La Masía de Chencho, excelencia confirmada

Con el GPS puesto, te plantas en La Masía de Chencho en cuarenta y cuatro minutos desde Murcia. Solo con la recepción hasta la mesa y con ver a los tropecientos camareros que van de un lado a otro por el restaurante perfectamente uniformados uno entiende que no está en la venta Doña Pepita. Aceitunas partidas y aliñadas y chips de patata caseras amortiguan los dos primeros tragos de cerveza y la espera de la comanda.

En La Masía de Chencho he estado en varias ocasiones y recuerdo el Blody Mary como uno de los más recomendables. En esta ocasión no falla en la condimentación del zumo de tomate, pero las patatas fritas me han debido de sazonar las papilas y añado un poco más de sal al cóctel. Un magnífico pan casero y un aceite de oliva virgen extra acompañan al primer plato; unas anchoas de una calidad extrema que, además, vienen con sus propias raspas en modo de chips crujientes. También llega un tomate cherry cortado a la mitad que, sin estar mal, podría mejorar con un muchamiel, un raff, pata negra, un flor de baladre, rosa o cualquier otro con un poco más de presencia.

Puntillas perfectamente rebozadas y de una gran calidad acompañadas de unos ajetes y unas ñoras caen en la mesa como una declaración de intenciones. Si la sala es de una educación y servicio sobresaliente, la cocina no se queda atrás. El lomo de salmonete viene custodiado de una salsa americana muy suave y unas setas shitake en tempura que encuentro realmente deliciosas. El pescado, en su punto perfecto de cocción y de un sabor a mar -y no a lodo- elegantísimo.

De la misma forma encuentro el bacalao al pil pil con verduras en tempura y algas fritas. Es el turno del pan que me acompaña desde el inicio de la comida. La sala, el pescado y la guarnición junto con los barcos de pan convierten a este plato en una experiencia única en sí mismo.

Termino con un estupendo steak tartar acompañado con tostadas de corteza de pan crujiente tras el servicio en mesa de la carne picada. Punto en picante y sazón. Riquísimo. Lo mismo pasa con la tarta de queso. Su consistencia es tan temblorosa que parece vacilar con romperse de un momento a otro y quedarse desparramada por el plato. Pero no. Aguanta cada una de las embestidas de mi cuchara en una de las mejores réplicas de la famosa tarta de la Vila.

Hasta el café, Salzillo Número 5. Parece increíble poder mantener el nivel de cocina en cada plato a una altura envidiable, además de haber hecho una selección de platos que me deja con las ganas de volver pronto para empujarme cuatro o cinco distintos. Qué difícil es hacer lo que hacen en La Masía de Chencho. El nivel de control en los detalles es de una precisión que, sin duda alguna, da igual los platos que pidas cuando vayas. Solo haz caso a lo que tu corazón te indique y seguro que no fallas. Larga vida.

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