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Pedro de Borbón y Don Juan Carlos en el funeral.

Duque con vena de rey

Pedro de Borbón, heredero del ducado de Calabria tras la muerte de su padre, el infante Don Carlos, es tataranieto de Alfonso XII y ocupa el undécimo lugar en la línea sucesoria al trono de España

Daniel Vidal

Lunes, 26 de octubre 2015, 11:59

Pedro de Borbón Dos Sicilias es tataranieto de Alfonso XII. Por eso, quizá, se llama Pedro Juan María Alejo Saturnino y Todos los Santos de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, un nombre a la altura de su sangre azul. Y no solo ha heredado el ducado de Calabria tras la muerte de su padre, el infante Don Carlos de Borbón Dos Sicilias, primo hermano de Don Juan Carlos, el pasado 8 de octubre. Además, tiene tratamiento de alteza real, también es conde de Caserta y Grande de España y se acaba de convertir en jefe de la casa Dos Sicilias, un trono sin rey desde hace siglo y medio.

La lista de sus dignidades llenaría un listín telefónico, pero todo eso a Pedro le importa más bien poco. No quiere que se refieran a él como duque de Calabria y ha pospuesto todas las decisiones sobre la utilización de los títulos heredados, nuevos tratamientos ni gaitas parecidas. Está «muy afectado» por la pérdida de su padre, valora su entorno. Aunque solo había que ver su rictus mientras aguardaba la llegada del féretro de su padre, que fue enterrado en el panteón de los infantes del Monasterio de El Escorial por expreso deseo de Felipe VI. Aunque el título de Infante de España solo se aplica a los hijos del rey y del príncipe heredero dentro de la Familia Real, fue el propio Don Juan Carlos quien le concedió a su primo -y amigo íntimo- Carlos de Borbón esta distinción en 1994. Juntos estudiaron en el selecto colegio interno de la finca de Las Jarillas, donde Franco 'matriculó' al futuro rey de España, y durante toda la vida mantuvieron una profunda relación de complicidad. El descanso eterno junto al resto de infantes de España es el último gesto de cariño del monarca hacia su amigo. Así se lo agradeció Pedro de Borbón, al que su tío segundo logró arrancar una de las pocas sonrisas que se le atisbaron en su día más triste.

Al nuevo duque de Calabria, de 46 años, nunca le ha gustado figurar. Siempre en un segundo plano y muy reacio a aparecer en el papel couché, Pedro de Borbón también asume -o tendrá que asumir- la posición que tenía su padre en la línea de sucesión al trono de España. El primero, después de los descendientes de Juan Carlos I. Justo por detrás de Irene Urdangarin, la hija de Iñaki Urdangarin y la Infanta Cristina, en la posición décimo primera. Ingeniero de Montes, amante de la caza y la pesca, de los que no faltan a misa un domingo, ha llevado todos estos años una vida tranquila y discreta junto a su mujer, Sofía Landaluce, con la que ha tenido siete hijos. El primogénito, Jaime, que se acaba de convertir en duque de Noto y de Capua, estudia Derecho en la European Business School y ha confesado a algunos allegados que piensa mantenerse virgen hasta el matrimonio. La pequeña de la casa, María, nació hace solo siete meses.

Amor a escondidas

En contra del deseo de su padre, que ansiaba una esposa de sangre azul para su retoño (como Don Juan Carlos con Don Felipe), Pedro no acertó a enamorarse de otra mujer que no fuera Sofía Landaluce, perteneciente a una familia de la aristocracia, no de la realeza. Ambos empezaron un turbulento noviazgo cuando ella no había cumplido los 18 y él era un joven imberbe de 23, que escondían sus besos por la extensa finca familiar de La Toledana, en Retuerta del Bullaque (Ciudad Real). Un año después, en 1992, contra viento y marea, y anteponiendo su amor a todo y a todos, Pedro y Sofía tuvieron su primer hijo. Lo hicieron fuera del matrimonio, en contra de sus creencias religiosas y enfureciendo aún más a sus familias. Sobre todo a Carlos de Borbón, que tampoco consintió la relación al ver la cara de su nieto. Solo nueve años después, Sofía Landaluce consiguió (a base de mucha paciencia) convencer a su suegro de que sería una buena nuera. Así que, en marzo de 2001, la pareja terminó pasando por el altar en la Capilla del Real Club Puerta de Hierro, cuando ya llevaban casi diez años de relación. Jaime hizo de paje durante la ceremonia ante un enternecido abuelo. A partir de ese momento, Pedro pasó a ser el hijo pródigo y recibió todos los favores que aún no había recibido de su padre, como la Cruz de la Orden Constantiniana de San Jorge, que ahora preside. Pedro de Borbón, además, también ha heredado el gusto por los cargos directivos repartidos en diferentes empresas. Hasta doce sillones ocupa en ocho compañías, la mayoría dedicadas a la gestión de fincas de caza, o en Gerystec, una empresa de ingeniería. Nombres todos ellos desconocidos. Su padre, en cambio, se paseó por los consejos de administración de empresas como Iberpistas, Cepsa, Abertis, Royal Urbis o Marsans, donde estuvo más de 16 años. En este caso, Don Carlos evitó el juicio por el saqueo de esta empresa

-fue citado expresamente por la magistrada- por culpa de una enfermedad que le producía «lagunas de memoria».

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