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Probablemente no haya un pez/pescado -ya saben, en el mar/en la lonja- tan identificado con la Región de Murcia y su gastronomía como el mújol. Quizá porque la historia y el Mar Menor han hecho que nuestro amigo sea especialmente apreciado en estas ... tierras, al contrario que en otras zonas, donde tiene mala fama, ya que se le vincula con aguas estancadas o portuarias, y por tanto, contaminadas, donde se alimenta de lo que pilla. Por algo le llaman 'el basurero del mar'. De hecho, en los famosos esteros de Cádiz -Barbate- la lisa (mújol) es la especie menos apreciada y menos comercializada de las que se extraen.
Pero claro, eso es porque solo aquí tenemos un joyero como el Mar Menor que, desde tiempos inmemoriales, proveyó de ingentes cantidades de mugélidos, que así se llama la familia a la que pertenece nuestro protagonista. Una familia compuesta por especies como el pardete, la lisa común, el galupe, el morragute o el galúa. Resumiendo y para los amigos: mújol.
Esa abundancia procuró recursos para la industria de los salazones que desde los fenicios es otra de las señas de identidad de la gastronomía regional y dio lugar al establecimiento de artes de pesca como las encañizadas, laberintos de cañas usadas desde la ocupación árabe de la Península. Un arte muy ingenioso basado en las costumbres reproductivas del bicho, que maduran sexualmente en la laguna pero atraviesan las golas que comunican ambos mares para desovar en el Mediterráneo. En los meses de octubre y noviembre, el enfriamiento de las aguas de los dos mares es dispar. El mayor volumen de la cuenca mediterránea hace que durante estos dos meses sus aguas estén más calientes que las del Mar Menor, un fenómeno que provoca corrientes de agua en dirección a la laguna salda. Los mújoles, las doradas, las lubinas se ven atraídas por esa mayor temperatura y se lanzan contracorriente… para acabar en el intrincado laberinto, con compuertas que solo se abren en una dirección, para acabar en una especie de corrales donde son capturados. Un sistema de pesca muy poco agresivo para el pescado y medioambientalmente sostenible. Y eficaz: en la Encañizada de la Torre se extraen entre 20 y 30 toneladas de pescado al año. En la actualidad solo funciona esta encañizada. La única de España.
1. Contra el sobrepeso. Como pescado blanco, el mújol es adecuado en las dietas de personas que luchan contra el sobrepeso. Su importante aporte en proteínas lo hace adecuado para deportistas, al ayudar a la recuperación y el desarrollo muscular.
2. Crecimiento. Su contenido en hierro y yodo es indicado para niños que se encuentren en edades de crecimiento.
Al menos desde la Edad Media el mújol ha tenido un alto interés para el consumo humano, tanto por su carne como por sus huevas. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX la especie es poco abundante en el Mar Menor.
El mújol siempre estuvo vinculado a uno de los platos más identitarios de la Región, el caldero. Aunque el maestro Vázquez Montalbán, en una de sus gloriosas columnas, recordaba hace 20 años que «La autoridad del maestro Raimundo González, el factótum del restaurante murciano El Rincón de Pepe, corrigió el exceso de pescado graso como el mújol y lo sustituyó por pescados de roca», al que los puristas nunca aceptaron: «Que no sea todo mújol, pero que haya mújol».
Otra de las grandes referencias de nuestra gastronomía, que forma parte, además de nuestra memoria son las huevas de mújol, el aperitivo murciano por excelencia. Pero la presencia de este animalico del Señor en nuestras mesas va mucho más allá. Al horno, en escabeche -de nuevo los árabes tuvieron mucho que ver con esta forma de preparar los alimentos; ellos nos trajeron los escabeches-, a la sal o a la espalda, el mújol forma parte de nuestra dieta y de las cartas de los restaurantes. Y como hemos visto, no viene de ahora. En el recetario del murciano musulmán Ibn Razin, -siglo XIII- ya aparece una receta de mújol, que termina así: «Cuando el pescado está listo, le pones un poco de miel o arrope de uvas cocido y lo envías al horno para que coja color (…). Cómelo y que aproveche, si Dios Altísimo quiere».
Ingredientes: 1 mújol grande (o dos medianos), 3 patatas grandes, 2 cebollas dulces, 3 tomates pera, 1 limón, aceite de oliva, sal, tomillo fresco y 1 vaso de vino blanco.
Pelamos y cortamos las patatas en rodajas de medio centímetro de grosor. Las ponemos en una fuente junto con las cebollas en juliana y los tomates, cortados en rodajas finas. Regamos con aceite, salamos y ponemos unas ramas de tomillo. Cubrimos de aceite, tapamos herméticamente con papel albal y al horno a 180 grados durante 40 minutos. Mientras, salamos el pescado, que tendremos abierto en forma de libro, como para la espalda. Pasados los 40 minutos, retiramos la mayor parte del aceite, ponemos sobre las patatas el pescado con la piel hacia abajo, regamos con el vino blanco y un poco de aceite y volvemos a meter al horno, ya sin tapar otros 20 minutos. Queremos una cocción corta pero fuerte, así que subiremos a 200 grados. Los últimos 5 minutos en posición grill para que se doren un poco las patatas y la superficie del pescado.
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