El Perillas, pulpo y brasas

El Perillas tiene todos los mimbres para ser un lugar de referencia dentro de los bares y restaurantes tradicionales. A mi llamada telefónica para hacer la reserva me contesta un señor muy amable. Una vez allí, un camarero muy joven parece no verme mientras intento, levantando el dedo índice con precaución, que alguien me ponga una caña. En el comedor, la cara y la cruz de la moneda. Por un lado, una chica encantadora, cómplice con los clientes y más maja que las pesetas que va de un lado hacia otro corriendo como puede. Literalmente. Y, por otro, al parecer la jefa, más seca y distante. Este hecho es totalmente comprensible y corregible, al igual que el pequeño lío en el orden de las comandas. O bien no sale plato alguno, o sale de la parrilla todo de golpe. Imagino que unas buenas PDA evitarían muchos de los problemas de organización.

Dicho esto, El Perillas es uno de esos bares instalados en una nave industrial donde lo que sobran son metros. Todo muy limpio y ordenado y, como digo, si das con el camarero adecuado, la estancia es muy agradable.

El local dispone de menú del día, donde puedes encontrar paella de pulpo, salmorejo o revuelto de setas y jamón de primero y san jacobos, pierna de cordero a la plancha, riñones al Jerez o medallones de merluza de segundo con bebida, postre y café -14 euros- para aquellos que buscan cocina casera con cariño todos los días. En la carta, tomates, anchoas, caballitos, hueva de mújol, almejas al vapor, jamón Duroc y queso manchego, carnes como cordero segureño, chuletón, chato murciano, asado de paletilla, angus y Wagyu. De pescado, ijada de atún, lubina a la espalda y salmón.

El pulpo de El Perillas bien merece una visita por sí solo. Además de ser un bocado generoso que casi tengo que cortar por la mitad para que me quepa en la boca, el sabor, la jugosidad y la ternura del trozo hacen que la tapa se quede en la memoria durante un buen tiempo.

El tomate raff con bonito es de una alta calidad. Los cortes del pescado son finos y tiernos, con una salazón leve, lo que aporta más sabor al plato. De buen sabor también encuentro el calamar nacional a la andaluza. Por partes crujiente y por zonas tierno, unas gotas de limón para levantarlo un poco y el producto habla por sí solo. Buen plato.

El chasco de la comida viene en forma de chuleta de chato. Aunque en cocina lo trinchan y lo acompañan con unas patatas y un par de pimientos verdes pequeños, el punto de la carne se les ha ido cinco minutos y el resultado es una carne seca.

Una buena croqueta de jamón da paso al plato estrella: chuletas de cordero a la brasa. Perfectamente cocinadas y de una buena calidad, es tal el éxito del bicho que me pido otra media docena más. Merece la pena.

Termino con unas natillas con galleta, canela y una cantidad desorbitada de vainilla que dejaría pasar a cambio de otro trozo de pulpo o de una última costillica.

Me despido con la sensación de que El Perillas es un buen bar que, a poco que se ajustara en los precios y en la sala se corriera menos y se sonriera más, daría un salto importante.

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