Otra oportunidad para Fidel

Fidel Vera vivió dos vidas en una. El perdón le permitió pasar página y dejar atrás sus primeros años, cuando recorría la Región cometiendo asaltos, recortada en mano. Tras la concesión del indulto más recordado de la Región, este joven atracador rehabilitado pudo formar una familia y llevar un sueldo fijo a casa con un empleo en Golosinas Vidal. «Si a alguien lo tratan como a un delincuente, acaba siendo un delincuente», explicaba en una entrevista concedida a LA VERDAD dos décadas después. «Si le dicen que es bueno, que confían en él, lo salvan».

Corría el otoño de 1982 cuando Fidel y su grupo comenzaron a pegar palos envalentonados por sus escopetas. «Ni siquiera sabía utilizarla. Si la gente supiera el miedo con que íbamos...». Poco después, la Guardia Civil les paró los pies y este murciano conoció las penurias que aguardan entre rejas. Salió de allí dispuesto a cambiar su destino y en ello estaba, ocho años después, cuando la Justicia llamó a su puerta. En ese tiempo, Fidel había conocido al amor de su vida, había logrado un empleo estable para levantar un hogar y recibido a su primer hijo.

Los tribunales pendían sobre él una amenaza de hasta 14 años de cárcel. Un horizonte oscuro que se disipó gracias a la concesión de una segunda oportunidad. Su letrado, José Luis Mazón, envió al Ministerio de Justicia una petición de indulto con 17 informes favorables que inicialmente fue desestimada. La ciudadanía, sin embargo, supo ver en Fidel a un hombre dispuesto a dejar atrás una juventud torcida y exigió una medida de gracia que le fue otorgada en el verano de 1990. Aquel día le pidió a su padre las 26.050 pesetas que les había robado y acudió a estrechar la mano de sus víctimas. Era el primer día de su nueva vida.