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La sociedad funciona bajo el pacto no escrito de confianza alimentaria. De forma recurrente se van dando episodios de quiebra de esta confianza. La historia nos ilustra escenarios griegos y romanos en los que el vino se adulteraba agregando desde plomo a sal marina. La ... pimienta se diluía con carbón en la Inglaterra medieval. En la Inglaterra victoriana, se añadía alumbre, tiza, harina de huesos y cualquier cosa para blanquearlo e incrementar el peso, dando apariencia de mejor calidad. No falta la anécdota de la patria chica que relata como en el tiempo de la II Guerra Mundial, se envió, al menos, el cargamento de un tren de mercancías hacía la belicosa Alemania donde hasta dos tercios de los vagones iban cargados con polvo de ladrillo y completado con pimentón molido. Pensaban que era un milagro que llegara a su destino y que cobrarían de los seguros. Pero llegó y les resultó un poco 'saladico' a los consumidores germanos. Y lo cobraron bien. En nuestro país, fraudes como el del aceite de colza y otros aceites han salpicado con estruendo.
Se han relatado en Europa, usos de cromato de plomo o nitrobenceno para crear contenido falso de huevo en fideos y pasteles y se ha adicionado formaldehído y bórax a la leche para incrementar su vida útil. Alguno de estos resultaba ser grave, por cuanto en aquel momento se daban diarreas infantiles mortales que alcanzaban el sesenta por ciento de las muertes infantiles. En Estados Unidos, se relata el fraude de la miel falsa en panales artificiales cubiertos con parafina, con el agravante que la persona promotora de la idea patentó la máquina para llevarlo a cabo.
Friedrich Accum, alemán, publicó en 1820 un libro titulado 'Tratado sobre las adulteraciones de alimentos y venenos culinarios'. Una advertencia a los tramposos, que incluía los métodos para detectarlos fácilmente. En 1860, Reino Unido promulgó la primera ley moderna sobre alimentos y medicamentos. Prosiguió Alemania en 1879 y en Estados Unidos en 1898, desde una asociación de químicos analíticos que comenzó a examinar alimentos e ingredientes. Hoy, muchos fraudes son identificables. Las pruebas de ADN permiten detectar diferencias entre pescados, como el pez roca y el pargo, o las semillas de pino no comestibles disfrazadas de piñones. Es sencillo identificar el plomo en la canela.
Pero la sofisticación de las acciones fraudulentas se acomoda a las exigencias de los avances en la detección. Un buen ejemplo es la de un material plástico fabricado a base de resinas, que se emplea para recubrir tableros de aglomerado. Apareció en alimentos para mascotas en China en 2007 y después en alimentos infantiles, con muertes numerosas. Con una fórmula química C₃H₆N₆, es muy rica en nitrógeno, un 67% y los estafadores vieron que engañaban en las analíticas que determinaban el contenido de proteínas a través de la determinación del nitrógeno.
Estamos obligados a estar atentos, porque el fraude no descansa. Por mucha prevención que haya, siempre hay novedades en el mundo de los descuidos.
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