Cada día se reivindica más el comercio de cercanía. Era una práctica tradicional el acudir a los establecimientos situados en el entorno de nuestro barrio y en las calles de la ciudad más próxima. Pequeños locales comerciales de venta al por menor que ofrecían productos ... destinados al consumo diario. Afortunadamente, se está volviendo a activar lentamente y a poner de moda, sobre todo en la venta de productos de alimentación. Recordemos aquellas tiendas de ultramarinos donde nuestros padres compraban e incluso nosotros, de niños, íbamos a adquirir las urgencias del día por encargo de nuestra madre y con instrucciones de apuntarlo en la cuenta familiar. Panaderías, fruterías, carnicerías, queserías, pescaderías y bodegas eran los comercios habituales donde el tendero te recomendaba productos, te trataba por tu nombre y te conocía a ti y a toda tu familia.
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El comercio de proximidad es saludable para el consumidor, para la economía local y hasta para el planeta. El comercio de cercanía no solo se centra en los alimentos ya que también son agradables las compras de ropa, calzado, cuidado de mascotas, juguetes... La clave del comercio de proximidad es la buena relación que genera entre los minoristas y sus clientes. Y si el comercio de cercanía crea actividad en barrios y ciudades, también la gastronomía –que es el arte del disfrute– se ha convertido en un verdadero filón. Las tabernas, los mesones, las casas de comida, las posadas y los restaurantes temáticos llenan nuestras calles, generando un ambiente extraordinario y colmando de vida la ciudad. La ubicación desempeña un papel crucial, influyendo mucho su entorno en la popularidad del restaurante y contribuyendo a la creación de un ambiente que puede ser tan importante como la propia oferta gastronómica. La evolución del comercio y de la gastronomía ha hecho que se hayan adaptado a nuestro tiempo con espacios de degustación, compras y ocio.
La difusión ha sido muy importante, realizada a través de los medios de comunicación que se han volcado con la restauración divulgando contenidos gastronómicos de cocineros, bodegas, vinos, catas, menús a cuatro manos, jornadas gastronómicas, degustaciones y tantas actividades en torno a la mesa de los restaurantes. Gracias a ellos, se conocen mejor nuestros productos enseñándonos sus orígenes, su cadena de producción y todo aquello que, en el trato personal, nos hace participar, compartir y disfrutar.
Para los restaurantes que ofrecen comida kilómetro cero basada en la tradición y en los productos de cercanía, el boca a boca ha sido su mejor aliado para su permanencia y desarrollo. Son muchas las personas que buscan el puchero, las legumbres, los embutidos de siempre, las migas, los gazpachos y el relleno de pelotas, todos ellos sabores tradicionales que maridan a la perfección con la belleza de las calles y los pueblos. Se anteponen los guisos y tradiciones por encima de la modernidad, aunque todos conviven para dar placer a todos los paladares. Y les dejo con esta reflexión: «Comer es una necesidad, pero cocinar es un arte».
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