La Abadía Brasserie, bellotas y brasas

La Abadía de Jaime I se había convertido en uno de los locales de referencia para picar algo rápido esas noches en las que no quieres cenar mucho, ni acostarte con el estómago vacío. ¿Quién se resiste a un buen vino, un poco de lomo y unas cuñas de queso?. Un embutido ibérico, varios tipos de quesos, anchoas de gran calidad y demás bocados que forman parte de esa cantidad de platos que nos gustan a todos a cualquier hora del día.

Pero La Abadía tiene el inconveniente de no tener cocina caliente y era un incordio para los que nos gusta terminar la faena con algo más contundente. Imagino que los dueños habrán intentado todo para solucionarlo sin éxito aparente, dando como resultado final la apertura de La Abadía Brasserie en la Playa Mayor -junto a La Virgen del Mar- con una cocina en condiciones y una carta en la que además de todos los embutidos, quesos y anchoas de turno, que tanto nos gustan a todos, una parrilla de brasas ofrece la posibilidad de acabar la experiencia con una chuleta madurada, un chuletón de buey, una minihamburguesa, o una pluma ibérica cocinada de forma magistral.

El local está totalmente acristalado y la apariencia es muy bonita y confortable. Los techos tienen un sistema de amortiguación para la acústica y, aunque cuando yo voy no hay lleno abosoluto, la verdad es que parece muy bien insonorizado. Aún no hay terraza, pero la habrá. Los camareros que forman el servicio son viejos conocidos que saber perfectamente de qué pie cojea cada uno, por lo que además de una comanda repleta de carnes e ibéricos, pruebo el guiso del día que son unas ricas lentejas con chorizo, una croqueta de jamón ibérico con trufa tan melosa que media puedo comerla con los dedos, pero para la otra mitad necesito cuchillo y tenedor. Las croquetas están cogiendo empaque en las cartas de los restaurantes murcianos por derecho propio.

Excelente la molleja a la brasa, uno de los bocados que justifican la visita, y eso que es solo carne a la brasa sin más historias, y más flojos encuentro el brioche con panceta ibérica a la brasa por un pan que encuentro un poco seco; y la alcachofa a la brasa con queso Idiazabal y un velo de papada ibérica por dejar a la verdura entre tantos acompañantes un tanto alejada del su sabor original.

Encuentro interesante el tartar de salchichón ibérico con turrón si te preparas una copa de Jerez para acompañarlo, aunque es en el lomo de presa ibérica, la pluma y el secreto; y la chuleta madurada donde el cocinero y el restaurante en su conjunto se coronan. Estupendas carnes muy bien cocinadas y perfectamente presentadas a la temperatura exacta. Un diez.

Helados de gran calidad y varios postres caseros como la tarta de queso para finalizar una experiencia muy recomendable para los que disfrutáis de la carne y del vino.

Me dejo las experiencias de comer vaca madurada a la parrila con finas láminas de oro, y la de la carne japonesa wagyu con setas shimeji a quinientos cincuenta euros el kilo, para otra ocasión. Tiempo habrá.

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