Para las civilizaciones paganas de la antigüedad, el huevo era el origen de la vida. Desde los albores de la humanidad, el hombre consideraba el huevo, no solo el origen de todo, sino la representación de la esperanza y el renacimiento. En la mitología egipcia, ... el Ave Fénix se quemaba en su nido, pero renacía a partir del huevo que la había criado. También los hindúes creían que el mundo había nacido de un huevo.

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Los cristianos lo miraban como el origen de todo y la resurrección, ligándolo a la fiesta de Pascua, que celebra la Resurrección de Cristo y la vida eterna. Cuentan que María Magdalena envió un huevo pintado de rojo al emperador Tiberio, simbolizando la sangre de Cristo y su resurrección. Hace muchos años, la tradición conmemoraba la Pascua de Resurrección con un huevo duro pintado de colores. Quería decir que la vida podía pasar de una inmovilidad a ser algo animado. En los ritos ortodoxos de la Europa del Este, los cristianos llevaban en Semana Santa huevos pintados de rojo para que los bendijeran, y los comían cuando llegaba la Pascua. Y es que hubo una época en que los huevos se consideraban carne, y naturalmente ni catarlos en Cuaresma. Pero las gallinas seguían poniendo, y para no desperdiciarlos los cocían y los pintaba de colores para diferenciarlos de los frescos.

La tradición de intercambiarlos con los amigos por la Pascua se inició en Italia, Alemania y Francia

En el Medievo, los señores los regalaban a la servidumbre. Pero la tradición de intercambiarlos con los amigos por la Pascua se inició en Italia, Alemania y Francia, y poco más tarde comenzaron a fabricarlos artificiales, Al principio se pintaban a mano, con colores fuertes, que representaban la luz del sol. Pero a los ricos, eso les parecía pobre y mandaron decorarlos con metales preciosos, como el oro, y los reyes se los encargaban a los grandes orfebres para regalarlos en Pascua. Los Zares rusos eran unos apasionados de estos huevos espectaculares, y Eduardo I de Inglaterra, encargó en los siglos XIII y XIV, cientos de huevos de oro, para regalarlos en esta festividad. A finales del XIX, Peter Carl Faberge, hizo los más ricos y bellos para el zar. Su fama ha llegado hasta nuestros días, y nadie ha conseguido igualarlos

Fue en el XIX cuando empezaron a hacer los huevos de chocolate que han sustituido a todos, y que hasta se pueden hacer en las casas. Esos huevos tan clásicos se regalan más en el extranjero. En Norteamérica, el Conejo de Pascua esconde huevos de chocolate en el jardín de las parroquias para que los busquen los niños, una tradición de la que les contaré algo en otra ocasión. Los hacen a mano y los decoran con gran maestría. También han llegado a España, con sorpresa dentro, y en Cataluña los han convertido en postre con varias figuras, pero siempre con su huevo de chocolate. En fin, que los familiares aromas de los caramelos murcianos se mezclan con el chocolate, para delicia de sus incondicionales, cuando llegan los días de la Pascua de Resurrección.

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