, destacan el Premio a la Conservación de la Biodiversidad en España de la Fundación BBVA (2017) y, en noviembre de este mismo año, el Premio Triodos Bank.

ANSE trabaja por su cuenta; asociada con empresas; en alianza, cuando es necesario, con diferentes administraciones (Ministerio y Fundación Biodiversidad, Comunidad Autónoma, ayuntamientos...); y en ocasiones enfrentada al poder político y económico, una actitud reivindicativa que ha sido clave para la protección de espacios naturales como Calblanque y las Salinas de San Pedro del Pinatar, y también para evitar la urbanización de otros, como Lo Poyo, La Zerrichera y Marina de Cope.

«A pesar del enorme esfuerzo y no pocos sinsabores, estos primeros cincuenta años de trabajo de ANSE están repletos de muchos más logros positivos para la naturaleza y las personas que aspectos negativos. Sin duda, el trabajo de nuestra asociación y de otras, y los cambios políticos y sociales ocurridos en España y Europa, han evitado que la destrucción del territorio y de los recursos naturales fueran mucho mayores. El trabajo de este medio siglo ha servido también para cambiar mentalidades, educar y sensibilizar a la población y sus representantes para un futuro más sostenible, y aunque ciertos sectores siguen a la contra, ya hay muchos ejemplos positivos de que es posible el cambio», reflexiona Pedro García Moreno (57 años), director de ANSE y una de las caras más reconocibles del ecologismo en España porque ha estado en primera línea de prácticamente todos los conflictos ambientales de las últimas décadas.

Vinculado a la Asociación de Naturalistas del Sureste desde 1986, en 2022 recibió el Premio Extraordinario de Medio Ambiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico por «su destacada custodia del territorio, que ha dado como resultado una red de reservas naturales y la protección de espacios naturales emblemáticos en el entorno del Mar Menor frente a proyectos urbanísticos».

Protesta submarina reivindicando la protección de Isla Grosa. Javier Murcia

La acción directa sobre el medio natural ha sido una constante en el ideario de ANSE, una manera de entender la conservación ambiental que se traduce en una red de reservas ecológicas de su propiedad donde se resumen los diferentes ecosistemas del Sureste de la península: Malcamino (Mazarrón), Canteras Romanas (Cartagena), El Cañar-Peñas Blancas (Cartagena), El Hondo (Elche), Sierra del Algarrobo (Mazarrón), Sabinares del Noroeste (Moratalla), Salinas de Marchamalo (Cartagena), Sierra de Enmedio (Puerto Lumbreras), Cañaverosa (Calasparra), Cueva de las Yeseras (Santomera) y Hoya Lóbrega (Sierra de Villafuerte, Moratalla).

La joya de la corona de esta red de reservas iba a ser Cabo Cope (Águilas), que la asociación ecologista compró a la Sareb -'banco malo'- en la primavera de 2020 por medio millón de euros, pero que finalmente fue a parar a manos de la Comunidad Autónoma tras ejercer el Gobierno regional el derecho de retracto, una facultad de la administración pública por tratarse de un espacio protegido.

Estas fincas singulares, donde ANSE ejecuta proyectos de mejora de la biodiversidad, se han comprado a través de su fundación mediante donaciones y aportaciones de sus socios, casi mil ya, que pagan una cuota de 42 euros al año -aunque algunos hacen aportaciones más altas-. La asociación maneja un presupuesto anual de un millón y medio de euros, tiene veinte trabajadores en plantilla, entre cuarenta y cincuenta voluntarios habituales -que pueden llegar a doscientos en convocatorias puntuales- y cuatro sedes -dos oficinas en Murcia, una en Cartagena y otra de trabajo en el humedal alicantino de El Hondo-, más una quinta en proyecto en el Mar Menor, ligada al proyecto de rehabilitación de las Salinas de Marchamalo.

El grupo de aficionados a la ornitología que fundó ANSE en Murcia en 1973 es ahora una gran organización con casi mil socios y 1,5 millones de presupuesto anual

ANSE, explica la organización, no busca crecer por crecer, sino que adopta el tamaño organizativo necesario para ejecutar sus proyectos. Los más importantes, actualmente, son Resalar (que agrupa la restauración de las Salinas de Marchamalo, Monte Blanco y Caleta del Estacio, en el Mar Menor y La Manga); Bosque Romano en Cartagena; Fluviatilis (conservación de ecosistemas fluviales); y Life Cerceta, los cuatro con apoyo de la Fundación Biodiversidad. Además, mantiene acciones de recuperación de la vegetación de ribera en el río Segura; monitorización y recogida de basuras marinas; y seguimiento de especies de fauna en peligro, como aves y cetáceos.

