Durante las campañas militares, los soldados romanos consumían una dieta sencilla pero sustanciosa para mantener su resistencia y energía. La base de su alimentación era una especie de papilla o gachas hechas principalmente de cereales como trigo, cebada o espelta. Plato fácil de preparar que ... proporcionaba carbohidratos esenciales. Además, consumían pan y galletas duras que podían conservarse durante largos periodos. Legumbres como lentejas y garbanzos formaban parte de su dieta, aportando proteínas vegetales. Cuando era posible, añadían queso, aceitunas, frutos secos y frutas frescas o secas. La carne no era un alimento diario, pero cuando estaba disponible, comían carne de cerdo, pollo o caza obtenida en el camino. El vino diluido con agua era la bebida común, porque el agua sola frecuentemente no era bebida segura. Este vino diluido ayudaba a purificar el agua y proporcionaba algunas calorías adicionales. La dieta estaba diseñada para ser práctica y nutritiva, utilizando alimentos que podían transportarse fácilmente y durar durante las largas marchas y campañas.
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La forma circular es la más fácil y práctica para confeccionar tortas, panes planos y masas similares. Al trabajar la masa a mano, resulta más sencillo estirarla y darle una forma redondeada. Esta forma permite una cocción uniforme y facilita tanto el manejo como el transporte del alimento. Esta forma era ideal para su preparación en campañas militares, donde simplicidad y eficiencia eran esenciales.
La caza de aves y conejos era una parte importante de la alimentación de los íberos, aunque su dieta era más variada. Eran agricultoresy ganaderos que cultivaban cereales como el trigo y la cebada, así como legumbres, olivos y vides para producir aceite y vino. Criaban animales domésticos como ovejas, cabras y cerdos, que les proporcionaban carne, leche y productos derivados. Practicaban la pesca en ríos y zonas costeras, y recolectaban frutos silvestres y miel. Su alimentación reflejaba un equilibrio entre agricultura, ganadería, caza y la recolección, adaptándose a los recursos disponibles en su entorno natural. Los romanos pudieron haber adoptado ciertas técnicas de caza y preparación de alimentos de los íberos, como el consumo de carnes de caza como aves y conejos. A su vez, los íberos incorporaron ingredientes y recetas romanas. Este intercambio cultural sentó las bases de la tradición culinaria mediterránea que perdura hasta nuestros días. Al colocar sobre las tortas romanas ingredientes como piezas de caza o caracoles cocinados, no solo enriquecían su dieta, sino que también sentaban las bases de platos que evolucionarían con el tiempo. El origen de los gazpachos lo encontramos ahí, como sugiere Martín Ortega Carcelén.
Las cocas españolas y las pizzas italianas heredaron esta tradición de masa circular. La forma redondeada permite una distribución equilibrada de los ingredientes sobre la superficie, facilita el corte y el servicio en porciones, algo que ha contribuido a la popularidad de estos alimentos en reuniones sociales y comidas compartidas. Esta forma sencilla ha perdurado a través de los siglos y continúa siendo un elemento fundamental en la gastronomía mediterránea y en otras culturas alrededor del mundo.
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