CARLOS BENITO
Miércoles, 6 de abril 2016, 12:10
Si no entiende el francés, el espectador del vídeo dará por hecho que el presidente suizo está hablando de un asunto muy serio, quizá trágico. Probablemente -pensará- se trate de alguno de esos mensajes terribles que los políticos han de comunicar, de vez en cuando, a la ciudadanía. Johann Schneider-Ammann se tira cuatro minutos hablando en tono monocorde y grave, con el semblante severo, impasible, hasta el punto de que esas pocas veces que le da por mover las cejas parecen un cataclismo gestual. De fondo se ve un estanque con un surtidor y un ave zancuda, que al principio parece de verdad pero seguramente es un adorno, a menos que se trate de una garza tan hierática como el presidente.
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Resulta que no, que Schneider-Ammann no está dando ninguna mala noticia. Solo es su alocución del Día de los Enfermos, una jornada que se celebra en Suiza desde 1939, y el presidente habla sobre los poderes terapéuticos de la risa. «Reírse es bueno para la salud. Igual que yo, supongo que ustedes han tenido también esta experiencia», afirma el hombre con su cara de palo, más propia para un pésame que para un elogio de la carcajada liberadora. El radical desfase entre su oratoria y el asunto del discurso resulta evidentemente cómico y de alguna manera ratifica, en una involuntaria carambola, uno de los planteamientos de los organizadores de la jornada: «El humor se puede manifestar de múltiples maneras». El gris y formal Schneider-Ammann, de golpe y porrazo, se ha visto convertido por las redes sociales en un Buster Keaton de los Alpes, una especie de Eugenio sin cubata que da más risa cuanto más serio se pone.
El discurso se difundió a principios de mes y no tardó en ser objeto de memes, esas parodias que circulan a velocidad vertiginosa por las tuberías de internet. Un DJ de una emisora francófona convirtió las frases más logradas en una canción terriblemente pegadiza. «Yo no puedo rivalizar con esto, abandono el negocio», tuiteó un humorista profesional. «Puede hacer de animador en vuestras bodas y bautizos», se mofó un investigador de la Universidad de Lausana. «Espero que haya preparado un pequeño 'sketch' para el Día de la Mujer», planteó un bloguero. Los vecinos franceses, siempre dispuestos a un buen rato de chanza a costa de los suizos, se lanzaron como perros de presa a despedazar su intervención: «Es el discurso más divertido de la historia de Suiza», ironizó el presentador Yann Barthès, que comparó al político con un enterrador. «Es el tío más indicado del mundo para hablar de la risa, transpira juerga», se cachondeó Bertrand Chameroy. Y, contra todo pronóstico, Schneider-Ammann se vio donde ningún gobernante helvético suele llegar: lo suyo ha sido objeto de comentario en el 'Washington Post' y la HBO.
Seres soporíferos
Nuestro protagonista ha alcanzado una popularidad internacional con pocos precedentes para un político de la Confederación Helvética. Schneider-Ammann, que lleva la cartera económica y debutó en la presidencia el 1 de enero, es un ingeniero eléctrico que se casó con la heredera del poderoso Grupo Ammann, un gigante de la maquinaria: su familia está entre las principales fortunas del país. En política presenta un perfil anodino, rutinario, que por otra parte resulta habitual en el ámbito suizo, donde no se ha desarrollado esa obsesión por la imagen y las relaciones públicas que ha prendido en otros lugares. El recochineo global de este mes ha llevado a algunas voces a apostar por cierta renovación: «A los ojos del mundo, somos todos Schneider-Ammann, discapacitados comunicativos, seres soporíferos, paletos, ingenuos irreductibles que piensan que el mensaje es más importante que el mensajero», ha escrito Marie-Claude Martin en 'Le Temps'.
Fuentes del gobierno han admitido que una comisión estudia cómo modernizar la acartonada y cuadriculada imagen presidencial, con su calendario de tres alocuciones anuales, y también han brindado algunas explicaciones: Schneider-Ammann tuvo que grabar su discurso seis veces en tres idiomas distintos, es decir, se pasó dos horas insistiendo en lo genial que es partirse la caja. Y, en su calidad de germanófono, durante la versión francesa estuvo más atento a la forma de las frases que a su sentido. Claro que también puede ser que este trance haya sacado al humorista que llevaba escondido muy dentro de su adusta coraza. «Espero que tanto reír haya contribuido efectivamente a la buena salud», ha declarado el muy guasón. Y ya ha tenido un nuevo traspié cómico, que cuenta también con su cancioncilla: le preguntaron en una entrevista por el encuentro que tiene programado con el papa Francisco y, al responder, se trabó en la palabra 'apaiser' (pacificar, apaciguar) y dijo 'baiser' (que originalmente significa 'besar', pero se suele usar con una acepción bastante más bruta). En definitiva, ¿qué le va a decir el presidente suizo al pontífice? «Voy a agradecerle su fuerte contribución para follarse nuestro mundo».
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