El estudio científico de delfines y calderones se realiza a bordo del velero 'Else', uno de los elementos emblemáticos del patrimonio de ANSE, que consiguieron hace veinticinco años a través de una cesión judicial tras ser incautado por narcotráfico. En esta coqueta goleta danesa de madera de dos palos y quince metros de eslora han navegado cientos de expertos y voluntarios durante numerosas campañas de investigación en el Mar Menor y el Mediterráneo. Y en ocasiones especiales, ministros, presidentes autonómicos y representantes empresariales, para conocer de cerca el trabajo de la asociación.

Sobre lo que hubiera ocurrido durante este medio siglo sin ANSE y otras organizaciones ecologistas, Pedro García aventura que «muchos espacios naturales, como ocurre con el litoral de Calblanque, el entorno de las Salinas de San Pedro del Pinatar, sur del Mar Menor y Marina de Cope, habrían sido intensamente transformados si el trabajo de las organizaciones de defensa de la naturaleza no hubiera logrado sentencias judiciales y decisiones políticas y administrativas que lograron su protección. Algunos de esos espacios, como ocurre con Calblanque o la reserva marina de Cabo de Palos, pero también interiores como Sierra Espuña, y por otras circunstancias históricas, están hoy mucho mejor gestionados, y han recuperado sus hábitats y biodiversidad. No se puede decir lo mismo de lugares como el Mar Menor, la bahía de Portmán, el litoral de Escombreras y otros. Pero incluso algunos de los que están peor cuentan con planes y proyectos de recuperación, como ocurre con la Caleta del Estacio».

Pedro García: «A pesar del enorme esfuerzo y no pocos sinsabores, estos primeros cincuenta años de trabajo de ANSE están repletos de logros para la naturaleza y las personas»

La actual Asociación de Naturalistas del Sureste es una organización muy diferente de la modesta entidad que echó a andar en la primavera de 1973, pero sus principios fundacionales siguen vigentes, asegura Pedro García: «Afortunadamente, en ANSE sigue habiendo mucha gente que dedica su tiempo a observar y disfrutar de la naturaleza, y a compartir sus observaciones, que son muy útiles para ayudar a la conservación de especies y espacios. Pero además seguimos realizando mucho trabajo de denuncia de incumplimiento de leyes y desarrollamos proyectos demostrativos de conservación y restauración ambiental, y de mejora del estado de conservación de especies amenazadas».

Anillamiento de aves en Isla Grosa. Al lado, una protesta conjunta con Greenpeace en Puerto Mayor en 2005. ANSE

Acerca de los retos ambientales de la Región de Murcia, y en general del Sureste de España, Pedro García, geógrafo de formación, analiza cómo abordar el complicado cruce de caminos en el que se encuentra uno de los territorios de Europa más acuciados por el calentamiento global: «Se trata de un espacio geográfico de gran singularidad ambiental, paisajística y cultural en el contexto europeo, que ha crecido muy rápido consumiendo demasiados recursos propios y con gran dependencia de otros externos. El reto global es dejar de devorar y consumir territorio y recursos propios y externos, readaptando progresivamente al menos una parte de su economía hacia la restauración, reconduciendo la actividad de la construcción hacia la regeneración de los tejidos urbanos o los núcleos rurales, evitando la expansión de las áreas urbanizadas y recuperando huertas y espacios naturales de sus inmediaciones».

«También», opina el director de ANSE, «es necesario favorecer actividades extractivas de bajo impacto que aprovechen recursos naturales que contribuyan a la gestión de zonas forestales y eviten el riesgo de incendios, derivando parte de los beneficios generados por actividades económicas y turismo a compensación y recuperación de la naturaleza y sus recursos, implicando a muchos sectores sociales».

Estos desafíos de la emergencia climática y la crisis de biodiversidad que sufre el planeta obligan a ANSE a seguir trabajando sin descanso y con la misma ilusión con la que se puso en marcha la asociación hace cincuenta años. Siempre formando parte de la solución. Por eso figuran entre Los Mejores.

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