Gastro bar Venecia, cocinar sin complejos

Nada más sentarme, para entretenerme, me ofrecen unos nachos de bolsa con un humus gentileza de la casa. Lo primero que me cantan de la carta es la hueva en semisalazón, pero al igual que los panipuris rellenos, tan extendidos en los principales locales de moda, me pilla un poco saturado y prefiero dejarlas pasar. El primer plato que llega a la mesa de cocina es un fiel reflejo de esa intención de la que hablo. El bocado es un tigre, pero lo versionan sirviendo una concha de mejillón comestible -un buen trampantojo- con algas wakame que le dan un punto fresco, y una croqueta de mejillón, con el típico sabor del aperitivo y un punto picante. 'Tigrethai' lo llaman.

Continúo con unos dumpling de lomo de buey guisado y fruta especiada y unas croquetas de paletilla de cordero y berenjena asada y mahonesa servidas en una bandeja humeante que simula unas brasas en miniatura. El local dispone también de laterío de calidad para los que aún no se han atrevido a probar cosas nuevas, aunque venir al Venecia y abrirse una lata de mejillones parece poco apropiado.

Imprescindibles encuentro los platos principales por la utilización de productos de temporada y de calidad, pero sobre todo, por el uso tan equilibrado que encuentro en cada una de las salsas que los acompañan y unas alcachofas fritas con salsa de naranja, ajos tiernos y piñones en la propuesta más arriesgada y acertada del chef. Y por otro, un excelente bacalao negro con shitake, piña liofilizada y sopa de coco en un alarde de pescado que debéis pedir siempre que lo encontréis en la carta, y un tiernísimo secreto confitado -doce horas a 70 grados- con una estupenda guarnición de verduras aciduladas y patatas asadas. Muy ricos los dos.

La torrija envuelta en pasta filo no es lo que esperaba, pero un buen helado y la salsa de frutas termina por dejarme un buen sabor de boca.

En definitiva, el Victoria es un regalo para Torre Pacheco y la valentía de la cocina lo convierte en una visita obligada si estás por la zona.