f. olmos
Jueves, 13 de octubre 2016, 12:22
Mara Wilson tiene hoy 29 años. Si nos la cruzásemos por la calle, probablemente la miraríamos con los ojos entrecerrados y pensaríamos: «Esa chica me suena...pero no sé de qué». Y es que la Mara Wilson que reconoceríamos a primera vista dejó de existir hace ya bastantes años. Esa Mara, actriz, tenía tan sólo 8 años y acababa de interpretar su mejor y más famoso papel; el de 'Matilda' (en la película homónima sobre la novela homónima).
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¿Qué fue de ella? Pues en su nuevo libro; '¿Dónde estoy ahora?', lo cuenta. Lectura obligada para quien quiera conocer los entresijos más oscuros de la industria en aquella época (y la actual, probablemente) y los problemas a los que se tuvo que enfrentar la niña bonita de la gran pantalla cuando empezó a convertirse en una adolescente.
Se buscó en Internet y descubrió algo aterrador: era una fantasía sexual recurrente entre pederastas.
Poco después de su gran éxito, 'Matilda', su madre murió de cáncer. La niña pre-adolescente no quiso entonces aceptar ningún papel hasta que tres años más tarde conoció a la directora Britt Allcroft, que le propuso participar en 'Thomas y el ferrocarril mágico'. Aceptó. Mientras estaba inmersa en el rodaje, la directora mantuvo una conversación con ella que jamás olvidaría. Le contó que la pubertad llegaba a pasos agigantados y, revisando las tomas, el equipo había decicido que Wilson debería usar un sostén deportivo para disimularlo.
Con su madre muerta y su padre a miles de kilómetros por motivos laborales, la noticia de que entraba en la adolescencia rodeada de extraños de la industria sin ningún familiar ni amigo cerca le sentó como un mazazo. Entonces, días después, se buscó en Internet y descubrió algo aterrador: era una fantasía sexual recurrente para pederastas, que compartían montajes de su cara con cuerpos de otras adolescentes más desarrolladas. No pudo asumirlo.
Casting tras casting, Mara se fue dando cuenta de algo que confirmó el director de las audiciones para una serie televisiva cuando le dijo que «era perfecta para el papel de la amiga gorda»: ser buena actriz ahora quedaba en segundo plano. Lo importante era ser atractiva. La última prueba que necesitaba llegó cuando abrió una revista y vio la cara de una chica que había conocido en una conferencia sobre jóvenes actores; Scarlett Johanson. Le quedó patente qué era lo que Scarlett tenía y de lo que ella misma carecía. La belleza se imponía, una vez más, sobre el talento.
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