Senglea, Vittoriosa y Cospicua forman lo que llaman La Cottonera, en la isla de Malta. Tres pequeñas ciudades tan pegadas que, al pasar de una calle a otra, penetras en una nueva ciudad. Tres ciudades fortificadas que mandaron construir en el siglo XVII los Caballeros ... de Malta, en tiempos del Gran Maestre Nicolás Cotoner, que le regaló su nombre. Ellas fueron la línea defensiva de Malta frente a los ataques por mar de los turcos. El verdadero nombre era Soberana, Militar y Hospitalaria Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta. Algo largo, por lo que todos la conocían por la Orden de Malta.
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Senglea está situada en una lengua de tierra que se mete en el mar, mirando hacia el puerto de La Valetta. Su nombre le viene de Claude de La Sengle, Gran Maestre de la Orden en 1553. También la llaman Civitas Invicta, por su valor al rechazar los ataques de los turcos. Aunque la dañaron mucho en la Segunda Guerra Mundial, está muy bien conservada. Los malteses la llaman L'Isla, que es la abreviatura de península, y es un lugar para callejear. Lo bueno es recorrerla a pie, mezclándose con la gente. Niños jugando, pequeños comerciantes ambulantes, terracitas... Un laberinto de calles con santos en las esquinas y balcones llenos de macetas de flores.
Andando por la Settembru, que es la calle principal, se encuentran con el Fort San Mikel, que construyeron en el siglo XVI. Un lugar bellísimo, con unas vistas impresionantes de La Valetta y Vittoriosa. Hay que pasear por los jardines de SafoHeaven, tranquilos, discretos, a donde escapan a descansar y pasear nativos y viajeros. Allí mismo, la torre, Il Guardiola, un puesto de vigilancia que protegía la entrada del puerto y que era parte de las fortificaciones. En la torre hay grabados un ojo y una oreja, con los que los caballeros advertían a los centinelas de que debían estar siempre vigilantes: «El ojo que debía estar siempre abierto, y la oreja que debía estar siempre atenta».
Por la calle Triq It-Tarzna se llega hasta la bahía y a Vittoriosa, a la que llamaban Birgu. En el siglo XVI llegaron los Caballeros de San Juan y la hicieron su capital, ya que su magnífica situación en el puerto les daba un poderío naval. Y cuando rechazaron el gran ataque turco, cambió su nombre por el de Vittoriosa, aunque los malteses la sigan llamando Birgu. Lo mismo que Senglea, lo mejor es recorrerla paseando por sus callejuelas empinadas, estrechitas, donde se huele la historia, mezclada con el salino del mar, con una luz especial que las llena de un color mágico.
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El legado gastronómico es mediterráneamente plástico: Stuffa Tal Fenek (conejo), sin duda. el plato más conocido de la gastronomía maltesa. En pocos lugares del mundo puedes comer un plato de conejo tan exquisito. Prepararlo requiere mucho tiempo, ya que primero hay que adobar la carne y después cocinarla a fuego lento varias horas. Lo bueno... con parsimonia.
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