Pícnic es el neologismo proveniente de 'piquer', picotear, y 'nique', cosas sin importancia, referente al picoteo de los campesinos en mitad del trabajo o a ... la antigua costumbre de llevar su propio vino al cenar en la taberna. El término apareció en 'Les origines de la langue française' de Gilles Ménage (1650).
Publicidad
Si en la Edad Media el comedor al aire libre se organizaba para que los caballeros repusieran fuerzas durante la caza y, posteriormente, solo nobles y burgueses disfrutaban de jocosas y elegantes meriendas en la naturaleza, tras la Revolución Francesa los pícnics se hicieron populares al democratizar el acceso del pueblo a los parques reales. Y es que, ancestralmente, los humanos adoramos comer al aire libre en buena compañía. Socializar y comer disfrutando de los colores, olores, sonidos, oxígeno y calma del hábitat natural es saludable, reduce el estrés emocional y la lámpara solar activa la vitamina D.
Aparte de preparar alimentos fáciles de comer y de transportar, el pícnic debe ser excusa para una alimentación sana, excluyendo los procesados. Se recomiendan frutos secos, ensaladas frescas, sándwiches, huevos duros, tortilla de patata, embutido, hummus, salsas, fruta de temporada, bebidas no azucaradas, pan, agua y vino, según gustos. Y para untar, cortar en tiras apio, espárragos verdes, pepino o zanahoria, que no se oxidan. Es esencial la nevera portátil con hielo y extremar las medidas de higiene, desde el lavado de manos a sortear las toxiinfecciones alimentarias rehuyendo alimentos poco hechos o salsas de huevo, como mahonesa. Y muy importante, no dejar abiertos los recipientes ya que las hormigas y avispas detectan el olor pudiendo arruinar la fiesta.
Aunque son numerosos los artistas que han plasmado comidas campestres, los pícnics de Fernando Botero, que el 19 de abril habría cumplido 92 años, son escenas plásticas y disruptivas que hacen pensar. Crisoles de bodegón, retratos y paisaje. En el picnic de 1989, sobre el rosado mantel el menú se antoja intacto. El bodegón destaca una canasta de fruta (cerezas, naranjas, papaya, piña, plátanos y uva) de tamaños y colores irreales, embutido variado, zumos diversos (sin botellas) y pan. Como retratos, además de la mano femenina con pulsera y manicura impecable, aunque fumando en actitud poco salutífera, y del varón durmiendo la 'siesta del carnero', previa a la comida, con los cinco vasos, Botero da pistas para imaginar un pícnic familiar con tres niños jugando en derredor. Del maravilloso y otoñal paisaje colombiano sobresale un volcán activo que, sin turbar la placidez del pícnic, evoca la erupción del Nevado del Ruiz, en noviembre de 1985, con la recordada triste agonía televisada de la niña Omayra Sánchez. Un pícnic para reflexionar.
Publicidad
Sagrados pique-niques que nadie mejor que el maestro Jean-Anthelme Brillat-Savarin describió en su Fisiología del gusto: «Sentados en el césped verde, comen mientras vuelan los corchos y hay charla, risas y júbilo y perfecta libertad, porque el Universo es su salón y el Sol su lámpara».
Gocemos de los pícnics, respetando la naturaleza y dejándola incluso mejor de lo que la encontremos.
Primer mes por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.