C. García
Lunes, 22 de agosto 2016, 10:30
La clausura de los Juegos de Río 2016 destacó por lo mismo que su inauguración: una fiesta de luces, colores y muchas coreografías con música típica del país donde la fiesta y el jolgorio son patrimonio universal. Brasil demostró una vez más que la austeridad no va de la mano de la pobreza o la simpleza y que, incluso con lluvia tropical, la fiesta debe continuar.
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La ceremonia de clausura de los Juegos de Río 2016 arrancó al ritmo de tambores y sambas, la mezcla de sonidos de la historia de Brasil unida a sus bailes que contagían alegría y agitación. Los deportistas salieron a la pista -esta vez no era para competir-, ataviados con sus trajes oficiales, más desordenados que en la inauguración y muchos de ellos con los kilos de más de sus medallas olímpicas. Phelps, Bolt o la joven Simone Biles se van este año con más peso del que sus maletas puedan soportar en un control del aeropuerto.
Después de las proyecciones visuales que han hecho famoso ya a Río 2016 (además de la poca organización de la que se han quejado periodistas y deportistas), llegaron los discursos del alcalde de Río de Janeiro y del presidente del COI. El presidente de Brasil no hizo acto de presencia como ya había anunciado días atrás, así, evitó los previsibles abucheos.
Pero, el momento más sorpredente de la noche llegó cuando se hizo el traspaso de poderes entre Río 2016 y Tokio 2020. Un vídeo anunciaba la presentación de Shimzo Abe, el primer ministro japonés. En esa proyección, se hacía mención a algunos de los personajes más conocidos de este país asiático. Y no, no nos referimos a personajes de la vida real, sino a personajes de películas, dibujos animados o vídeojuegos; desde Oliver y Benji hasta Mario Bros, pasando por Doraemon o Hello Kitty.
Era el propio primer ministro quien se convertía en Súper Mario, el fontanero más famoso del mundo y, ayudado por los siempre sorprendentes inventos de Doraemon, conseguía trazar una tubería desde Tokio hasta Río de Janeiro para recoger el testigo que simbolizaba el paso de Río 2016 a Tokio 2020.
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Las palabras «obrigado» y «origaki» (gracias en portugués y japonés) cerraban la ceremonia donde la aparición de Mario Bros y el recuerdo a las gestas de Neymar y Bolt habrían sido los momentos con más ovación de la última noche de Río 2016.
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