Desde hace 5.000 años, los saludables huevos son el elemento básico de la dieta humana. En Asia, la avicultura empezó hace 7.000 años ... y los huevos eran de animales domésticos como la gallina, la oca, el pato, el pavo, el avestruz o el emú.
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El huevo es un ingrediente versátil. Desde huevos a la benedictina, a la flamenca, al plato, a la plancha (a la inglesa), en cocotte, en molde, en tortilla, escalfados, estrellados o rotos, fritos, rellenos o revueltos hasta los huevos centenarios chinos y más de 100 recetas. Aunque parezca sencillo, preparar huevos requiere técnica. El huevo frito con su puntilla ajustada, o el efecto que ejerce la temperatura sobre la coagulación de la yema y de la clara. Este es un proceso controlado milimétricamente para que, en tres minutos de cocción, resulte el huevo pasado por agua –con la clara casi coagulada y la yema líquida–, o esperando seis minutos, se consiga el huevo poché o mollet –con la clara cocida y la yema blanda–. O cocer diez minutos el huevo duro y que ambas, clara y yema, estén sólidas.
Cada huevo contiene gran cantidad de nutrientes de alta biodisponibilidad para ser digeridos por el organismo humano. Destacan aminoácidos y vitaminas A (retinol), B2 (riboflavina), B5 (ácido pantoténico), B8 (biotina), B12 (cobalamina), E (alfa-tocoferol) y J (colina), y diversos minerales esenciales como fósforo, hierro, selenio y zinc. Pero, además de las propiedades nutricionales, el mágico huevo ha inspirado a chefs y a artistas gastrósofos, como Salvador Dalí.
Dalí, deleitado en la gastroestética, pensaba en los huevos no solo para comerlos. Fueron vías de expresión de su subsconsciente provocador. Dalí los idolatraba. Cristalizaban su desbordada fantasía, campando por la dualidad: duros por fuera, blandos por dentro. Para Dalí, los huevos fueron una obsesión que plasmó entre 1932 y 1940. Iluminados con colores amarillo, naranja o rojo con tintes azulados, rodeados de gelatina blanquecina. Los modeló como dos ojos, como dos pechos femeninos y evocando el vientre materno, como germen de la vida, al igual que en los jeroglíficos egipcios. Y se veía a sí mismo dentro, en posición fetal.
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Para la imaginación surrealista de Dalí, los huevos simbolizaban amor y esperanza. Ahí está el juego onírico de 'Los huevos al plato (sin el plato)': en un atardecer o amanecer, el huevo colgante, con un soporte pendular que baja o sube, aproximándose o alejándose de un par de huevos simétricos. Los huevos significaban renacer del pasado. Y, en el 'Niño geopolítico' o en la 'Venus espacial', como en cocina, para liberar el interior se debe romper la cáscara, esa que, a la vez, protege y oprime.
Desde hace 40 años, 16 huevos blancos gigantes decoran el universo daliniano de su casa en Cadaqués (Gerona), incluida la Torre Galatea. Dalí, que desde la niñez estaba obsesionado por los olores de los fogones y quería aprender a cocinar, en 1973, con extraordinaria sofisticación, publicó un libro de cocina, 'Les diners de Gala', reeditado por Taschen, en 2016. Doce capítulos sin desperdicio, altamente recomendados.
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