La Katrina, el más chingón

De vez en cuando voy hasta Alcantarilla para sentarme en La Katrina de Jorge Mendoza, cocinero y propietario del restaurante, para verme chorrear de salsas, jugos y cremas hasta los codos. La suculencia de los tacos, nachos, burritos y demás platos es de una magnitud que hace conveniente que, además de una buena chela -cerveza- para amortiguar el picante, haya que tener un buen número de servilletas a mano.

El local comenzó siendo un coqueto bar con cinco mesas, pero tras una ampliación natural con el local contiguo, ya podemos encontrar hueco con más facilidad. Pero mejor reservar con tiempo, ya que la calidad de los platos y el bajo coste de la factura final hacen que siempre esté hasta la bandera.

Aquí hay sombreros mexicanos, calaveras como las de la película de dibujos Coco, colores chillones y una forma de entender la cocina donde todo es casero, hecho a diario, lo que proporciona una jugosidad y, sobre todo, un aspecto de increíblemente fresco a todo lo que sale de cocina. Además, la proporción de mesas y camareras es perfecta, por lo que solo con levantar la mirada vas a tener a alguien cerca para ofrecerte otra bebida o cualquier cosa que necesites en el momento.

La carta es amplísima. Desde chimichangas, quesadillas, jalapeños rellenos, costras, huevos motuleños o molotes, pasando por tacos dorados -los crujientes-, enchiladas rojas y verdes, patatas con 'cheddar', burritos y, por supuesto, tacos de cerdo, de pollo y de ternera y fajitas.

Yo comienzo con unos totopos fritos en casa con un guacamole que es más parecido a un tartar de aguacate, tomate, cebolla, cilantro y zumo debido a que se presenta en dados cremosos. Los triángulos de maíz fritos llegan bajo una buena cantidad de frijoles, carne y crema de yogur y cebolla morada en el que sería, sin duda alguna, un plato único para cualquiera de nosotros.

La quesadilla la dejaría pasar. La variedad de tacos es tan amplia y deliciosa que no creo que merezca la pena reparar en la quesadilla rellena de queso y jamón de york. Sin embargo, Jorge hizo una tapa para la ruta del municipio -con la que ganó- con gambas, crujientes y varias salsas que debes de probar a toda costa porque es lo más parecido a una montaña rusa. Dicho de otra forma: es exactamente el bocado que quieres cuando llegas a casa tras haber estado de farra.

Los tacos vienen de dos en dos y, como digo, son tan contundentes que es preferible compartir con alguien para probar diferentes tipos. Increíble el taco dorado, el vegetariano y, muy especialmente, el de mole poblano. Este último lo disfruto más si voy alternándolo con el de cochinita, ya que el sabor profundo del mole se puede hacer pesado en dos tacos seguidos.

Pero, combinando bocados, todo se hace más divertido y delicioso. Además, una vez que le das un bocado a un taco, pasarlo a tu pareja para que lo pruebe es una verdadera muestra de amor y compenetración.

Con seis tacos, los totopos, la quesadilla y la tapa ganadora de la ruta termino más que saciado y dejo pasar también el postre, aunque con la cuenta en la mano brindo con un mezcal de la reserva personal de Jorge por la cocina casera chorretosa y por Jorge Negrete. Larga vida.

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