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Aloja es una palabra hawaiana que significa hola, adiós, bienvenido, e incluso amor. Pero la Aloja es también una bebida refrescante, muy popular en siglos pasados, y casi desconocida en los tiempos actuales. Una especie de hidromiel, elaborada con agua, miel, y varias especias: Canela, ... clavo, pimienta, jengibre, nuez moscada... Y dicen los que saben de eso que para que sea buena debe tener un puntillo de picor en el paladar. Sus orígenes se remontan a la antigüedad, ya que varios médicos y sabios, Hipocrates, Dioscorides &ndashAvicena, Columela y otros&ndash la recetaban para curar varias enfermedades de la época. A pesar de parecer arábigo, el nombre llegó al español procedente del griego, pasando por el latín 'Aloxia'.
Dicen que a España la trajeron los musulmanes, y que los cristianos la adoptaron para aliviar los calores veraniegos y curar algunas enfermedades. Debía ser verdad, porque Nebrija, que era persona de fiar, la llama «brebaje de moros». En los campamentos militares, una tienda con una bandera blanca y franja roja indicaba que allí se vendia aloja. Este símbolo pasó a los frascos que la contenían, y también a las puertas de las alojerías, que así llamaban a los lugares donde se elaboraba y vendía.
En tiempos de Felipe IV y Mariana de Austria, se gastaban en palacio 250 maravedíes diarios en aloja. Hablando del precio, la verdad es que era abusivo, y en 1603 tuvieron las autoridades que rebajar el precio del azumbre, de 20 a 18 maravedíes. En 1640 se creo el discutido Gremio de Alojeros, que levantó ampollas entre los demás gremios. En los corrales de Comedias, los alojeros tenían su puesto en la planta baja, y hacían su agosto vendiéndola entre los espectadores, mientras escuchaban a Lope de Vega. La servían en grandes tazones de vidrio con dos asas, y con nieve, para que estuviera más fresca, que guardaban en los pozos de nieve. En algunos corrales, como el del Príncipe, había unas salas, que una no sabe para que servirían, que llamaban alojeras.
Calderón de la Barca, Quevedo y Moratín hablaban de ella en sus obras, y hay un escrito de 1656, 'Tratado de vino aguado y agua envinada' en el que se daba la fórmula. Una no sabe si sería autentica, porque se decía que las cantidades eran secretas. El XVII y XVIII fueron sus momentos estelares, y solo dejaban abrir alojerías cada tres portales. El XIX marcó su declive, en 1830 solo quedaban en Madrid cuatro alojerías. La llegada de granizados, horchatas y aguas mezcladas con frutas y hierbas la arrinconaron hasta desaparecer.
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