Lo que comemos es lo que la naturaleza nos oferta, después de manipular la producción para adaptarla a nuestras preferencias. La naturaleza lleva su paso, ... pero obedeciendo a las leyes que la rigen y a las condiciones concretas de los distintos entornos locales que impulsan la evolución en una dirección concreta.
La mejora genética en la antigüedad no se realizaba con los conocimientos científicos que tenemos hoy, pero los agricultores antiguos usaban métodos empíricos basados en la observación y selección que lograban resultados significativos. Uno de los procedimientos se denomina selección natural y su alternativa es la selección artificial. Según la primera, inicialmente, los humanos recolectaban las plantas más resistentes o con características deseables de forma natural. Esto sentó las bases para el cultivo de las plantas más útiles. En base a cultivar estas y dejar de hacerlo con las demás, se fue impulsando unas variedades concretas y dejando olvidar otras. Por otro lado, en el ámbito de la selección artificial, los agricultores comenzaron a identificar y guardar las semillas de las plantas con los rasgos más deseables, como mayor tamaño, mejor sabor, resistencia a enfermedades o adaptabilidad climática, para plantarlas en la siguiente temporada. Esto permitió que ciertas características se transmitieran a la descendencia. La insistencia en determinadas variedades condicionaba la posterior supervivencia de unas y desecho de otras.
Aunque no entendían la genética, los antiguos agricultores podían cruzar diferentes variedades de plantas o razas de animales. Por ejemplo, en los campos de cultivo, podían sembrar cerca variedades distintas de trigo o cebada para que se cruzaran de forma natural y producir híbridos con características combinadas. Por otro lado, la domesticación es una forma temprana de mejora genética. Se seleccionaron plantas y animales que eran más fáciles de manejar, producían más alimento o tenían un comportamiento favorable. Por ejemplo, en plantas, elegían cereales que no dispersaban las semillas con facilidad, lo que facilitaba la cosecha, y en animales, seleccionaban para la reproducción aquellos que eran menos agresivos y más productivos.
Los antiguos agricultores no conocían los genes, pero basaban su selección en el fenotipo, es decir, las características visibles de un organismo. Si una planta era más alta, resistente o tenía frutos más grandes, seleccionaban esa planta para reproducirla. A lo largo de generaciones, los cultivos y animales se adaptaban al entorno gracias a la selección de ejemplares que prosperaban en condiciones locales: clima, tipo de suelo, disponibilidad de agua, etc.
En Mesopotamia se hizo la selección de trigo y cebada para obtener variedades con mayor rendimiento y resistencia a la sequía. En la América precolombina, los mayas y aztecas desarrollaron diferentes variedades de maíz mediante selección de las mazorcas más grandes y fáciles de desgranar. En el Antiguo Egipto, mejoraron la calidad de sus cereales para maximizar el rendimiento en las crecientes fértiles del Nilo.
Aunque sus métodos eran rudimentarios, los antiguos agricultores lograron transformar plantas y animales silvestres en especies domesticadas, esenciales para la agricultura y la alimentación mundial. Sabían lo que hacían; hoy cultivan lo que otros les imponen.
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