Conjugoo se ha abierto camino en estas páginas de gastronomía por méritos propios. Sin ser un restaurante al uso –donde, por regla general, valoramos la comida y el servicio por encima del resto de atributos–, la experiencia bien merece la pena si buscamos el momento ... y la compañía adecuada. Tanto es así que, antes de salir del local, solo por el trato de las camareras, por la carta de cócteles y, sobre todo, por el buen rollo que transmite la experiencia completa, ya había recomendado el establecimiento a un par de grupos de amigos. Gente que además de comer, que también, buscan en el centro de la capital sitios que los arranquen de la monotonía, el hastío y la redundancia culinaria de siempre hacia nuevos conceptos.
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La puesta en escena es casi perfecta. El local es bonito, con altura, con una decoración bien buscada, con grandes ventanales a la calle y con el sistema y la elección musical de quien entiende de su importancia. El único resbalón que encuentro en este afán por tener en cuenta todos los parámetros sensoriales es que, al abrir la puerta, el perfume a vainilla me golpea en el epitelio dejándome la sensación de que a alguien se le ha caído el frasco del ambientador a lo Santiago Cañizares antes del mundial de Corea y Japón y ha impregnado la sala por encima de lo deseable. También es cierto que mi sensibilidad a los aromas es desmedida y, además, se pasa rápido.
Ya en la mesa encuentro un muy buen servicio de sala que me explica el funcionamiento de Conjugoo. En la carta encontramos croquetas, baos, patatas baby, ensaladilla de berenjena asada, pata de pulpo, carpaccio de bogavante, ceviche de lubina o tartar de atún para empezar; y hamburguesa vegana, lingote de cordero, tataki de atún, solomillo de ternera o secreto ibérico para continuar, entre otros platos. Coulant, tarta de queso y tarta de la abuela como dulce final.
Dirección: C/ Simón García, 1.
Teléfono: 633 708 700.
Horario: Abre de jueves a domingo, de 13.30 a 2 de la mañana.
Precio medio: Unos 50 euros.
Pero la comida se puede considerar un mero espectador de Conjugoo. La historia de este nuevo local de cócteles es la carta de combinados asociados a un mapa de la Región de Murcia donde Espíritu, Vida, Magia, Recuerdos, Armonía o Infancia van nombrando a las distintas creaciones. Yo me decanto por Infinito, que lleva mezcal, tequila, lima, ágave y puré de aguacate –con un precio de 9,50 euros– y que viene servido en una copa que simula un cubo de rubik tan bonito e 'instagrameable' como delicioso. Pero eso no es todo. Después están los cócteles clásicos como el Negroni, Moscow Mule o Bloody Mary, por nombrar alguno, a nueve euros cada uno.
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Como digo, los cócteles pasan a ser los protagonistas en una experiencia en la que la comida cumple su función, sin mucho más, en forma de un buen brioche de pastrami con ensalada de col, miel, mostaza y encurtidos que no decepciona, o un estupendo guacamole casero preparado en molcajete de manera tradicional con una innecesaria bolita de burrata y unos sabrosos filetes de gallopedro en tempura tan fina que parece a la andaluza, con una tártara casera que da muy buen resultado en la mesa.
Buen servicio de pan con aceite y sal y una pularda rellena de jamón de pato y foie con una parmentier de orégano fresco que encuentro muy mejorable.
De postre, un perfecto Pisco Sour y otro mezcal con lima, azafrán y un pez de hielo 'on the rocks', en la confirmación de encontrarme en un local perfecto para tomar la primera, para comer o cenar sin pretensiones pero de una forma muy divertida y con la sensación de estar en un local que ensancha la ciudad a lo alto.
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