«A un panal de rica miel, dos mil moscas acudieron, y por golosas murieron...» Bicorp. Pueblecito de la Comunidad Valenciana. A apenas 50 kilómetros ... de la raya con Murcia. Allí se descubrió en los años 20 del siglo pasado un mural de entre 8.000 y 11.000 años de antigüedad que representa a un hombre trepando por una liana para alcanzar un panal de abejas. Se trata del vestigio más antiguo de esta actividad humana en la Península Ibérica y atestigua que nuestros antepasados del mesolítico eran unos golosos y ya habían descubierto el uso de la miel como alimento. Y ya que hablamos de edad, decir que las 'factótum', las abejas, llevan en este planeta la friolera de 65 millones de años. Así que nuestras amigas las abejitas nos llevan acompañando desde los albores de la humanidad y mucho antes, estábamos por los árboles. Es posteriormente, en el Neolítico, cuando aprendimos a controlarlas y cuando nació la apicultura.
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Egipcios, griegos y romanos usaron profusamente en su alimentación la miel, que llegó a convertirse en objeto de culto. Hay que pensar que hasta Colón -Cristobalito, para los íntimos- se topó inopinadamente con un continente entero la miel era la única sustancia capaz de endulzar los alimentos. El uso posterior de la caña de azúcar hizo descender drásticamente el consumo de miel. Una de las propiedades de esta sustancia es su capacidad de conservar sus propiedades 'ad infinitum'. La prueba son las vasijas con miel encontradas en la tumba de Tutankamon en perfectas condiciones, 33 siglos después, nada menos.
Beneficios y consejos
1. Fuente de energía. Favorece la producción de energía por su gran aporte en azúcares, entre un 75%-80%, de los cuales el 70 por ciento son glucosa y fructosa, que se absorben con rapidez en la mucosa intestinal y que proporcionan energía en pocos minutos.
2. Antioxidante. La miel tiene propiedades importantes como bacterizida; es fuente natural de antioxidantes que ralentizan el envejecimiento, y previene o alivia afecciones estomacales..
3. Minerales. Reduce el estrés metabólico, produce glucógeno en el hígado, que es la reserva de la energía que necesita el cerebro para su funcionamiento; su consumo estimula la relajación nocturna y el sueño, luchando contra el insomnio y tiene un efecto laxante suave, aliviando el estreñimiento.
En la Región de Murcia se producen cada año 700 toneladas de miel. Los murcianicos nos trajinamos 104 kilos cada hora, es decir, cada murciano consume al año 1,7 kg de confitura, mermelada y miel. Que somos unos golosos. Pero no solo es una cuestión de cantidad. Son muchas las variedades de miel que se producen en la Región, aunque la más característica y valorada es la miel de azahar, la flor del limonero, que ostenta la denominación 'Producto de calidad de Murcia' y que es muy demandada por los alemanes.
El uso de la miel en las cocinas tradicionales murcianas procede básicamente de la gastronomía andalusí, especialmente en la repostería. Un ejemplo son las almojábanas, ese dulce típico de la Vega Baja del Segura que aparece en los recetarios árabes de los siglos XI a XIII. Los andalusíes usaban la miel en todo tipo de platos, no solo postres, En el Noroeste murciano pervive la costumbre de adobar los asados de cordero y cabrito con miel. Una mezcla de miel y mostaza con la que bañar una pìeza de carne para asar da magníficos resultados. El alto contenido en azúcares propicia la caramelizacióin de la superficie de la carne y aviva las famosas reacciones de Maillard. Podemos usarla para dar un toque especial a aliños para ensalada. La miel produce ricos glaseados, esas salsas melosas y suculentas que pueden acompañar carnes y verduras.
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En fin, todo un regalo de estos bichitos, las abejas, que, en sus apenas 40 días de vida visitan más de mil flores y nos dejan una cucharadita de las de café, de su rico néctar.. Y recuerden: las mejores mieles... son las del triunfo.
Ingredientes: 2 codillos de cerdo. 3 patatas medianas. 2 cucharadas soperas de miel de romero. 1 cucharada sopera de mostaza. Tomillo. Romero. 4 dientes ajo. Sal. Pimienta negra. Aceite de oliva virgen. 1 vaso de vino blanco seco. Agua.
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Empezamos por poner una olla grande al fuego con abundante agua con sal. Aquí cocemos los codillos durante 60 minutos. Dejamos templar, mezclamos la miel y la mostaza con un chorrito de aceite y los masajeamos. Pelamos las patatas y las cortamos en gajos grandes. Las incorporamos a una bandeja donde pondremos también la carne. Si es de barro, mejor. Añadimos un poco de caldo que ha quedado en la cazuela de cocer los codillos, el vino blanco, salpimentamos y espolvoreamos con tomillo y romero. Distribuimos también los dientes de ajo enteros, con su piel y ligeramente machacados y rociamos con un chorrito de aceite de oliva. Lo metemos al horno, precalentado a 200 grados y a los cinco minutos bajamos a 180. Los tendremos 90 minutos. Nos preocuparemos de darles la vuelta cada veinte minutos. Cuando falten 10 minutos para terminar, subiremos el horno a 220 grados y los tendremos cinco minutos a cada lado para que termine de tostarse la superficie. Recogemos los jugos de la bandeja con los que salseamos la carne.
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