La vida está llena de dualidades. Somos blanco y negro. Luz y oscuridad. Nuestra mitad oscura es necesaria, nos ancla como raíces poderosas al suelo ... para volar y resplandecer. Los árboles se hunden en la penumbra y alzan sus ramas a la eternidad. La vida es realidad y deseo. Esperanza y pesimismo. Ilusión y miedo. Todo eso sintetiza el 'new look', la famosa silueta marcada en la cintura, el icónico y germinal modelo de la primera colección de Christian Dior. Ahí nació la Bar Jacket. Christian toma las reflexiones de su hermano encerrado en el psiquiátrico al que visita ante la insistencia de su padre. «Cuéntale eso al mundo». Casi inmediatamente después, el padre fallece. Y un nuevo Christian nace. Porque la vida y la muerte son dos caras de una misma moneda.
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De nuevo, el apellido Dior luce orgullosamente en una fachada. La familia, deshonrada por las pérdidas del crac del 29, recupera su esplendor. El padre le reprocha su osadía, «recuerda hijo, estabilidad, mejor que oportunidad». Poderosa lección. Sin embargo, Dior escondía en su regazo una semilla luminosa. La más luminosa. Christian quería ofrecer a la Francia que despertaba —adormecida tras los cuatro interminables años de la ocupación nazi— la posibilidad de soñar, de sonreír.
Christian sabía que en cada hogar había fallecidos y tristeza, pero Francia no era eso, sino todo lo contrario. Una joven modelo, que Dior rescató de los burdeles recién clausurados, sincretizaba esa nueva opulencia. La nueva mirada que ascendía a los esplendorosos cielos de un París magullado pero feliz tras expulsar al fascismo de sus calles.
La figura de Dior es tan magnífica que su historia supera con creces la maravilla de su creación. Dior reflexionó mucho antes de lanzarse en solitario. Antes trabajó para Lucien Lelong, un modisto corriente, que contó en sus filas con los mejores: Pierre Balmain y Cristobal Balenciaga. Los tres eran amigos, por su puesto.
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Christian deja atrás el 'glamour' de su fracasada galería de arte. Abandona la bohemia de sus compañías. Ya no pasa horas con Cocteau ni Picasso. Ahora tocaba el empleo estable con Lelong. Dior era un magnífico dibujante, un artista del diseño y asumió sus obligaciones con dedicación y entusiasmo.
Los fascistas llenaron París de esvásticas. Chanel cerró su atelier. No así el aterrorizado Lelong. A las mujeres de los capitanes nazis les gusta la alta costura. A Tian le repugna la idea de coser para los alemanes, pero no tiene opción. Al mismo tiempo, su hermana pequeña, Katherine Dior, se convierte en un miembro activo de la resistencia francesa y acaba en un campo de concentración. Es sometida a terribles torturas. Durante más de un año, Christian no sabe nada de ella. La vida es tenebrosa. Dior no sonríe. Se niega a probar las ropas a las señoras nazis.
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El rey del algodón, Marcel Boussac, ofrece a Tian la posibilidad de crear su propia casa de modas. Por mucho que insistió el gran empresario, Christian lo hizo a su manera. Nada de horteradas y edificios grandilocuentes. Dior no contrató a las famosas modelos de sus compañeros como muestra de respeto, pero sí que necesitó a las modistas.
Christian sólo aspiraba a llenar de belleza y sueños a las mujeres parisinas. Democratizar la moda para recuperar la felicidad perdida. Consiguió mucho más. Demostró audacia y superación de los terrores vividos y su firma voló por el cielo hasta las américas.
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Dior amaba a su familia por encima de todo. Su heroica hermana Katherine le sirvió de inspiración en los momentos más oscuros. También su madre Madeleine. Christian adoraba vestir a Evita Perón, casada con un fascista y tan libertaria por otro lado. Su casa de costuras nace con un perfume: Miss Dior, dedicado a su hermana. Un clásico. También lo es Eau Sauvage, una de las colonias de hombre más elegantes y atemporales que existen.
Dior era woke, por suerte. Era gay, demócrata, solidario y respetuoso con los demás. El terror y la alegría forman parte de la vida. Como el fascismo y la democracia. Conviene no confundir la realidad y las modas absurdas con la auténtica libertad, esa por la que luchó Katherine y el mismo Christian desde sus patrones y vestidos.
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