Desde 2010, la gastronomía francesa es parte del patrimonio inmaterial de la Unesco y las escenas de almuerzos o cenas son frecuentes en el arte ... galo.
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Pierre-Auguste Renoir, en 1871, con 30 años, tras luchar en la guerra franco-prusiana, regresó a París con la sensación insatisfecha de que decorar porcelanas no correspondía con su espíritu innovador. Para mantener su nivel económico y vida bohemia retrató a burgueses y expuso en el 'Salón', pero pronto se acercó a los artistas de Fontainebleau, fundó la Societé Anonyme des Artistes con Degas y Monet, entre otros, y comenzó a utilizar técnicas impresionistas de pinceladas sueltas.
Renoir, formado como retratista, en sus escenas al aire libre siempre incluía a personas y naturaleza muerta, dedicando gran atención a la luz y el color, como en el famoso 'Niní en el palco'. Además del renombrado 'Baile en el Moulin de la Galette', en el restaurante de Montmartre donde se degustaban (y degustan) galletas secas bañadas en vino dulce, Renoir plasmó sus momentos matutinos y vespertinos en restaurantes de las márgenes del Sena, donde con sus amigos burgueses, alejados de la bulliciosa metrópoli, disfrutaba instantes de asueto, de flirteo y de serena felicidad.
En 1881, en el 'Almuerzo de remeros', de 1,3 metros de alto y 1,73 metros de ancho, inmortalizó una escena en la terraza del restaurante Fournaise de la isla de Chatou o isla de los impresionistas en la que se reconoce la identidad de los catorce alegres individuos: doce famosos incondicionales del pintor, además de su futura mujer, AlineCharigot, y Alfonsina, la hija de los dueños. En Fournaise, se mezclaban los remeros con los pintores y con los modernos burgueses y, al borde del río, en un ambiente bucólico, a la sombra de los plataneros, se almorzaba o merendaba degustando un abundante y sencillo menú enmarcado en la cocina tradicional francesa.
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Conocemos ese menú, anterior a la guerra franco-prusiana, porque se transcribió en el periódico 'Le Matin' el 16 de agosto de 1898. Constaba de sopa de repollo (con manteca de cerdo y embutido), pescado frito, pierna de cordero o pollo asados y, en ocasiones, pato de contrabando. De postre, leche frita y fruta de temporada. Y, por supuesto, todo servido por la encantadora Alfonsina, «de sonrisa franca y ojos de terciopelo». Además, en Fournaise, era popular el menú de los remeros que incluía jamón de Aveyron, rábanos, perejil y arenque ahumado. Tras años cerrado, este restaurante continúa abierto al oeste de París, cerca de Nanterre. Es altamente recomendado degustar la maravillosa sopa de cebolla, el delicioso foie, el faisán o el cochinillo, además de las ancas de rana especiadas y los caracoles cocidos, recubiertos con mantequilla de ajo y perejil. Todo maridado con vino de Burdeos o de Borgoña. Y para los postres, dos delicias parisinas, que incluso se saborean en chez Angelina de la rue Rivolí: la isla flotante al regaliz y el incomparable MontBlanc, de castañas glaseadas al ron.
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