La actriz en su última entrevista concedida a LA VERDAD en el Romea, en 2020. ENRIQUE MARTÍNEZ BUESO

Meditaciones de una actriz en el camerino del Romea

La intérprete y directora de escena, que actuó en teatros de toda la Región, concedió numerosas entrevistas a Antonio Arco en su carrera: «El mérito está en tratar de no olvidarnos de nuestros sueños»

Martes, 14 de diciembre 2021, 02:45

La relación de Verónica Forqué con la Región de Murcia, y, especialmente con el Romea, uno de los teatros españoles en los que más ovaciones ... ha recibido la artista, fue fluida y sostenida. Cada éxito y cada resbalón de la actriz madrileña fue narrado por el periodista y crítico teatral de LA VERDAD, Antonio Arco, que consiguió en numerosas ocasiones que el personaje quedara en el camerino y sacar a relucir su versión más sincera y reflexiva. «¿Usted consiguió ser dueña de su destino?», le preguntó Arco en 2004 cuando vino a Cartagena a interpretar, a las órdenes de Miguel Narros, 'Doña Rosita la soltera'. Verónica Forqué, lejos de resultar vanidosa o petulante, se desnudaba por completo: «No, qué arrogancia sería decir que sí. Puedes encaminarte hacia el destino que has soñado, pero luego te tiran, te caes, te vuelves a caer, te vuelven a tirar, tú tiras a otros, y te pasas la vida cayéndote y poniéndote de pie. Y con tanto ajetreo se te olvida cuál era tu destino y te pierdes un poco. El mérito está en tratar de no olvidarnos de nuestros sueños». Entonces, en 2004, la protagonista de 'Kika' (1993), de Almodóvar, decía que el personaje 'Doña Rosita la soltera' le había enseñado a enfrentarse con su lado más amargo «y con el final de la vida. Ahora no tanto, pero a principios del siglo XX una mujer con 50 años ya era una mujer vieja. Enfrentarse con el final de la vida cuesta mucho. Vamos, yo ya estoy en ello».

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Distintas entrevistas a Verónica Forqué publicadas en LA VERDAD.

Dieciocho años después, la vida finalmente acabó ayer para ella. No el recuerdo de los que la admiraron en el cine y en la escena.

Arco es precisamente uno de esos fervientes admiradores. En 2016, en una de sus columnas de la contraportada de LA VERDAD, con motivo de la visita de la actriz al 47 Festival de Teatro, Música y Danza de San Javier, que le rindió un homenaje, contó una anécdota acaecida en un restaurante de la Región. Ambos se disponían a cenar, y a Verónica Forqué, «que se mueve por la vida con una elegancia envidiable, tratando al personal con un tacto, una educación y una dulzura que parecen propios de un ser de otro planeta –realmente es que ella parece llegada en un dirigible de otra galaxia–», se le debió antojar que el camarero era un indio de la India. «Al ver el gozo que su presencia había provocado en el indio de la India –contó Arco–, empezó a hablarle a su admirador nocturno también en un perfecto inglés. Que si muchas gracias por sus cariñosas palabras, que si encantada de haberle conocido, que si en absoluto le había molestado que se le hubiera acercado justo cuando él ya tenía el estómago lleno y ella completamente vacío...; y así estuvieron hablando en inglés, el indio más bien negro, y ella con su piel de nieve del Kilimanjaro. Y como Dios aprieta pero no ahoga, a excepción claro está de cuando sí que hace ambas cosas a la vez, el indio se fue más feliz que unas castañuelas tocadas por Lucero Tena». Debió recordar entonces a su maestro espiritual, Sai Baba, «indio puro». Decía Arco que la Forqué llevaba muchos años practicando yoga, y meditación, y que encima ejercía de vegetariana, «y es una santa contemporánea incapaz de despertar a una mosca de la siesta sin sentirse culpable».

«Enfrentarse con el final de la vida cuesta mucho. Vamos, yo ya estoy en ello», decía en 2004, de gira con 'Doña Rosita la soltera'

En otra entrevista en 2013, Verónica Forqué confesaba al periodista ciezano: «No quiero peleas, no voy a sacar las uñas; ¡paz, paz, paz!». Entonces estaba en el Romea con 'Yo amo a Shirley Valentine', y seguía siendo todo eso que todos admiraban de ella: «¡Puro cine, puro teatro, pura energía!». «No quiero caer en el desánimo. No quiero deprimirme, desanimarme, tirar la toalla. La vida es una lucha diaria, cada día tienes que luchar por las cosas que quieres y seguir adelante y resistir. Mi padre [el cineasta José María Forqué] fue un gran luchador hasta el final. No se puede decir eso de 'todo es un asco' y 'nada merece la pena'; no, no, hay personas muy buenas y muy sabias en el mundo. Además, no hay que tener miedo casi de nada, y a ser posible de nada».

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Distintas entrevistas a Verónica Forqué publicadas en LA VERDAD.

¿Qué pasó para que la actriz no pudiera mantener la ilusión? Corría febrero de 2020 y, en su última entrevista a Arco, tenía previsto recorrer ese año España con 'Cosas que sé que son de verdad', de Andrew Bovell. E iba a estrenar en el Teatro Español, bajo su dirección, 'Españolas, Franco ha muerto', de Ruth Sánchez y Jessica Belda. «Estamos en esta vida para ser felices, estar alegres y querernos mucho. Si uno quiere buscar la paz termina encontrándola; cuesta, pero se encuentra».

Pero llegó el confinamiento. Y la pandemia. lo cambió todo. Nos cambió a todos. O quizás no...

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«En mi corazón», decía Verónica Forqué, «está Antonio Arco». «Siempre venía a verme». Ya hiciera de Titania, uno de los personajes de Shakespeare para 'El sueño de una noche de verano', o de 'Ay, Carmela', de Sanchis Sinisterra.

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