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Casa Andrés es un local limpio y ordenado que cumple con todos los parámetros de un bar de barrio: la barra de acero, la televisión puesta todo el día, los camareros cercanos y serviciales y una variedad de productos para que el cliente se gaste lo que quiera, un aperitivo tranquilo de calamares a la romana o un poco de marisco y alguna botella de vino especial disponible los fines de semana. Casa Andrés es de esos bares donde disfruto como un crío pequeño. El aparcamiento lo tiene complicado -como en toda Molina de Segura- y, si vas por la noche, puedes quedarte en alguna de las cuatro mesas de la terraza que ocupa parte de unos aparcamientos. Aunque yo te recomiendo una visita al mediodía más cerca del fin de semana.
El local está regentado por dos hermanos con mucho oficio y las escasas seis mesas que contiene las controlan con soltura. La buena trayectoria gastronómica ha hecho que esté completo casi siempre y una insonorización inexistente genera un murmullo constante de bar de toda la vida que si vas relajado es casi como oír el mar. Un rincón para reír, beber y comer sin florituras, pero con el máximo respeto al producto a un precio razonable.
Especialmente interesante encuentro las coquinas o las almejas chirlas por su tamaño. Las suelen poner con salsa verde -ajo y perejil- pero solo tienes que levantar la mano y reclamar la pureza del marisco tal cual. Seguiría con las gambas al ajillo. Muy ricas de sabor, calibre y cantidad. El calamar a la andaluza está hecho con aceite limpio y el punto y la textura son delicados, aunque estoy casi seguro de que el bicho es pota y no calamar, como ocurre en el 90% de las veces.
Pruebo una ensaladilla con sucedáneo de cangrejo, aguacate y polvo de quicos que viene acompañada de unas interesantes tostadas. La combinación de sabores da un buen resultado, aunque me imagino la misma ensaladilla con cangrejo azul y gambas para que el plato se eleve un palmo de la mesa.
6
Cocina
6/10
Dirección C. Sagrado Corazón. Molina de Segura
Delicioso, tierno y de buen sabor llega el pulpo a la murciana y bien presentado un tomate partido con ocho lomos de bonito en salazón antes de salir de la cocina un filete de ventresca de atún a la parrilla con una guarnición de patatas bastón caseras y bien fritas. Antes, el camarero ha sacado los dos filetes del pescado para que viésemos el corte y, aunque no disponen de salsa de soja para mojarlo, el resultado es estupendo con un poco de sal de escamas. Quizá la parrilla que tienen es de piedras volcánicas y el resultado de los productos cocinados en este tipo de aparatos, aunque bueno, no llega al que se consigue con fuego directo.
Pruebo también las costillas de cabrito con ajos tiernos que encuentro más grandes de lo que me hubiese gustado y un buen filete de entrecot a la parrilla con berenjenas y pimientos que me convence más.
Buenas ostras Gilardeau en otra demostración de que el producto, aunque sea poco, es de calidad, y la sensación de que este es uno de esos bares que hay que preservar y mimar para que no se pierdan entre los pokes, ramenes, hamburgueserías gourmet, pizzerías genovesas y cochinitas pibiles que, estando geniales como están, parece que ya es un poco demasiado. ¡Viva el pulpo!
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