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Cuando se plantea a la UNESCO el reconocimiento de un festejo como Patrimonio de la Humanidad, o en términos actuales, su inclusión en la Lista de los Bienes Inmateriales, no es lo más importante la descripción más o menos pormenorizada del festejo. Lo que la UNESCO tiene especialmente en cuenta son los valores patrimoniales, comunes o específicos, que hacen de ese bien algo digno de admirar, e incluso emular, por la sociedad. No entraré, por tanto, en la descripción, sino en esos valores que en conjunto lo hacen diferente y digno del más alto reconocimiento.

Desde su génesis, el origen del festejo tiene su historia y también su leyenda, como sucede con las grandes gestas históricas. Una y otra están basadas en el pasado templario de la zona y en su economía agropecuaria tradicional. El elemento histórico y el legendario son valores patrimoniales en una tierra de frontera, cuyas gentes han defendido, incluso con su sangre, al resto de la Región (antiguo Reino) de Murcia, desde la Edad Media hasta la Guerra de la Independencia.

Tampoco es desdeñable el esfuerzo común, físico e intelectual, que el festejo exige desde antes de su celebración. El entrenamiento corporal del hombre y la bestia hasta la identificación de todos los miembros del grupo, con el único fin de ganar el premio, no es menor que el interés por presentar el mejor atalaje, pensado y confeccionado, con el mayor mimo y exigencia.

Otro valor que se tiene en cuenta es la participación en el festejo. El que no sea espectáculo con participantes y espectadores, sino una celebración comunitaria en la que cada uno tiene su papel y todos los roles son importantes, sin distinción de edad o sexo.

La actividad festera se inicia en la niñez y sigue en la edad adulta sin interrupción temporal. Tiene su propio apartado infantil, donde «se aprende a ser caballista», y donde se compite de igual forma que lo hacen los mayores.

El festejo, celebrado en la mañana del 2 de mayo dentro de las fiestas en honor a la Vera Cruz, tiene su extensión y repercusión a lo largo de todo el año. Algunas peñas tienen sede propia donde caballistas, familiares y amigos celebran reuniones de todo tipo.

La participación popular en el festejo forma parte del ADN de Caravaca, materializado en la plaza que lleva su nombre (en pleno casco histórico) y en los dos monumentos esculpidos por José González Marcos y Rafael Pi Belda.

Estos y otros valores hay que mostrar ante la UNESCO en un proceso que comienza con el pertinente cuestionario y su aprobación por el Consejo Nacional de Patrimonio Histórico, previo a la comprobación de la veracidad del mismo y los informes de los organismos correspondientes. Lejos queda de la decisión final de la alta institución las adhesiones municipales, autonómicas, del Congreso y el Senado. No es que no influyan en la decisión definitiva, pero menos de lo que el gran público puede suponer.

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laverdad Valores inmateriales del festejo de los Caballos del Vino